El momento de la visita de Juma a Montevideo es por demás oportuno: la onu ha declarado a 2014 Año Internacional de Solidaridad con Palestina, y la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel (BDS), de la cual Stop the Wall (stw) es uno de sus miembros palestinos más activos, ha dado en los últimos meses un salto cualitativo en el hemisferio norte. Por ejemplo, fondos de pensiones de Dinamarca, Holanda, Noruega y Suecia han decidido retirar inversiones de empresas y bancos israelíes; asociaciones académicas estadounidenses se han sumado al boicot académico; la central sindical y el gobierno de Sudáfrica han adherido al BDS; artistas e intelectuales de renombre –desde Roger Waters hasta Steven Hawking– se han sumado al boicot cultural. Todo esto está teniendo efectos sobre la economía israelí y se ha convertido en tema de reuniones de gabinete, artículos de opinión en los grandes medios israelíes e internacionales como el Financial Times y el New York Times, y hasta el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, habló recientemente del BDS.
—¿Qué es STW, cuándo surge y cómo trabaja?
—El movimiento popular contra el muro y las colonias surgió en 2002, cuando Israel empezó a construir el muro alrededor de las áreas palestinas en Cisjordania. Nuestra respuesta fue organizar en comités populares de resistencia a las comunidades que iban a ser más afectadas por el muro. Así empezamos a realizar manifestaciones y a ponernos en contacto con periodistas y activistas de solidaridad israelíes e internacionales.
Esto se dio en medio de una situación muy difícil: cuando Israel, conducido por Ariel Sharon, invadió todas las ciudades palestinas con la intención de destruirlas y construir este muro gigantesco. Entonces puso bajo toque de queda y paralizó a toda Cisjordania, mediante 630 checkpoints y bloqueos de rutas que desconectaron a todas las ciudades y pueblos palestinos entre sí. Y para controlar más el movimiento de la población, agregó 34 “terminales” (los grandes checkpoints que la separan de Jerusalén y las áreas israelíes).
Lo que ha resultado de ese proyecto es un sistema de apartheid muy sofisticado y eficiente, que fragmenta al territorio palestino, confisca la tierra y las fuentes de agua y expande las colonias judías ubicadas entre las localidades palestinas, haciendo que el aislamiento sea más poderoso. El muro tendrá 800 quilómetros de longitud cuando esté terminado.
Esto se complementa con otro sistema de segregación, que ni siquiera se vio en Sudáfrica: 14 mil quilómetros de carreteras construidas en Cisjordania para conectar a las colonias judías entre sí y con Israel, aislando y encerrando a las localidades palestinas. Para éstas se construyó una red alternativa, separada del sistema judío por 48 puentes y túneles. En ningún otro caso en la historia moderna se vio un sistema de control así sobre toda una población. ¡Y quieren que esto quede como algo permanente! El objetivo es tenernos encerrados para que Israel se pueda expandir desde el Mediterráneo hasta el río Jordán, con los colonos disfrutando de la tierra, el agua y los recursos palestinos. Y con el tiempo seremos olvidados, igual que los indígenas norteamericanos en las reservas.
Es por eso que se necesita un movimiento de resistencia contra este plan. Y el movimiento popular ha logrado muchas cosas. En primer lugar, haciéndole las cosas difíciles a Israel en el terreno, y dando el mensaje de que este pueblo no se va a rendir nunca a ese sistema de opresión y despojo. Nuestro principal objetivo es mantener la resistencia popular; estamos seguros de que con el tiempo volverá a ser masiva en todo el territorio palestino.
—¿Qué tipos de acciones o estrategias están llevando adelante dentro de Palestina?
—Nos hemos enfocado en tres estrategias: organizar a la gente en comités populares para resistir la ocupación, la expansión de las colonias y el muro, los ataques de los colonos y del ejército; documentar las violaciones de derechos humanos que cometen a diario contra nuestro pueblo; hacer que nuestra voz llegue al mundo y así se fortalezca la solidaridad internacional, fundamentalmente a través de la campaña de BDS.
Los activistas internacionales empezaron a ir a Palestina, a participar en las manifestaciones, y a dar testimonio de nuestra resistencia cuando vuelven a sus países. Esta conjunción de esfuerzos hizo que en 2004 la Corte Internacional de Justicia emitiera una resolución diciendo que el muro y las colonias son ilegales e Israel debe desmantelarlos, devolver la tierra robada y compensar a la población palestina por sus pérdidas. Esto fue un paso muy significativo, y una herramienta que la sociedad civil palestina y la solidaridad internacional han utilizado para fortalecer sus campañas de concientización y ganar legitimidad. Y ayudó a impulsar rápidamente el movimiento BDS, para aislar a Israel y decirle que lo que está haciendo es intolerable, que los sistemas de segregación y los muros no son aceptables en el siglo XXI. Y para decirle al mundo que tiene que oponerse firmemente al apartheid israelí, como hizo con el sudafricano.
—¿Cómo ves la actual ronda de negociaciones auspiciada por Kerry?
Las “negociaciones de paz” se congelaron en 2009, y en julio del año pasado la Autoridad Palestina (anp) aceptó volver a la mesa, después de mucha presión de Estados Unidos y Europa. Pero las condiciones son demasiado humillantes para el pueblo palestino: aceptar que Israel continuará construyendo y expandiendo las colonias en nuestra tierra. Si la finalidad del proceso es tener un Estado palestino, ¿cómo es posible aceptar eso, cuando las colonias van a impedir que haya un Estado palestino?
En estos cinco años se han construido más de 9.500 nuevas viviendas judías en nuestro territorio. El ejército expulsa a la población palestina de las áreas que Israel quiere anexarse, encerrándola en bantustanes y liberando el resto del territorio para las colonias. Durante estos cinco meses de negociaciones ya han evacuado a cuatro comunidades del Valle del Jordán; 42 personas han sido asesinadas por las fuerzas de ocupación; los colonos están intensificando sus ataques contra las aldeas palestinas: incendian mezquitas, casas, autos; queman y destruyen árboles de olivo y cultivos… ¡Y todo esto está ocurriendo al mismo tiempo que las negociaciones!
Entonces, ¿negociar para qué? Claramente, las negociaciones serán un gran fracaso. A los palestinos no les queda nada para dar: los israelíes lo quieren todo, y quieren que aceptemos este sistema colonial de bantustanes y este control absoluto sobre nuestras vidas y movimientos, con el sistema de permisos para desplazarnos de un lugar a otro, para ir a trabajar, a estudiar… Y si nos portamos mal, si queremos hacer otra Intifada, con el sistema de control que han implantado, están en condiciones de encerrarnos completamente y ponernos bajo toque de queda, simplemente cerrando esos 48 túneles y puentes y esas 34 terminales. Y así pueden encerrarnos como en Gaza.
¿Quién puede aceptar vivir en esta situación? ¿Y cómo el mundo puede aceptar un régimen como éste en el siglo XXI? Así como el pueblo de Sudáfrica no aceptó vivir bajo el apartheid, el pueblo palestino no se va a resignar a vivir bajo un sistema aun más sofisticado. Israel es un estado colonial y racista, y como tal debe ser aislado y sancionado por la comunidad internacional, como lo fue Sudáfrica.
—¿Cómo ves el rol de la anp, que tiene embajadas en nuestros países, y que a veces es el único contacto directo que la gente tiene con Palestina?
—Por eso creo que es importantísimo fortalecer los contactos directos entre la sociedad civil de Palestina y América Latina. El problema de la anp es que tiene las manos atadas por todos los acuerdos que ha hecho con Israel, está muy limitada en lo que puede pedirle al mundo, y siempre está con miedo de lo que Israel pueda hacerle. Todo el tiempo le estamos diciendo a la anp: ustedes tienen que empezar a llamar al BDS. Y creo que está llegando el momento, porque todo tiene un límite: ellos ya cedieron todo lo que podían ceder en las negociaciones, y ahora es tiempo de ir a la comunidad internacional, de elevar el estatus diplomático de Palestina, de adherir a los órganos e instrumentos internacionales, de llevar a Israel ante la Corte de La Haya y de llamar a la comunidad internacional a aislar a Israel mediante el BDS. Es la única forma de forzarlo a respetar las resoluciones de Naciones Unidas.
—¿En qué medida las divisiones políticas y la crisis de liderazgo han afectado a la lucha palestina y sus posibilidades de reconstruir un proyecto de liberación nacional?
—No hay duda de que esa crisis ha postergado y debilitado la lucha palestina. Pero tenemos que ver las raíces de esta división: en gran medida fue fomentada desde afuera; Occidente no aceptó las elecciones democráticas que en 2006 llevaron al triunfo legislativo de Hamas, y castigó al pueblo palestino por haber ejercido la democracia. Eso contribuyó a agrandar la brecha entre Gaza, ahora bajo control de Hamas, y Cisjordania, gobernada por la anp de Fatah, responsable no sólo de firmar los Acuerdos de Oslo con Israel sino también de implementar las políticas neoliberales impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea.
Pero estas políticas tarde o temprano van a unificar al pueblo palestino. Pronto ya no va a quedar nada que disputarse: Israel está quedándose con todo. Entonces, ¿por qué tipo de poder van a pelear? Gaza es la prisión al aire libre más grande del mundo, y la vida allí se está haciendo imposible: los recursos se están acabando, ya no queda agua para beber, la agricultura ha sido destruida por Israel. No habrá un estado islámico en Gaza, ni habrá un estado laico en los bantustanes que Israel le va a dejar a la anp en Cisjordania. Por eso no nos queda otro camino que la confrontación, y movilizar a la comunidad internacional para que nos ayude a luchar por nuestros derechos.
—¿Qué sigue, entonces?
—Este año para nosotros es clave. Vamos a lanzar la campaña “Diez años es suficiente” para exigir que se implemente la decisión de la Corte Internacional de Justicia de 2004. Después de que esta ronda de negociaciones concluya en abril con un fracaso, habrá una presión popular muy fuerte sobre la anp para que termine con esta farsa y se dirija a La Haya para exigir que la comunidad internacional sancione a este régimen colonial de apartheid. Ese es nuestro objetivo para este año, y para ello pedimos el apoyo internacional. Y por eso venimos a apelar a la conciencia moral de los pueblos de América Latina.
Israel tiene una historia muy sucia en esta región: fue la mano derecha de los regímenes dictatoriales y criminales, entrenando y armando a militares y escuadrones de la muerte. ¿Y ahora resulta que lo reciben con los brazos abiertos? Lo nuestro es un llamado a que no acepten eso. El armamento y la tecnología militar que les venden a ustedes los prueban en el terreno con nuestro pueblo, porque esas armas se testean sobre los niños de Gaza, de los campos de refugiados, y tienen todavía el olor de la sangre… América Latina debería estar encabezando la campaña mundial por el BDS: sus pueblos tienen una larga historia de luchas contra el colonialismo, contra las dictaduras, contra el imperialismo; han sufrido como nosotros y han pagado un precio enorme por esas luchas.
—¿Por qué consideran que el BDS es la estrategia más eficaz para derrotar a Israel?
—Por varias razones: ante todo es una cuestión ética. Y en la historia de liberación ha demostrado ser una herramienta eficaz, para Sudáfrica y otras luchas. Y porque tiene un efecto directo sobre el gobierno israelí, sobre su economía, sobre la opinión pública. A nivel internacional, porque es una formidable campaña de concientización, basada en principios morales y del derecho internacional, que son incuestionables. Y porque cualquier persona puede participar: es una decisión individual, moral, que yo puedo tomar y no depende de nadie más. Y al mismo tiempo es colectiva: involucra a sindicatos, universidades, artistas, iglesias, a la sociedad en general. ¡Y es muy efectiva! Israel por décadas se ha apoyado en una propaganda donde se presenta como víctima. Ahora es el momento de mostrarle al mundo que no son las víctimas sino que están victimizando a un pueblo que no tiene absolutamente ninguna culpa por lo que les pasó a los judíos en Europa.
Y estamos mostrando que este conflicto no tiene nada que ver con judíos versus musulmanes. Tenemos muy buenos amigos en el campo judío, israelíes anticolonialistas, antisionistas que se han sumado a nuestra lucha, incluso impulsando el BDS desde adentro. El problema es el sionismo como proyecto colonialista. Israel heredó y encarna el colonialismo europeo del siglo xix, y lo desarrolló hacia un sistema de apartheid que no existe en ninguna otra parte del mundo en el presente. Por eso en esta lucha humanista estamos juntos musulmanes, cristianos, judíos, budistas, personas seculares, que somos anti colonialismo, anti ocupación, anti esclavitud.
ISRAEL, EL BDS Y AMÉRICA LATINA
En una reunión con activistas de la solidaridad en Montevideo, Jamal Juma y Maren Mantovani (encargada de relaciones internacionales de stw) se refirieron especialmente al papel de América Latina. Debido al crecimiento exponencial del movimiento BDS en Europa y América del Norte –sobre todo después de que la Unión Europea emitiera directrices en 2013 prohibiendo la financiación y las inversiones en toda empresa o institución israelí que opere en el territorio ocupado– Israel está apostando fuerte a los “mercados emergentes” como India, China y América Latina, porque –dice– a éstos “no les importan los derechos humanos, sino nuestra tecnología”.
“Es un insulto a los pueblos de América Latina, que tienen una historia de más de cinco siglos de resistencia contra el colonialismo”, afirmaron los miembros de stw, para quienes los movimientos sociales e indígenas, los sindicatos, los gremios estudiantiles, los partidos de izquierda tienen que desmentir esa afirmación sumándose al movimiento. “En los países del Mercosur hay que trabajar para que el bloque rompa el tratado de libre comercio que firmó con Israel en 2007. Un tratado absurdo, con un mercado de 6 millones de personas, que no le ha reportado ningún beneficio al bloque y sólo ha servido para fortalecer el papel de Israel en la región, abriéndole sus mercados a las colonias, o a empresas como la estatal Mekorot, que roba el agua palestina y la administra con políticas de apartheid, justo cuando en otras partes del mundo está perdiéndolos. Hay que presionar a los gobiernos de Dilma, de Mujica, de Cristina, que se dicen progresistas, para que por lo menos, como un primer paso –aunque insuficiente– establezcan directrices similares a las de la Unión Europea: que quiten del tlc los productos de las colonias, o que incluyan cláusulas de derechos humanos que impidan adquirir tecnología militar de un país que viola sistemáticamente el derecho internacional, ignora las resoluciones de la onu y está ocupando y colonizando a otro pueblo desde hace 66 años.”