El siglo de Benedetti, ese que se cumple este 14 de setiembre, empieza en la inmediata posguerra, cuando el mundo todavía no se recuperaba de los horrores de los que había demostrado ser capaz en las trincheras, en un país que ni siquiera había cumplido su propio siglo desde la independencia, pero en las décadas en que la sociedad uruguaya completaba su primer modelo de configuración nacional. Abarca casi todo el siglo XX, florece en el medio siglo, atraviesa los duros años de la dictadura y el exilio y se adentra en las perplejidades del nuevo milenio. En este largo camino, Benedetti no se ubica ni como espectador ni como simple testigo, sino como actor privilegiado de los avatares culturales, sociales y políticos de su tiempo. Su campo de acción se ubica del lado de la escritura, la creación y la reflexión intelectual, pero también de la acción política y la militancia social. Sus trabajos y preocupaciones no se limitan a la realidad inmediata de su país y su entorno, sino que trascienden fronteras y establecen redes y relaciones que atraviesan los continentes.
Con la perspectiva que dan los años transcurridos desde su muerte, su figura se vuelve más difícil de reducir y encasillar en categorías diáfanas. De pronto, nos damos cuenta de que fue un tranquilo hombre de acción, un resuelto narrador cambiante, un prolífico periodista que se hartó de serlo, un militante perpetuamente incómodo, un latinoamericanista al que acusaban de europeizante, un abuelo sin nietos, un parricida siempre en peligro de ser asesinado por sus hijos y un tímido escritor inmensamente popular.
Este especial que preparamos para celebrar su vida y su obra es fruto de esas perplejidades. En estas páginas, Constanza Correa Lust analiza al escritor y su máscara y se pregunta qué significa hoy, cien años después de su nacimiento, mirar el rostro de Benedetti como un intelectual comprometido. Gerardo Ciancio nos invita a un viaje por su poesía, que comienza a moldearse en el banco de una plaza de Buenos Aires leyendo un libro de Baldomero Fernández Moreno. Alejandro Gortázar, por su parte, aborda la narrativa de Benedetti como escritor realista, a partir de las especificidades del cuento «El resto es selva», integrado a la segunda edición de Montevideanos, y de un inusual comentario que le hace al crítico Jorge Ruffinelli.
También están las palabras del propio Mario, ya sea a través de una de sus últimas entrevistas como de un conjunto de cartas que convocan, a su alrededor, las figuras de significativos otros –Mario Vargas Llosa, Carlos Quijano, José Saramago, Liber Seregni y Antonio Frasconi– y que nos revelan las distintas facetas del escritor, el intelectual, el periodista y el poeta cuyos versos musicalizaron tantos.
Mario Benedetti está, además, ligado a nuestra propia historia como medio de prensa, en la medida que fue uno de los fundadores de nuestro semanario. Confiamos en que recorrer estas páginas sea también, para los lectores de Brecha, lo que ha sido para nosotros escribirlas: una manera de reconocernos en una genealogía, de entender algunos porqués y cómos de una forma de ejercer el periodismo que cada viernes, obstinadamente, vuelve a encarnarse en tinta y papel.
Brecha agradece a la Fundación Mario Benedetti la cesión de las cartas y fotos que reproducimos en este especial, así como el tiempo que dispusieron para atender nuestras muchas consultas. Agradecemos también el permiso otorgado por Bethel Seregni para reproducir la carta que el Gral. Liber Seregni le escribió a Benedetti desde la cárcel.