Crónica de los últimos días antes de la elección: Decidir en Colombia - Semanario Brecha
Crónica de los últimos días antes de la elección

Decidir en Colombia

Tres candidatos se disputan la primera vuelta de las elecciones colombianas. Hay tantas razones para votarlos como electores.

Acto de la coalición Pacto Histórico en Fusagasuga, Colombia el 11 de mayo. AFP, RAUL ARBOLEDA

María Montero se levanta todos los días a las cuatro de la mañana para preparar las empanadas, los pasteles y las arepas de huevo que vende en el norte de Bogotá. Su casa está ubicada en el sur de la ciudad y, para llegar a la esquina que le sirve como oficina desde hace nueve años, toma tres colectivos. Tarda en llegar, dependiendo del tráfico, entre 90 y 120 minutos. Sus clientes, casi todos oficinistas y obreros de la zona, la conocen como doña Costa.

—El secreto de la fritura nunca está en el relleno, sino en el ají o la salsa que la acompaña –responde cuando un asiduo comprador le pregunta por el delicioso secreto que guardan sus preparaciones.

María arribó a la capital de Colombia a finales de 2008 desde Ayapel, municipio ubicado en el departamento de Córdoba. Dice que 690 quilómetros la separan no de su tierra natal, sino del lugar que mutó en infierno cuando grupos paramilitares desaparecieron a su hijo Daniel, de 19 años, por negarse sistemáticamente a ingresar en las filas del grupo armado. María lo recuerda muy bien: fue el 12 de enero de 2007 a las 4.36 de la tarde. Cinco hombres irrumpieron en el sosiego de la casa y le dijeron a Daniel:

—Este es un ultimátum: ¿te vienes con nosotros a luchar por recuperar a la patria?

Daniel ni siquiera habló. Solo frunció el ceño y movió la cabeza de izquierda a derecha. Dice María que tres de los hombres lo agarraron, lo golpearon y lo subieron a una camioneta Toyota. Al notar la desesperación de la madre, uno de los hombres la encañonó y le gritó que cuidara a sus dos hijas de la rebeldía y que no fuera a ser que se convirtieran en guerrilleras. Las dos niñas permanecían abrazadas al cuerpo de María mientras una nube de polvo cubría la entrada de la casa tras el vertiginoso arranque de la camioneta. Nadie sabe del paradero de Daniel.

María tiene un pequeño póster de Gustavo Petro y Francia Márquez pegado en el carrito de mercado que usa como despensa, mesa de despacho y caja. Termina su historia recalcando que la desaparición de su hijo sucedió en el inicio del segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez y que ese no debería ser un dato menor.

—Necesitamos un cambio ya; un cambio por la vida, por la memoria y por la paz; un cambio que nos incluya y nos escuche a todos por igual. Por eso voy a votar por el Pacto Histórico –dice.

***

Alejandro Sanabria viste de traje y corbata. Trabaja en una reconocida empresa inmobiliaria como asistente jurídico y espera graduarse de abogado en el primer semestre de 2023. Es la hora del almuerzo en la zona rosa de Bogotá y, aunque le gustaría comerse algo bien poderoso, se decide por seis rollitos de sushi y una limonada sin azúcar. Lleva años haciendo ejercicio y no quiere arriesgar su figura. Hace todo con su Iphone: pide comida, tiene reuniones, maneja bitcoins, coquetea con amantes, saca fotos de cada cosa que hace y las sube a Instagram, sigue noticias financieras y juguetea con cuadros de Excel como si fueran simples tableros de tetris. A sus 28 años tiene un sueño: irse a vivir a Estados Unidos. Dice que no aguanta más la inseguridad, la ignorancia de la gente ni el atraso infraestructural y tecnológico en el que está sumergido el país. En su muñeca derecha lleva una manilla que dice: «ME IDENTIFICO».

Su candidato es Federico Fico Gutiérrez. Argumenta que votará por él porque es el único que no hará de Colombia una segunda Venezuela y, además, apoya la economía de mercado.

—¿Qué piensas del expresidente Uribe?

—Está viejito y deberían dejarlo en paz. El país le debe mucho
–responde con el estoicismo de una convicción.

—¿Cuándo tienes pensado irte?

—Me gradúo, trabajo un par de años para pagar las deudas que tengo con la universidad, termino de pagar el carro, me pongo a paz y salvo con las tarjetas de crédito, aprendo bien inglés y ahorro lo suficiente para vivir mientras consigo un trabajo.

—¿Es mucho dinero el que tienes que conseguir para irte?

—Sí. Pero, bueno, de últimas, me voy y trabajo en lo primero que salga y pago todo desde allá –responde.

***

Juliana Quintero está harta de las palabras izquierda y derecha. Las aborrece y las anula como si se trataran de formas satanistas. Echa la culpa de todo lo que pasa en el país a esas dos facciones, que, según ella, «quieren apropiarse del país y fomentar políticas que solo benefician a sus fanáticos». Es estilista profesional y cuenta con un local propio en el populoso sector bogotano de Galerías. Nació en Ibagué, la capital del departamento del Tolima. Se vino a la capital buscando un mejor futuro y dice haberlo encontrado: se casó, tiene dos hijos, compró un departamento y montó su negocio. Se enorgullece de «no depender de nadie».

En la puerta del baño de su salón de belleza hay una foto de Sergio Fajardo que dice: «Coalición Centro Esperanza. Presidente 2022-2026». Juliana habla del centro como si se tratara de un paraíso en el que no hay radicalismos ni desavenencias de ningún tipo y, por el contrario, sí hay muchos acuerdos y ganas de trabajar.

—La derecha robó y desangró este país; la izquierda nos empobrecerá y entregará el país a la guerrilla. Necesitamos pedagogía, decencia, transparencia. Solo así podemos alcanzar el equilibrio y superar todas las falencias que tenemos como sociedad –sostiene.

Juliana se muestra contenta por ser entrevistada y, mientras dirige el trabajo de sus tres empleadas –dos chicas de Venezuela y una paisana suya–, les explica –clientela incluida– por qué su candidato no solo es la mejor opción, sino la única viable para «salvar esta nación»:

—Él nos va a unir, hará que dejemos atrás tanta polarización y nos abrirá las puertas del futuro.

—¿Cuál es el futuro? –pregunta una clienta mientras le hacen las uñas de los pies.

—El desarrollo, el progreso. ¿No conoce el plan de gobierno de Fajardo? Páseme su Whatsapp y se lo mando. Necesitamos ese votico –replica Juliana, mientras enrolla la colchoneta que usará en la clase virtual de yoga, que toma encerrada en el cuarto de depilación y que está a punto de empezar.

***

José Granados tiene 72 años. Dedicó toda su vida a la mecánica automotriz. Bebe café en una histórica panadería del centro de Bogotá. Agarra su teléfono celular, se toma un tiempo para buscar lo que quiere decir, lo encuentra y lo lee:

—«El mejor candidato es el que no divide al país. Tras un siglo de conflicto, Colombia necesita un candidato que la una. Rodolfo presidente.»

Muestra la cuenta de Twitter de Rodolfo Hernández y asegura que un hombre de su edad (el candidato tiene 77 años) que maneja las redes sociales de forma tan responsable, es ingeniero, adinerado, honrado, directo en su discurso y no proviene de una familia política solo puede ser un buen presidente. En el último mes Hernández se ha caracterizado por no asistir a los debates organizados por diferentes medios de comunicación.

—¿Por qué?

José vuelve, agarra su teléfono y, tras una nueva pausa, lee:

—«Yo ya he dicho todo lo que tengo para decirles a los colombianos. Es una mentira que mi silencio en debates sea porque no quiero exponer mis ideas. Quien quiere escuchar ha escuchado. Quien quiere ver ha visto. Todo es claro ya. Solo falta su voto para cambiar. Rodolfo presidente.»

—¿Hay algo personal que quiera decir a propósito de Rodolfo? –le pregunto.

—Sí, claro. Usted es joven y tiene todo el futuro por delante. ¡Móntense en la rodolfoneta antes de que lo deje el bus! –dice José, sumergiendo, nuevamente, los ojos en la pantalla del teléfono.

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