Por alguna razón, el gobierno panameño, encabezado por José Raúl Mulino, logró, en tan solo unos meses, lo que nadie había logrado en casi diez años: cerrar el tapón del Darién. Es decir, truncarle el paso a miles de migrantes que emprenden la operación suicida de cruzar la frontera entre Colombia y Panamá a través de la selva de la muerte.
El Darién es un bosque tropical, húmedo, tórrido y tan densamente abigarrado que impide el tránsito por tierra entre América Central y América del Sur. Viven allí algunas comunidades indígenas, sin servicios básicos ni infraestructura, y la naturaleza se impone de una forma tan rotunda que hasta la monumental ruta panamericana, que atraviesa el continente de Alaska a Ushuaia, se interrumpe de forma abrupta por más de 150 quilómetros.
La selva es impenet...
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