Aquellos Lugares 6
El privilegio del mirador
Autor: Carlos María DominguezRegresé varias veces al mirador de Punta Gorda donde quedan los restos de una fortificación que construyó Oribe y un monolito recuerda que muy cerca los indios se comieron a Solís. La geografía es una suma de historias que se borran y superponen.
Es un libro, un paisaje, un lugar, un árbol
Autor: Inés BortagarayBusco en Internet. Me fijo en la biblioteca de casa. Hablo con algunas personas que siempre son un faro en todos Los Temas de la Vida y el Mundo. De alguno de esos lados saco un nombre: Cerro Pelado. No el Cerro Pelado de Maldonado. Este es del noreste. Queda sobre la ruta 27, a 73 quilómetros de la capital de Rivera.
Un tesoro
Autor: Horacio CavalloPunta Gorda es una barranca al norte del departamento de Colonia, entre Carmelo y Nueva Palmira. Todo parece detenido: las casas a la altura de la costa, con redes a la vista y sombra de palmeras, ceibos y álamos. Las construcciones sobre la barranca y un camino de tierra hacia el viejo hotel y parador.
Antipaisaje con motos chinas
Autor: Gustavo EspinosaLas tribus urbanas en motocicleta –que esquivan por un pelo al vendedor de panchos pero también a cualquier categorización sociológica– son para Gustavo Espinosa un síntoma de que la moto barata es la prótesis de cada treintaytresino.
Reino animal
Autor: Carolina BellosEl Museo Zoológico Dámaso Antonio Larrañaga es conocido por generaciones como el Museo Oceanográfico. Tal vez porque en el imaginario de los montevideanos que pasaron por ahí desde 1948 quedó fosilizado el esqueleto espectral de una gran ballena: la del museo. En él se puede encontrar todo tipo de fauna autóctona: aves, reptiles y felinos como el leopardo que se exhibe en la recepción y es motivo de orgullo.
Las brujas de Las Brujas
Autor: Martín BentancorAunque nadie las vio llegar, la noticia de su presencia en la zona se extendió rápidamente por los rancheríos, no faltando luego quien las viera trajinar por el camino de las tropas rumbo al rancho en la costa, desmelenadas y polvorientas por la travesía en los caminos de tierra, parcas entre sí y silenciosas como el aire estancado que rumbea hacia el mediodía. Y a los pocos días de su llegada comenzaron las apariciones.