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Abriendo cabezas

Lo primero que conviene al lector de “Ante todo no hagas daño”, de Henry Marsh, es olvidarse de la esperanza de descubrir a un nuevo Oliver Sacks. Lo segundo es armarse de valor. Y es que las memorias de este neurocirujano nacido en Oxford en 1950 son, en todo sentido, removedoras.

Henry Marsh / Foto: Facebook

Si el libro de Marsh fuera un policial, lo ubicaríamos sin dudarlo en la línea hard boiled. Nada de remilgos: el doctor Marsh es de la línea dura y llama a las cosas por su nombre. Esto puede resultar particularmente crudo tratándose de historias médicas, pero ese es justamente el punto. Marsh­ quiere hablarnos de su trabajo, que consiste, básicamente, en serrucharle el cráneo a otras personas y manipular sus cerebros. La mayor parte de las veces salva vidas. O al menos las alarga y mejora. Pero Mar­sh­­ no está interesado en contarnos sus éxitos, sino sus fracasos.
Esto es evidente desde la primera frase del libro, que es título y epígrafe. “Ante todo no hagas daño” es un conocido precepto médico atribuido frecuentemente a Hipócrates que mandata a no imponer ningún tratamiento a un pacien...

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