Javier Olascoaga tenía 18 años en 1977, y una de las imágenes que más presentes tiene de aquella época es la de una mujer con sus cuatro hijos entrando –al igual que él– al Establecimiento de Reclusión Militar Número 1 (Emr 1), más conocido como el “penal de Libertad”, a la hora de visita. Toda una odisea que, para la niña de 11 años que era Raquel Lejtreger en aquel tiempo, está representada en el interminable camino que iba desde la puerta de acceso hasta el último control antes de llegar al encuentro con su padre.
Por supuesto que ninguno de los dos imaginó que el tiempo y la arquitectura los unirían profesionalmente y en vínculo de amistad, y mucho menos que, transcurridos 40 años de aquellas tortuosas visitas, juntos diseñarían un proyecto de memorial que recuerda a los presos polític...
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