Brindis con el nazismo - Semanario Brecha

Brindis con el nazismo

“Yago, sobre el poder en las sombras”.

“Yago, sobre el poder en las sombras”

La puesta de Yago, sobre el poder en las sombras dirigida por Susana Anselmi vuelve a poner en la cartelera montevideana al Teatro Stella, que este año apuesta a mantener varias obras en cartel para intentar retomar su lugar como escenario activo (recordemos que fue inaugurado en 1895, recibió, entre otras grandes figuras, a Carlos Gardel y fue declarado monumento histórico nacional para evitar su demolición tras tener que superar varios cierres). Para remitir a la larga historia de esas tablas, Anselmi decide trabajar su puesta colocando al público sobre el propio escenario, en el centro del teatro, posicionando al espectador desde otra perspectiva para observar. Y no sólo eso, sino que la directora monta un banquete en el que el público es invitado a brindar con este personaje creado por Diego Araújo a partir de una reescritura de Otelo, el moro de Venecia de Shakespeare y su vinculación con Martin Bormann, secretario privado de Adolf Hitler. El resultado es poderoso si además se suma que la composición de Sebastián Silvera en el rol de este militar nazi es tan verosímil que intimida, a la vez que invita a pensar.

El texto de Araújo trabaja el paralelismo entre Yago, con su rol de confidente del poder y tejedor de planes macabros, y la figura del oficial Martin Bormann, ya que ambos, a pesar de su aparente rol secundario, manejaban los hilos del drama humano que se desataría tras sus actos. Mediante un monólogo que va develando los celos y la ambición desmedida que mueven al personaje, este se desdobla en otros, con los que dialoga sobre sus planes para acceder al poder –como el propio Hitler, Joseph Goebbels (ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich), Eva Braun (esposa de Hitler) y Hermann Fegelein (general de las SS)– mientras se desprende el paralelismo con las figuras shakespearianas de Otelo, Casio, Desdémona y Rodrigo. La directora trabaja en la interesante línea de posicionar al público de una manera muy cercana al actor, para convivir con el personaje y su discurso, generando cierta complicidad que puede ser respondida o no. También acerca ese discurso mediante proyecciones de figuras políticas que en la actualidad manejan otras oralidades tal vez no tan alejadas de las ideas de aquel personaje que se mueve desde las sombras.

Es interesante el uso de recursos escénicos en el montaje que aportan dinámica al monólogo y apoyan la performance de Silvera (Odio oírlos comer, Incendios). Anselmi utiliza el descenso del personaje desde las alturas, lo ubica entre el público, que se encuentra sentado en mesas, y se apoya en un excelente diseño de luces a cargo de Nicolás Amorín para transportar al personaje hacia otros espacios del teatro, como las tertulias y los palcos. Su accionar solapado, como un fantasma que todo lo ve y todo lo escucha, se define desde estas decisiones escénicas, que dan un vuelo contemporáneo a la puesta. Otro recurso muy bien trabajado en la composición del ambiente que rodea al personaje es el de la estridencia, con música original y diseño de sonido de Alfredo Leirós. La música actúa como un personaje más, que profundiza el desagrado, la incomodidad y el sentimiento de incorrección que el discurso que escuchamos provoca. Es un hallazgo el diálogo entre Yago-Bormann y la calavera que representa a Hitler-Otelo, mientras remite insistentemente al clásico “ser o no ser” y aporta cierta cuota de humor negro que atraviesa la puesta.

Una vez más el teatro demuestra que es un agente transformador, o al menos, que invita a pensar sobre lo que allí se ha visto y escuchado: tal vez aquel Yago de la ficción sea más real de lo que pensamos.

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