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Premios de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay

El pasado miércoles 11, la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay entregó sus premios anuales en el Centro Cultural de España. En un país como el nuestro, donde el periodismo (y, en especial, el periodismo cultural) se encuentra tan precarizado, el trabajo de quienes llevan adelante esta asociación no deja de ser una forma de militancia, y resulta realmente valorable. Sin duda, es muy importante este tipo de eventos para retomar y profundizar la relación entre la crítica y los realizadores de un cine en pleno desarrollo y casi sin dinero para campañas promocionales, cuya visibilidad depende, en gran medida, del esfuerzo de los periodistas por difundir las películas, por pensarlas y valorizarlas en su justa medida. Dentro del ecosistema uruguayo, además, la crítica es un actor fundamental para intentar dar la batalla de seguir llevando a la gente a las salas (y así, también, hacer que la llegada al público local no sea una pata completamente ausente a la hora de justificar la inversión del Estado en la producción de cine nacional). Esta función de pensamiento y difusión que realiza el periodismo especializado no ha sido tomada en cuenta como algo importante por el Icau, que, lamentablemente, no ha llevado a cabo ninguna acción sustantiva para estimular la práctica de la escritura sobre cine, otrora tan celebrada en los círculos intelectuales uruguayos. Es un debe de esta gestión, que parece haber olvidado que, para cientos de técnicos y realizadores que hacen un enorme esfuerzo por hacer cine cada año, muchas veces la única devolución consciente y ordenada que deja registro de su trabajo es la que reciben a través de la crítica local.

Frente a esta desidia estructural, la Asociación de Críticos sigue haciendo, a pulmón y energía autogestiva, este gran aporte. Aun así, ante premiaciones como la de ayer, cabe preguntarse si no sería necesario que se pudieran rever algunos procedimientos, porque, de algún modo, la lógica de votación que imita las formas de la industria estadounidense no parece del todo adecuada a la realidad nacional, donde sería, tal vez, mucho más interesante poder realizar una premiación más amplia y abarcativa, que no sólo tuviera en cuenta la variable calidad, sino muchas otras, como el valor de los trabajos colaborativos, las financiaciones colectivas, el cine producido en el Interior y otras variables que podrían funcionar como estímulo para la descentralización y difusión de propuestas que resultan, tantas veces, invisibilizadas. Un ejemplo muy claro es la inexistencia de un premio a la producción independiente, que debe ser de las gestas más arriesgadas y sacrificadas que existen en nuestro medio. De hecho, es indudable que se necesitan más críticos que entiendan que ver las películas uruguayas, todas las que se producen en el año, es una obligación ética y política que deberían cumplir.

Fue un año muy interesante para el cine uruguayo. Las más premiadas fueron las películas Así habló el cambista, de Federico Veiroj (mejor película, dirección, guion, actor –Daniel Hendler–, fotografía, montaje, arte y sonido); En el pozo, de Rafael y Bernardo Antonaccio (ópera prima, actriz –Paula Silva–, revelación, premio del público), y El campeón del mundo, de Federico Borgia y Guillermo Madeiro (mejor documental). Una gran pena fue la ausencia en la nominación a dirección de la directora Lucía Garibaldi, que no hace más que confirmar que la paridad de género está muy lejos de la realidad técnica del cine y de este tipo de eventos: de 15 premios al cine uruguayo que se entregaron, el único que recibió una mujer fue el de mejor actriz, y en los reconocimientos internacionales tampoco hubo ninguna mujer premiada. Un momento alto de la noche, sin duda, fue cuando subió al estrado parte del equipo del filme Plástico, de Juan Gallo, que fue premiado como mejor cortometraje. Una de sus actrices dijo: “Qué bueno recibir un reconocimiento por un corto que le gusta a todo el mundo, pero con el que no ha pasado nada”. Esa es la realidad de muchísimas producciones nacionales, que no encuentran manera de hacer notar su valor; quedó a la vista, entonces, la importancia de premios como estos. Ojalá hubiera más.

Otro momento precioso de la noche fue cuando subió a recibir su premio a la trayectoria el asistente de dirección y director Sergio de León, que debe ser uno de los técnicos más queridos del medio, con más de treinta películas en su haber.

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