La similitud física de la alergóloga y pediatra Aleida Guevara con su padre es llamativa. La coordinadora del programa continental cubano Operación Milagro no necesita presentar documento para demostrar que lleva la sangre del líder revolucionario argentino-cubano en sus venas. Sin embargo, Aleida recuerda con mucho humor una anécdota donde su semejanza con el Che fue puesta en tela de juicio por una criatura de 6 años. “En una oportunidad, una paciente intentó llamar la atención de su hijo y le dijo: ‘¿Sabías que la doctora es la hija del Che?’; ‘Imposible, mamá. ¿La hija del Che, tan gorda?’”, rememora Aleida y estalla en una carcajada que le achina los ojos. Pelo rubio trigal hasta la altura de las orejas, ojos café, sencilla en su vestimenta, verborrágica, distendida en el trato, estuvo casi tres semanas en Argentina para inaugurar el Hospital Escuela Ernesto Che Guevara en el barrio San Martín de la ciudad de Córdoba e impulsar como madrina política las brigadas militantes que coordinan la Operación Milagro y el programa de alfabetización Yo sí Puedo en el litoral y la Patagonia.
—Vine al país por invitación de la fundación Un Mundo Mejor es Posible (Ummep), para reimpulsar las misiones solidarias de la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba) en Argentina, que son la Operación Milagro y el programa (de alfabetización) Yo sí Puedo. De alguna manera, la misión alfabetizadora es la madre de la Operación Milagro. Cuando comenzamos a trabajar con el Yo sí Puedo encontramos cierta resistencia en algunas personas. Al poco tiempo nos dimos cuenta de que la dificultad en la formación de la lectura provenía de su mala visión. Entonces decidimos caminar conjuntamente con las dos misiones, porque nadie puede aprender a leer si tiene problemas en sus ojos. En estos días, además, tuve el privilegio de encontrarme con jóvenes médicos egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana (Elam). Ellos son como mis hijos, su carácter y resistencia me da mucha energía.
—¿En qué consiste la Operación Milagro?
—Para contar qué es la Operación Milagro primero tengo que hablar de la Brigada Che Guevara. La brigada surgió como una idea para reagrupar a todos los egresados argentinos de la Elam. La mayoría trabaja en hospitales públicos y en zonas vulnerables, pero como Argentina es un país tan grande, hacía mucho tiempo que no se encontraban. Para reencontrarnos, entonces, fuimos a trabajar en la prevención de la afección de cataratas a un pueblo de Chubut muy chiquito, que se llama Gan Gan. La catarata es una ceguera leve y prevenible pero mucha gente sin cobertura de salud pierde la vista por no tratarla a tiempo. Uno de los primeros pacientes beneficiados con este programa, cuando recuperó plenamente la visión gritó emocionado: “Esto es un milagro”. El nombre viene de ahí, de ese pequeño milagro que podemos alumbrar. En la última década, Cuba operó gratuitamente a más de 2 millones de personas con problemas de salud visual en toda la región. De ellos, 48 mil son argentinos. Cuando los egresados de la Elam no podían ejercer su título por un litigio con el colegio médico local, los doctores trataban a los pacientes argentinos en hospitales bolivianos fronterizos gracias a un acuerdo con Evo Morales. Ahora el hospital Ernesto Guevara, ubicado estratégicamente en Córdoba, a mitad de camino entre el norte y el sur, busca concentrar la atención de todos los argentinos con este problema visual.
—También en Brasil la llegada de médicos cubanos para trabajar en zonas vulnerables despertó críticas de la corporación médica. ¿Cómo viven esta situación?
—En Brasil hay cerca de 12 mil médicos cubanos, y queremos llegar a 14 mil. En Venezuela tenemos cerca de 11 mil médicos trabajando en misiones solidarias, como Barrio Adentro. La idea es llegar a zonas donde la cobertura sanitaria es muy floja. Por eso insisto en que nuestro objetivo no es desplazar a ningún colega. Todo lo contrario, la salud cubana intenta ocupar espacios vacíos, donde los más pobres de Latinoamérica sólo ven a los médicos en las series de televisión.
—¿Qué opina de los cambios anunciados en la política macroeconómica de Cuba? ¿La “perestroika” de su país se asemejará al abrupto giro económico instrumentado por otros gobiernos comunistas, como el chino o el vietnamita? ¿Cómo observa, en definitiva, la transición política iniciada por Raúl Castro?
—Para nosotros la palabra cambio es un poco difícil de aceptar. Porque cambio podría implicar que cambiamos de sistema político, que abandonamos el socialismo, y eso es inaceptable. Lo que estamos buscando son nuevas soluciones a viejos problemas, corregir políticas públicas que ya no resultan eficaces. Y lo hacemos de forma lenta, porque no podemos darnos el lujo de equivocarnos. En Cuba es muy importante la conciencia social, sin esa mística desaparecemos como país. Los cambios en economía no implican abandonar la formación política de los ciudadanos. Las dos cosas caminan de la mano. Son cambios lentos pero firmes. Por ejemplo, ahora se pueden vender las viviendas. Sólo la parte construida, porque la tierra, el lote, sigue siendo propiedad estatal.
—¿Los autos también entran en la lógica de compraventa?
—Claro, también podemos cambiar nuestros carros por dinero. En ese sentido la población tiene más posibilidades. Pero, insisto, esa puerta no está abierta del todo. Porque, ¿qué pasa? Ahora las familias adineradas de Miami buscan inundar La Habana con dólares, y eso podría disparar los precios de los inmuebles o de los autos. Esa situación no la podemos permitir.
—¿El liderazgo de Raúl Castro es muy diferente al de Fidel? ¿Qué ocurre con el desafío generacional de renovar los cuadros políticos de la revolución?
—Son parte del mismo proyecto. La personalidad de cada uno, en todo caso, es una anécdota. La cuestión generacional es un desafío porque Fidel, Raúl, en su momento el Che, han puesto la vara muy alta. Será muy difícil remplazarlos, pero ese camino ya está iniciado. Seguramente Raúl Castro dejará el gobierno en unos tres años, él ya anunció que este es su último período.
—¿Se anima a dar nombres para alistar en la posible sucesión?
—El vicepresidente primero, Miguel Díaz-Canel es un hombre muy respetado por el pueblo y un guevarista de pura cepa. Humilde, inteligente y con mucho carácter. Los cubanos ya ven en él un recambio posible, se sienten seguros con su continuidad.
—Es inevitable preguntarle por su padre. ¿Le resultó incómodo, en algún momento de su vida, ser la hija de un ícono revolucionario global?
—Todo lo contrario. La gente siempre me pregunta por el Che y entonces surgen los recuerdos personales que tengo de Ernesto Guevara papá. Yo tengo muy pocos recuerdos con papá, porque también fue poco el tiempo compartido. Él partió para el Congo cuando yo tenía 4 años. Sin embargo, esos momentos familiares fueron muy lindos. Papá era muy mimoso conmigo y mis hermanos, besaba muy apretado, casi que ni respirábamos cuando nos abrazaba. Así soy yo con mis hijos. Cuando llega la noche, mi hijo mulatico siempre me dice: “Mamá, ya estoy preparado para la sesión de besos”. Y eso me quedó de mi papá, que era demasiado exigente con él mismo y con nosotros, pero también era muy tierno (le brillan los ojos).
—¿Cómo está Fidel Castro? ¿Qué se sabe de él en la isla?
—A ver, primero quiero decir que estoy muy herida con ciertas informaciones malintencionadas que circulan sobre mi tío, porque yo a mi tío lo quiero tanto como a mi papá.
—¿Está hablando de Fidel cuando menciona a su tío?
—Claro, desde que soy bebé le digo tío. Realmente nos queremos mucho. A veces discutimos. Él es un poco terco, pero yo lo soy más. Por ejemplo, me insistía con que le pusiera Victoria a mi hija, en homenaje a una fecha revolucionaria que coincidía con el día de su nacimiento. Pero yo le di la discusión y la gané. La nombré Estefanía, y todos contentos igual. Ahora Estefanía le dice abuelo a Fidel. Una vez la maestra de la escuela me recriminó que Estefanía había insistido en clase con que tenía tres abuelos. Y yo le contesté cuál es el problema, está mi suegro, el Che, y Fidel, que es su tercer abuelo. Le expliqué la situación a la docente, que Fidel Castro había hablado con ella la noche anterior, y que él habla con ella como su abuelo. “Ah, entonces no hay ningún problema”, me contestó apurada (risas). Lamentablemente hace mucho que no lo veo a Fidel, y lo extraño. Sé que está trabajando en el estudio de plantas medicinales y escribiendo sobre los peligros de una tercera guerra mundial nuclear, que él ve como muy próxima por el conflicto entre Rusia y Europa por Ucrania, esa es su última obsesión. Lamentablemente, la alta intromisión de Estados Unidos con la Otan cerca de Moscú le está dando algo de razón.
—Ya que lo menciona, ¿la administración de Barack Obama modificó el vínculo con Cuba? ¿Su gobierno es menos injerencista que sus colegas republicanos en el cargo?
—No, lamentablemente, la relación empeoró. Con la toma de poder de Obama pensábamos que un hombre negro, vamos, debería tener cierta sensibilidad social. Nos equivocamos radicalmente. El bloqueo comercial durante la era Obama ha sido peor. Hace poco tiempo atrás la Casa Blanca inició una persecución comercial a un banco francés por decidir abrir una línea de créditos para afianzar negocios en la isla. Lo mismo sucedió con un banco suizo, que afronta una multa millonaria comercial por intentar saltar el cerco económico contra Cuba.
—Cristina Fernández viene sosteniendo una posición política muy fuerte contra Estados Unidos en el contexto del litigio con los fondos buitre. ¿Cómo lee la posición argentina en este conflicto?
—Pienso que el mundo atraviesa un momento muy particular. Lo que el gobierno argentino intenta hacer en el caso de los fondos buitre es abrir un camino para otros países de la región. Por eso acompaño las palabras de la presidenta argentina. No nos pueden seguir robando nuestro futuro. No somos hombres y mujeres ignorantes, somos gente con cultura, y sobre todo somos pueblos con ganas de defender lo nuestro.