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Primer estreno en meses: “El valor de una mujer”1.

Cristiana Capotondi, quien interpreta a Nina, la protagonista de esta película, fue una de las firmantes, junto con un centenar de actrices, del documento llamado “Dissenso comune”, en el que el acoso sexual fue denunciado como un fenómeno transversal, sistemático y enquistado en el mundo del espectáculo italiano. En el texto apuntan sus baterías a una cultura que utiliza a las actrices para el deseo masculino, sexualizándolas constantemente.

Coherentemente con esta acción, la protagonista es un ejemplo a seguir respecto a ciertas realidades del acoso sexual laboral. Se trata de una mujer que comienza a trabajar como empleada doméstica en el Instituto Baratta, una residencia de ancianos ubicada en los vistosos campos de Lombardía y administrada en parte por la Iglesia Católica. Parece un trabajo tranquilo y especialmente conveniente por los beneficios sociales que otorga, incluidos el alojamiento y la educación para su hija. Pero la limosna es grande y Nina hace bien en desconfiar desde el primer momento.

Lo interesante es que el libreto no opta por exponer una violación consumada, sino un intento frustrado, un abuso sexual que sólo acontece una vez (al menos contra la protagonista). De esta manera, la película cumple a la perfección cierto rol pedagógico y se convierte en un material ideal para instruir sobre el acoso sexual, sobre el porqué de los silencios generalizados que suelen generarse en torno a su consumación y sobre la necesidad de confrontar y denunciar a los responsables.

Cuando debe elegir entre abandonar el trabajo y acudir a la Justicia, la protagonista opta por el segundo camino, que parece más arduo. Su esquema de valores es inflexible ante la idea de ceder terreno a una injusticia y tener que abandonar un puesto de trabajo que se ganó y en el que se desempeña a gusto. Siguiendo esta lógica de modelo de conducta, la película tiene, entonces, un devenir bastante predecible y hasta panfletario. Por supuesto, panfletos los hay buenos y malos, así como hay toda una gama intermedia. Pero aquí los mayores problemas acontecen pasada la primera mitad del metraje, cuando las partes van a juicio y la historia comienza a avanzar precipitadamente, como si el director, Marco Tulio Giordana, hubiera debido eliminar varias escenas en la sala de montaje para ajustar el metraje a una duración escueta, convencional y televisiva.

El resultado es cambiante pero positivo de a ratos. Hitchcock decía que cuanto mejores son los villanos, mejores son las películas. Aquí lo mejor es la composición de dos personajes sumamente desagradables: por un lado, un sacerdote soberbio y dedicado al encubrimiento sistemático; por otro, el violador serial y director de la institución, quien, durante la agresión a la protagonista, gargajea frases como “mirá lo que me estás haciendo” (refiriéndose a su erección) y “mirá lo que me estás haciendo hacer” (refiriéndose a apretar su cuerpo contra el de ella). Los grandes actores Valerio Binasco y Bebo Storti cumplen bien con el cometido de ser particularmente odiosos.

1. Nome di donna. Italia, 2018.

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