A medio camino - Semanario Brecha
Reabrieron las Salas: Explota Explota 1

A medio camino

Difusión, Julio Vergne

Varios títulos de nuestro país están abriéndose paso en los festivales del mundo. El caso más emblemático es el de la nueva película de Manolo Nieto, El empleado y el patrón, que se exhibió en la 53.a Quincena de Realizadores, principal sección paralela de Cannes 2021. Pero también Bosco, el más reciente documental de Alicia Cano, está recibiendo un gran reconocimiento y varios premios internacionales, y La teoría de los vidrios rotos, de Diego Parker Fernández –que se estrenará en agosto en Uruguay–, fue seleccionada en el 49.o Festival de Gramado en la categoría Largometraje Extranjero para competir con solo tres películas más. Además, la presencia oriental en las lides audiovisuales excede el cine nacional: el director Nacho Álvarez, radicado en España, realizó Explota explota, su ópera prima, en colaboración con la también uruguaya Mariela Besuievsky, quien se encargó de la producción ejecutiva.

La idea inicial fue presentada por Álvarez a Besuievsky, quien se entusiasmó con el desafío de producir un musical, género poco explorado en Iberoamérica. El guion fue realizado por el director en colaboración con Eduardo Navarro y con el español David Esteban Cubero, que vive en Montevideo. Tomando como referencia el modelo narrativo de Across the Universe (Julie Taymor, 2007) y Mamma mia! (Phyllida Lloyd, 2008) –cuyas historias no están basadas en la vida de los integrantes de cada banda (Los Beatles y ABBA, respectivamente), sino en el contenido y el espíritu de sus canciones–, el esquema narrativo parte de la fabulosa música pop de Raffaella Carrà para construir, en torno a ella, el carácter de los protagonistas, sus conflictos y preocupaciones. Así, la actriz Ingrid García Jonsson interpreta a María, una española jovencita que vuelve a casa vestida de novia desde Roma, después de abandonar en el altar a su prometido italiano. En el aeropuerto conoce a Amparo (Verónica Echegui), simpática azafata que se volverá su mejor amiga y la ayudará a alcanzar su sueño: debutar como bailarina en el canal principal de la televisión española. Después de cada secuencia en la que avanza la trama, una canción de Carrà versionada por el elenco ilustra o complementa las derivas emocionales de los personajes.

Ambientada en los años setenta, la película introduce la temática de la censura franquista, que todavía se imponía en los contenidos para que no osaran traicionar los valores de la dictadura, profundamente represivos y horrorizados con cualquier forma explícita o sugerente de la sexualidad, sobre todo femenina. Según ha contado Álvarez, para el personaje del censor se basó en uno que realmente existió en los años cincuenta, y que escribió un libro sobre las cosas que podían o no hacerse en el cine y en la tele: «Había una frase en particular que decía: están prohibidos los bailes en los que no se despegan los pies del suelo, porque pierde la realidad gimnástica para ganar la erótica. Ahí estaba la película».2 Por esas casualidades de la vida, María –claramente posicionada en contra de cualquier intervención moralizante– se enamora de Pablo Cuesta, el hijo del censor del canal que termina, por obsecuente, ocupando el lugar de su padre.

Dentro del género musical existen, en términos narrativos, al menos dos posibilidades claras: utilizar los números como secuencias independientes que funcionan por fuera de la trama argumental o hacer que la acción avance mientras los personajes cantan y bailan. Explota explota combina caprichosamente ambas fórmulas, tratando de suplir las carencias expresivas de los actores y actrices con recursos de iluminación, movimientos de cámara y montaje. Así, la puesta en escena intenta centrarse en una composición audiovisual compleja, de mucho corte y efecto, para que las expresiones de los cuerpos resulten más vistosas y espectaculares de lo que serían con un estilo más contemplativo. Se trata de una decisión que dialoga con musicales contemporáneos y de gran producción, en detrimento, tal vez, de una apuesta más orgánica con el tipo de montaje que se utilizaba en los años setenta, menos vertiginoso, pero que permitía una apreciación detallada de las piruetas y coreografías.

En general, el clima que se logra con los números de baile es muy liviano, festivo y celebratorio, como la mayoría de las canciones de la Carrà. Mientras se mantiene en ese registro, la puesta en escena se desliza con fluidez y se logran momentos de genuino disfrute. Sin embargo, cuando se intenta agregar dramatismo, la exploración pierde frescura y la película se vuelve un tanto ridícula, expulsándonos del pacto de verosimilitud inicial. Es interesante porque, de algún modo, todo el tratamiento de los temas está virado al absurdo: hay buenos momentos de humor e ironía, y es claro que la apariencia kitsch de los vestuarios, los decorados y los diálogos es completamente adrede. Sí, es una feel good movie y se dedica a tomar distancia de sus personajes para reírse entrañablemente junto con el espectador. Pero el sostenimiento de esa estética resulta irregular, y se cuelan momentos de solemnidad que delatan la necesidad de hablar de temas importantes. Esas zonas del guion están menos logradas y terminan quitándole consistencia a ese espíritu que se pretende liviano y caricaturesco. De hecho, algunas resoluciones resultan bastante irresponsables: no porque se trate de una comedia –no existen, a priori, temas correctos para hacer humor–, sino porque esa especie de indefinición a medio camino entre la trascendencia y la intrascendencia vuelve difícil de digerir que un abusador sexual o un delator del franquismo terminen bailando y cantando a cámara contentísimos, como si nada hubiera sucedido. La película no logra reírse de sí misma con verdadero desparpajo; prefiere tomarse en serio y tratar de hacernos creer que está hablando críticamente del mundo, incluso cuando sabe que su planteo es netamente maniqueo.

Dicho esto, el ritmo narrativo es muy dinámico, y resulta hermoso reecontrarse con esas canciones poderosas que nos obligan a bailotear en la butaca. El colorido de los vestuarios y decorados, así como la pasión melodramática que hay en las interpretaciones actorales, le dan al conjunto un sabor muy popular, casi de zarzuela. El personaje de Amparo, con su delicioso acento murciano y su gracia expresiva, vale la película.

1. A partir del 15 de julio en Movie Montevideo, Movie Portones, Movie Punta Carretas y Life Cinemas Punta Shopping. A partir del 22 de julio en las salas de Cinemateca Uruguaya.

2. Disponible en https://cineuropa.org/es/interview/392690/.

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