Desde que se independizó de Francia en 1960, Camerún, un país llamado “África en miniatura” por su diversidad lingüística y geográfica, conoció dos dictaduras clánicas. La actual, dirigida por un casi octogenario Paul Biya, lleva más de tres décadas y se siente que está tocando a su fin. Mientras la sociedad civil pugna por emerger, y eso se traduce en la multiplicación de los espacios de debate, la descomposición del régimen se pauta, por ejemplo, en la violencia hacia los homosexuales. La influencia económica china, creciente, como en casi toda África, se ve a su vez en la aparición de China towns en distintas ciudades.
Los cientos de taxistas maniobran ayudados por los toques de bocina y algunos gritos de auto a auto. Los transeúntes esquivan los coches. Una de las avenidas troncal...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate