El lector Carlos Nilson, en una nota de opinión publicada en Brecha el pasado viernes, hace alusión a mi nota «La parábola del “malla oro” y las urgentes consideraciones» y a la réplica de Juan Martín Posadas una semana después, que ya respondí.1 Lo mejor que le puede pasar a uno cuando escribe una nota de opinión es que se abra un debate que clarifique los diversos puntos de vista. Pero, para que haya un debate, es imprescindible que haya dos o más que opinen (y aquí tenemos tres), y, sobre todo, que lo hagan sobre el mismo tema. Y eso no está pasando en este caso.
Las preocupaciones de mi nota eran que se vienen empleando políticas que producirán una redistribución al revés, fortaleciendo a los fuertes y debilitando a los débiles, a pretexto de que son aquellos los que empujan la economía. Y que se está gobernando con un estilo que abusa del poder de mayoría, dejando sin espacios de participación no sólo a la oposición, sino a la sociedad toda. Pero Nilson menciona esto sin hacer comentario alguno y omite lo otro. Y a partir del comentario de Posadas sobre la forma que manejó el Frente Amplio (FA) la inversión en las plantas de celulosa, establece (no se sabe si resumiendo la opinión de Posadas o la suya propia) que «si no existe mucha diferencia, existe mucha semejanza».
Es este el punto que me preocupa. Como no creo ser obtuso, no defiendo todo lo que hizo el FA en sus tres gobiernos. Yo mismo he criticado públicamente la forma y las condiciones en que las pasteras entraron al país, bajo gobiernos de derecha, y se consolidaron bajo gobiernos de izquierda, de los mismos que antes habíamos criticado esas inversiones. Pero, basándose en ese solo ejemplo (y reconozco que hay otros), deducir que todo es lo mismo y que todo se trata de que la «sociedad postergada […] sigue siendo rehén de la brecha sempiterna del sistema político» es dar un paso muy largo. Y peligroso. Porque todo este discurso de la «brecha», que hemos tomado prestado de otras comarcas, lo que pretende probar es que da lo mismo que gobierne quien gobierne, y no cómo y para quién gobierna.
Denostar la ideología es, también, una ideología, una que puede conducir a abismos peligrosos. En los años setenta ya lo vivimos aquí mismo. Y no queremos que esas sombras oscuras vuelvan.
1. Por razones de espacio, la opinión sobre este debate de Arturo Ferrizo Izmendi estará abierta en el sitio web de Brecha.