En Uruguay, la ebullición de textos publicados de forma independiente gana terreno, lo que lleva a la proliferación de voces recientes y al hallazgo de novedosos fenómenos literarios. Este movimiento es impulsor de personalidades literarias que, sin el empeño y el trabajo metódico de las editoriales, seguramente no alcanzarían la circulación. En medio de este borbotear, surge una nueva forma de pensar la escena editorial y literaria de nuestra región: una revista que hace converger textos creativos de diversos autores del medio.
Según Pablo Rocca,1 toda revista literaria se encuentra en pugna con el presente, instaura una discusión con él, lo expande. Es decir, pone a prueba la actualidad, la hace debatir dentro y fuera de los textos, toma esa marginalidad que no logra publicarse en un formato mayor y la revela. La saca a la luz, la hace brillar en pos de democratizar el hecho artístico literario para que penetre en el ambiente cultural en el que tiene lugar la creación. Por eso, esta confluencia no es aleatoria ni está mediada por lo azaroso. Como dicta un afiche pegado en una pared de la terraza del espacio cultural Tribu, en el que tuvo lugar el lanzamiento, que sobresalía al costado de Daniel Mella, presentador y editor de la revista: «Todo arte es político». Así, también lo es la toma de postura colectiva que implica llevar a cabo este hecho cultural. Esta hazaña –la quijotada, como dicen sus creadores– es especialmente valiosa porque actualiza el presente de la vida literaria nacional y regional, y porque señala hacia el futuro.
Estamos frente a una revista que pretende rescatar una tradición: publicar textos creativos. La apertura de cada número es un poema; en el centro, hay una entrevista a un escritor realizada por el editor de la revista; en la contratapa, un texto de un escritor muerto, no necesariamente nacional, rioplatense o latinoamericano. Está impresa en papel diario y no tendrá duplicado digital. La periodicidad, cada tres meses. El resto es un misterio.
El producto nuclea textos de distintos géneros literarios. Todos los del primer número pertenecen a escritores contemporáneos, vivos, mayoritariamente jóvenes. Algunos son más conocidos que otros, lo que en la intersección proyecta un equilibrio y el diálogo ansiado. No solamente se cruzan los textos, sino los escritores entre sí: unos hacen brillar a otros. Así, la revista posibilita la presentación de autores que, sin tanto acervo publicado, alcanzan gracias a ella cierto posicionamiento en la tarima literaria del devenir. Como ya se expuso, en el hacer cultural de hoy ninguna obra se encuentra inmersa en un cuento de hadas ni es acariciada por la mágica vara del hechizo. Las revistas literarias están ancladas en un contexto, lo abordan y lo desbordan, y es ese instante exacto de producción el que les impone aquello de lo que hablan en su interior, en este tiempo colmado de márgenes con anhelo de visibilidad.
A pesar de que Oro no tiene imágenes fotográficas ni plásticas, su diseño está cuidado y se encuentra en vínculo con el contenido del número. A partir de lo que cuenta Juan Palarino, el encargado de llevarlo a cabo, el encuentro con la idea central fue razonado en un largo proceso creativo junto con Mella y Atchugarry. Al tenerla entre manos, el lector se encuentra con la gallina de los huevos de oro, que alude a la creación. Para el público letrado, hay un guiño clave a Los huevos del Plata, la revista de Clemente Padín también conformada de textos creativos, aunque solamente vinculados a la poesía, que en su número 2-3 tuvo un gallo dibujado en la tapa.2 En el centro de Oro se juega con una ilustración de la entrevistada, en este caso Fernanda Trías, y otros diseños que embellecen la edición: el lugar en que se ubica la numeración de la página, por ejemplo, tiene un pequeño huevo que habita en el borde inferior derecho. Asimismo, en la contratapa, un huevo resquebrajado adquiere una precisa significación. Las alusiones son variadas, pero, principalmente, la connotación apunta a la idea del origen. ¿Qué vino antes: el huevo o la gallina? Más allá de esa discusión, importa el acto mismo de dar vida. Según Mella, de eso hablan sin buscarlo los textos en este primer número, lo que según él, también es una serendipia. Como dicta uno de los versos del poema inicial de Magdalena Portillo: «Todo aquí es simplemente un milagro».
ADENTRO DEL HUEVO
En la presentación, Mella comentó que Magdalena Portillo fue la primera escritora a la que llamó para pedirle un texto, y ella lo hizo en tres días. Este suceso selló la necesidad de la apertura de cada número con un poema. El texto de Portillo termina diciendo: «llevaba en mi portal/ la sangre inocente de todas las que fui/ y pude ser acaso también tu hija/ escombro tras escombro/ el poema cuenta su verdad/ y no hay edad para la revelación/ solo un cielo que se incendia en esta tarde/ mientras escribo». Es pertinente pensar en la idea de los despojos, necesarios para la recreación: la muerte que incendia la vida mientras la anticipa. Como ocurre en estas páginas, los trozos arrancados de su centro cruzan sus raíces para escribir otra cosa, para decir lo que decían y proponer algo más.
Posteriormente, encontramos cuatro poemas inéditos de Cecilia Pavón (escritora mendocina), que surfean la idea misma de arte poético. El último, llamado «Un libro», culmina diciendo: «El mundo me usó a mí para traer un hijo/ la nebulosa me usó para traer un hijo a mí», y así presenta la noción de la refracción maternal en la que se pierden las fronteras de un búmeran. A estas dos mujeres las sigue Gustavo Espinosa, un escritor uruguayo ya famoso que, con su marcado estilo, nos propone un cuento inédito, «El hábito», situado en Treinta y Tres. Espinosa trabaja sobre el caso de una muerte llevada a cabo por un personaje sorprendente; allí se tejen dilemas generacionales entre padres e hijos. A su lado, puede leerse un fragmento de una novela en proceso de Natalia Parodi, una joven escritora uruguaya mucho menos famosa que Espinosa. El texto, llamado «Está molestando al perro con un palo», también anuncia una muerte, pero mediada por una enfermedad. Una muerte también trágica y espectacular a la que nos acercamos desde la perspectiva de la amante, o pseudocompañera, de quien la atraviesa. El texto que le sigue, «Ataque de trenes», de Javier Castro, es una crónica en la que un narrador camina por una zona montevideana y, en la sinestesia que le propone el ambiente que recorre, resignifica la memoria de los trenes pensando: «En sí, una ciudad sin ferrocarril tiene futuro». El ferrocarril, marca de un momento de modernización pasado y recordado pero ahora negado por la sociedad, se utiliza como metonimia para contar una amenaza en la supervivencia de la ciudad. El texto matiza, a modo de entremés, la entrada contigua: un fragmento de La vida intensa, próxima novela de Leonardo de León. Como hablándose a sí mismo en el artificio de la metaescritura, el narrador expresa: «Vuelves a encontrarte en el punto de partida. Todavía te separan las mismas palabras, el mismo silencio, de lo que quieres decir». En su estilo poético narrativo y un tanto promovedor de la autoficción en este formato híbrido, De León crea a un narrador atravesado sensorialmente por la muerte de su padre.
Al continuar encontramos un texto de Fernanda Trías que sirve como preámbulo para la conversación con Mella, que podemos leer en las páginas siguientes. Así, en cada número, un texto del entrevistado hablará antes por él. Aunque Trías no necesita presentación previa en nuestro ambiente literario. «La aplicación peligrosa: crónica de una desaparición» emula el acto mismo de la creación en el juego de ficcionalización de un procesador de textos. Comienza diciendo: «He muerto. He vuelto a morir, si se quiere. Si se puede. Y aquí sí se puede». Así, parece afirmar que la literatura, como modus operandi, está ligada a la resurrección. En diálogo con esa apelación, la cita de Trías que titula la entrevista reza: «La escritura es lo que permanece, es la única constante en mi vida, y entonces es lo que más me importa». Como bonus del intercambio con Mella, en el que la autora se refiere a su trayectoria y sus procesos de escritura, se ofrecen, en el marco derecho de la página, cinco de sus consejos literarios.
Continúa «Isla que hierve», de Eugenia Ladra, escritora uruguaya que traza sus líneas en una prosa poética inédita en la que emerge la inmensidad del mar en el vientre de Miriam, redondo como una fruta. La maternidad, la feminidad en su naturaleza transgeneracional se plasman en un universo sensorial que se expande en el sonido de la palabra. Al lado de estos poemas, escritos para ser escuchados, encontramos el único texto publicado con anterioridad a este número: «Lana roja», de Inés Bortagaray. Es el relato de una historia fúnebre contado por la hija de un padre que sucumbe en la angustia de una borrachera.
Luego, Magela Ferrero se presenta como la nueva escritora proveniente de otra rama de las artes; en su caso, la fotografía. Inaugura, en la revista, la publicación de poemas numerados que, todos juntos, se titulan «Tomate lágrima dorada». En el poema «X», el yo lírico expone lo que parece ser una máxima de Oro: «En el mismo punto la línea nace y termina/ una circunferencia ejemplifica bien la pequeña eternidad». Enseguida, vienen los fragmentos del diario personal de Damián González Bertolino, trabajados especialmente para este formato y denominados «Hacia lo alto del día». La voz de la primera persona discurre como un río mareado. El narrador reflexiona sobre los ejes de la existencia, y el ejercicio de leer y escribir aparece como la forma de encontrar sentido en la palabra materializada. Pero también habla en tercera persona de la vida de otros, en «un lenguaje que atraviesa el centro de otro lenguaje y que amenaza con parasitarlo en silencio y dejar al final un huevo en un rincón desconocido».
El trabajo de Hernán Casciari «Papá, ¿estás orgulloso de mí?» irrumpe para modificar el tono general de la revista. El escritor más famoso de la colección presenta tres cartas que discurren acerca de la idea y la moral de la paternidad, y juega con la autoficción. Luego, el penúltimo texto es un adelanto de Miseria, próxima novela de la argentina Dolores Reyes. Se trata de un diálogo de la narradora consigo misma, encuadrado entre números. Para clausurar su primer ciclo, la revista se cierra con un adelanto de un poemario de Fabián Severo, de próxima publicación, denominado Abecedario. Son canciones que juegan a pintar o dibujar las letras del abecedario en su persistencia sonora, y así dan forma al esqueleto de la palabra.
Así, Oro logra establecer un mapeo de la región, pero uno ya no centrado en el género masculino ni en la literatura de las capitales. Popurrí variopinto, nos ilustra la realidad literaria regional. Pero Oro no se deja morir aplastada por la modernidad que la aplasta, no es don Quijote. Se adelanta a lo que viene y le da una vuelta de tuerca para decir otra cosa. Y es que las revistas llegan donde los libros no pueden: consiguen un anclaje en el presente que recuerda la tradición fermental de nuestras letras y nos permite visualizar nuevas promesas. Sus autores plantean la necesidad de que se profundice este laboratorio, en el que se cocina un auténtico hervidero de época: textos inéditos, anticipos de novelas, experimentos, riesgos, efímeras proezas. Semillas de lo incierto en una inmediatez que se erige por fuera de la red cibernética.
El ideal de sus creadores es lograr cuatro números cada año. Para el próximo, el entrevistado es el chileno Alejandro Zambra. Asimismo, habrá textos de una gran poeta, mujer viva de habla hispana que no ganó ningún Cervantes. El dato fue tirado así, como un anzuelo. Mientras tanto, en esta primera contratapa puede leerse el poema «La ciudad», de Constantino Cavafis, poeta griego mencionado por Trías en la entrevista. Es el muerto de la saga, el que nos recuerda el inicio de la canción. Las líneas culminan: «La vida que aquí perdiste/ la has destruido en toda la tierra». Es así que el huevo vuelve a partirse y nos ofrece su líquido amarillo, ese que no para de fluir.
1. En «Por qué, para qué una revista (sobre su naturaleza y su función en el campo cultural latinoamericano)», artículo de Pablo Rocca en Hispamérica.
2. Los Huevos del Plata fue publicada entre 1965 y 1969. El número 2-3 es de junio de 1966.