En el súper, en la planta baja, hay heladeras completamente vacías y en algunas de las góndolas, señalando lo que en algún pasado reciente se ofrecía allí, sólo quedan cenefas. Pese a la poca variedad que ofrecen la gente sigue yendo a comprar, afirman los empleados. Pero lo cierto es que, aunque tal vez la hora no favorece una descripción alentadora, a las cinco de la tarde de un lunes reina la calma.
La imagen del segundo piso, un sábado, dos décadas atrás, atiborrado de gente entre muebles, zapatos y mercadería de bazar, se asemeja bastante a lo que se vivía hasta hace un año, cuenta uno de los empleados. Otros coinciden en que cada vez es menos la gente que encuentra lo que venía a buscar. “Lo que queda es una saldería.” La deuda con los proveedores –de entre cuatro y seis meses– afect...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate