A la salida de La Habana, como quien se dirige hacia las provincias de Artemisa y Pinar del Río, grandes terrenos parecen haber quedado a la buena de Dios. La impresión que causan resulta más contradictoria debido a la abundante población que reside en esa región de la isla, jalonada de pequeñas ciudades y pueblos que se alternan con fincas y polígonos industriales.
Entre ellos, el marabú y otras malezas se adueñan del paisaje. Se trata de un sinsentido que se repite por varias decenas de quilómetros, junto a la costa noroccidental de Cuba, a menos de media de hora del centro de la capital y a sólo unos pocos minutos del Puerto del Mariel, la principal apuesta cubana de cara a su pretendida modernización económica.
“Aquí hubo caña (de azúcar) por muchos años, pero después que desmontaron l...
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