Todos los muros, el muro - Semanario Brecha

Todos los muros, el muro

Muro en la frontera entre Estados Unidos y México Afp, Brandon Bell

Pasó desapercibido para los grandes medios, como suele suceder con las noticias que desnudan el modelo actual, cincelado con base en exclusiones. Esta semana comenzó la construcción del primer gran muro fronterizo entre países de América Latina y el Caribe, destinado a impedir la migración de haitianos a República Dominicana. En una decisión nada simbólica, la obra comenzó a erigirse en las orillas del río Masacre, el principal paso fronterizo de la isla, donde se asientan ambas naciones. Tendrá 160 quilómetros de extensión, casi 4 metros de altura y 20 centímetros de espesor. Si consideramos que la frontera binacional tiene 380 quilómetros, casi la mitad estará amurallada.

Pero no se trata solo de la pared de hormigón. Está previsto instalar 70 torres de vigilancia, además de sensores de movimiento, cámaras de reconocimiento facial, radares y sistemas de rayos infrarrojos. El costo total será de unos 31 millones de dólares. Según las declaraciones del gobierno, se trata de controlar la «migración ilegal» y el «crimen organizado». Pero, más allá de las razones argüidas por el presidente de República Dominicana, Luis Abinader, se trata de poner a salvo la prosperidad de los negocios turísticos de un país que, en plena pandemia, está recibiendo a 700 mil turistas por mes, lo que indica que pronto puede llegar a los 10 millones y convertirse en uno de los principales mercados de la región.

El problema de los muros es su impresionante multiplicación. «Treintaiún años después de la caída del muro de Berlín, nos encontramos en un mundo con más muros que nunca. Y es que 4.679 millones de personas en el mundo (el 60,98 por ciento) viven en un país que ha construido uno de estos muros en sus fronteras», señala el informe «Mundo amurallado, hacia el apartheid global», publicado por Transnational Institute, el Centro Delàs de Estudios por la Paz y la campaña Stop The Wall en 2020. El informe agrega que, mientras que en 1989 existían seis muros en el mundo, hemos llegado a 63 y, para agravar las cosas, existen varios muros invisibles, ya que «muchos más países han militarizado sus fronteras mediante el despliegue de tropas, barcos, aviones, drones y vigilancia digital, patrullando tierra, mar y aire. Si contamos estos “muros”, serían cientos».

Los datos que va sumando el informe son apabullantes: solo en 2015 se construyeron 14 muros, seis de cada diez personas en el mundo viven en un país que ha construido muros en sus fronteras, y Asia tiene el mayor número de muros (56 por ciento), seguida de Europa (26 por ciento) y África (16 por ciento). El principal argumento para construirlos es detener la inmigración; el siguiente, combatir el terrorismo, el contrabando y el narcotráfico. Israel es el país con el mayor número de muros (seis); le siguen Marruecos, Irán e India (tres), y Sudáfrica, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Turquía, Turkmenistán, Kazajstán, Hungría y Lituania (dos). India ha construido tres muros fronterizos de 6.540 quilómetros de largo, lo que significa que el 43 por ciento de sus fronteras están amuralladas. El Sahara Occidental tiene un muro construido por las fuerzas de ocupación marroquíes, considerado «la barrera militar funcional más grande del mundo», de 2.720 quilómetros, rodeado por 9 millones de minas terrestres, lo que lo convierte en uno de los países más minados del mundo.

NEGOCIOS SON NEGOCIOS

El mencionado informe revisa quiénes se benefician de las grandes obras, desembocando en la llamada industria de seguridad fronteriza, integrada por las grandes multinacionales de la guerra, las mismas que construyen el armamento más sofisticado y costoso. «Nuestra investigación identificó grandes empresas armamentistas, como Airbus, Thales, Leonardo, Lockheed Martin, General Dynamics, Northrop Grumman y L3 Technologies, como las principales ganadoras de los contratos relacionados con la construcción de muros fronterizos y vallas en Europa y Estados Unidos», destaca el informe. En algunos casos, se encargan de la construcción de muros y vallas empresas vinculadas a los ejércitos, modalidad que está siendo muy utilizada por gobiernos como el de Andrés Manuel López Obrador para sus grandes obras de infraestructura, como el Tren Maya. Además, los muros utilizan sistemas tecnológicos, como equipos de monitoreo y cámaras de detección e identificación, vehículos, aviones y armas, que suelen ser proporcionados por las empresas de seguridad o directamente por las fuerzas armadas.

Por los datos que van surgiendo, debemos dejar de observar los muros como una anomalía o una desviación de la norma, para explicarnos las razones por las cuales se han convertido en algo así como el sentido común en este período de profundos trastornos geopolíticos, que se alargan –¿o comienzan?– en sociedades fracturadas por desigualdades decimonónicas que amenazan con seguir creciendo. Lo que revela la profundidad del desvarío ético en el que estamos naufragando como humanidad es que se convierte a las víctimas en culpables, a los migrantes que huyen de la pobreza en amenazas para la seguridad. Qué lejos quedaron los años en que las sociedades latinoamericanas recibían con los brazos abiertos a los españoles y los italianos pobres (por no mentar el amplio abanico de naciones del este europeo) que huían de las guerras, las hambrunas y las persecuciones.

Este verano en Antofagasta, miles de chilenos pobres y de clases medias motorizadas se manifestaron diariamente con carteles escritos a mano: «Fuera la delincuencia», «No más venezolanos». Huelgas de camioneros, cortes de carreteras y ataques racistas se convirtieron en algo habitual. El gobierno decretó el estado de excepción en cuatro provincias que limitan con Perú y Bolivia para atajar lo que denomina crisis migratoria. A comienzos de diciembre, el candidato de derecha José Antonio Kast propuso construir zanjas en la frontera norte, descerrajando una frase lapidaria: «Una zanja es más barata que un muro». En opinión de sus seguidores, la inmigración compromete la soberanía nacional.

Quién hubiera pensado que al caer el muro de Berlín, en vez de enterrarse para siempre la ignominia que encarnaba, sucedería todo lo contrario: que se reencarnaría en decenas de otros muros, que van pariendo más y más muros, amurallando el planeta de paredones, en los que se estrellan los perseguidos por todas las injusticias.

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