El pasado 27 de mayo la sociedad colombiana decidió en las urnas la celebración de una segunda vuelta para determinar quién será su próximo presidente. La cita será el 17 de junio y enfrentará al delfín del uribismo, Iván Duque, del partido Centro Democrático, que llegó a la segunda vuelta con 39,14 por ciento de los votos (7.569.693), con Gustavo Petro, de la coalición Colombia Humana, representante del progresismo, con 25,08 por ciento de los votos (4.851.254). La conquista de este segundo puesto fue muy ajustada, y dejó al centrista Sergio Fajardo –de Coalición Colombia– con una diferencia de 261.558 votos menos respecto de los obtenidos por Petro.
Pero la principal sorpresa del pasado domingo fue que 53,38 por ciento de los casi 36,8 millones de electores que componen el censo electoral colombiano ejercieran su derecho al voto; aproximadamente un millón de votantes más de los esperados en un país donde la abstención ha fluctuado históricamente entre el 50 y el 60 por ciento.
Para poder ganar en la segunda vuelta, Duque y Petro tendrán que hacer alianzas electorales con otras fuerzas políticas que corrieron en la primera. Por el lado conservador la cosa está clara: Iván Duque contará con el apoyo de Germán Vargas Lleras –ex vicepresidente del actual gobierno de Juan Manuel Santos–, quien el pasado domingo obtuvo 1,4 millones de votos. Esto posicionaría al candidato uribista con algo más del 46 por ciento del voto expresado en la primera vuelta.
En el ámbito progresista las alianzas electorales y la transferencia de votos serán cosas más complejas. La misma noche del 27 de mayo, ya sabiéndose candidato en el balotaje, Gustavo Petro llamó a una unidad democrática frente al riesgo de que el país vuelva a estar bajo el control de Álvaro Uribe a través de un presidente títere. La coalición pretendida por el petrismo implicaría a Sergio Fajardo y a Humberto de la Calle (quien fuera jefe de la mesa negociadora gubernamental durante el proceso de paz con las Farc y que se presentó electoralmente en representación del Partido Liberal). Sumando linealmente el respaldo de estas candidaturas, Petro podría alcanzar el 51 por ciento del voto movilizado en la primera vuelta.
En este sentido se están manifestando diferentes voces de la política colombiana, entre las que se destacan múltiples legisladores del Partido Liberal, el ex alcalde de Bogotá por la Alianza Verde (Antanas Mockus, principal apoyo a Sergio Fajardo en la primera vuelta) y el senador Jorge Robledo, del Polo Democrático, organización política que ya ha decidido oficialmente su respaldo a Gustavo Petro en la segunda vuelta. Sin embargo, ha sido la candidatura de Sergio Fajardo la que ha movilizado a esa parte del electorado de tradición abstencionista que salió a votar el pasado domingo, target poblacional sobre el que existen serias dudas de que vuelva a movilizarse por un candidato como Petro.
En paralelo, mientras Gustavo Petro negocia sus próximas alianzas electorales, hipotecando con ello parte de sus compromisos electorales de la primera vuelta (ahora se descarta la posibilidad de una asamblea constituyente en el país o la expropiación de grandes latifundios para que sean entregados a los pequeños y medianos productores agrarios), el gobierno de Juan Manuel Santos ratificará en estos días su asociación con la Otan, uno de los organismos militares más grandes del mundo.
En Colombia muchas voces ya hablan de la necesidad de reducir los gastos militares y el número de integrantes de sus fuerzas armadas, estando ya en una etapa de posconflicto. Pero la ratificación de Colombia como “socio global” de la Otan materializará el anhelo de un gobierno que quiere ser reconocido por Estados Unidos como aliado estratégico antes de lo que pueda suceder el próximo 17 de junio.
Cabe indicar que los “socios globales” –estatus orgánico que no es similar a la condición de miembro de la Otan– pueden contribuir a las operaciones y misiones de esta alianza militar en diferentes partes del mundo, así como aportar su territorio –caso de Afganistán o Irak– para la realización de maniobras, lo que implicaría una clara desestabilización política en la región.
* Desde Quito.