«¿Cómo te fue este año?», me preguntó un amigo músico de Cisjordania cuando nos vimos por primera vez en varios años. «Nosotros hemos pasado por muchas cosas antes, pero nunca tuvimos miedo», me dijo. «Ahora, no sabemos. Me podría encontrar con un soldado israelí al que no le guste mi cara o mi instrumento y que de repente me dispare. Es como si el país estuviera agonizando.» No supe qué responderle. En estos casos, los intentos de tranquilizar o recontextualizar son un insulto a la inteligencia.
Lo «único» que se les pide a las fuerzas israelíes que hagan en el norte de Gaza, dijo el mes pasado un alto comandante israelí al Haaretz, es «desplazar a la población hacia el sur y aplanar los edificios». Nizam Mamode, un cirujano británico retirado que trabajó como voluntario en Gaza a principios de este año, testificó ante el Comité de Desarrollo Internacional de la Cámara de los Comunes británica el mes pasado. «Cuando cruzamos la frontera», dijo, «el paisaje me hizo pensar en Hiroshima y Nagasaki». Mamode trabajó en el Hospital Nasser en Jan Yunis: «Los drones bajaban y eliminaban civiles: niños. Escuchamos un caso atrás de otro. No es algo ocasional. Fue día tras día operando a niños que decían: “Estaba tirado en el suelo después de que cayó una bomba, y el cuadricóptero bajó, se posó arriba mío y me disparó”. Es claramente un acto deliberado y persistente».
Las máquinas de matar de más alta tecnología que nuestro mundo haya conocido jamás se están usando contra una población hambrienta y sitiada en un paisaje devastado y tóxico. El reciente informe del grupo de derechos humanos Forensic Architecture, Una Cartografía del Genocidio, ilustra la naturaleza compuesta de la destrucción de todas las formas de vida en Gaza. Hay destrucción en todos los niveles: desde el cielo lleno de drones hasta la contaminación tóxica que se filtra en la tierra y los cuerpos que viven en ella. El aire está lleno de partículas, el mar, de aguas residuales, las aguas subterráneas, envenenadas por municiones y toxinas.
«En mi opinión, ahora son más de 200 mil», dijo el profesor Mamode sobre el número de palestinos asesinados por Israel desde octubre de 2023, basándose en los hallazgos de The Lancet en julio: «He trabajado en varias zonas de conflicto y en diferentes partes del mundo (estuve durante el genocidio en Ruanda) y nunca había visto nada de esta escala. Esa es también la opinión de todos los colegas experimentados con los que trabajé. Uno de los cirujanos de mi equipo había estado en Ucrania cinco veces y me dijo: “Esto es diez veces peor”».
Mamode describió la muerte de un médico de unos 30 años por hepatitis A; la extracción de balas de cuadricóptero del cuello de un niño de 3 años que murió días después a causa de una infección; la falta de vendajes para un niño de 8 años que murió desangrado. La lista continúa.
«No vamos a parar hasta traerlos de vuelta», dicen los carteles con las fotos de rehenes israelíes pegados por todo el norte de Londres.
«Este ataque israelí en toda regla contra el pueblo palestino y la tierra palestina es por muchas cosas menos por los rehenes», afirmó el embajador palestino ante la ONU, Majed Bamya, el 21 de noviembre, después de que Estados Unidos vetara una vez más una resolución del Consejo de Seguridad pidiendo un alto el fuego: «Si hasta las familias de los rehenes pueden ver eso, ¿cómo puede alguien en esta sala afirmar lo contrario? Un alto el fuego nos permitirá salvar vidas. Todas las vidas. Fue cierto hace un año. Es cierto hoy. No resolverá todo, pero es el primer paso para resolver algo».
Los políticos se quejan de que no tienen suficiente información. Solo un puñado de parlamentarios asistieron a la presentación de la guía de políticas públicas del Comité Palestino Británico en la sede del Parlamento en noviembre, y había muchos asientos vacíos cuando el profesor Mamode se dirigió al Comité de Desarrollo Internacional. El testimonio está ahí, a la vista. Muchos periodistas han sido asesinados por informar sobre ello, pero el testimonio todavía existe y está disponible. Si hay pruebas suficientes para que la Corte Internacional de Justicia emita medidas especiales y la Corte Penal Internacional emita órdenes de arresto, seguro que hay elementos suficientes para que los políticos se pongan a trabajar. ¿Qué es lo que está en juego, aparte de su propia complicidad?
(Publicado originalmente en London Review of Books. Traducción de fragmentos a cargo de Brecha.)