La bomba explotó el 10 de este mes, cuando un programa de televisión reveló que el expresidente Martín Vizcarra, destituido en noviembre por el Congreso, había sido vacunado en octubre contra el covid-19, mucho antes que la población de riesgo y los trabajadores de la salud peruana, que comenzaron a ser inoculados recién tres meses después. La información tenía como fuente un libro de próxima aparición, El perfil del lagarto. Radiografía de un político con sangre fría, del periodista Carlos Paredes.
La respuesta de Vizcarra llegó al día siguiente, durante una conferencia de prensa en el sur del país. La noticia lo encontró en plena campaña para ocupar uno de los 130 curules del Congreso que se eligen el 11 de marzo. Consultado sobre el tema, primero se quejó de que su candidatura sufriera «ataques permanentes», pero luego reconoció que sí, que se les había aplicado la vacuna tanto a él como a su esposa, Maribel Díaz, pero que había sido en calidad de voluntarios en el ensayo clínico. Se refería a las pruebas del laboratorio chino Sinopharm, iniciadas en Perú en setiembre bajo la coordinación de la privada Universidad Peruana Cayetano Heredia. Según Vizcarra, consideró la posibilidad de participar a pedido de uno de los científicos responsables del ensayo e, ignorando la opinión del presidente del Consejo de Ministros, quien le advirtió de los riesgos, decidió ser parte. «Finalmente tomé la decisión valiente de sumarme a los voluntarios», declaró con vehemencia el jueves 11 sobre un acto que hasta entonces había mantenido en secreto.
Pocos le creyeron. El sábado, la universidad mencionada emitió un comunicado en el que se lee: «El investigador principal informó que el señor Martín Vizcarra Cornejo y la señora Maribel Díaz Cabello no forman parte del grupo de 12 mil voluntarios sujetos de investigación». Pero el inefable expresidente volvió a escena este lunes a través de las redes sociales e insistió con que él sí fue parte de la fase experimental de la vacuna y que todo lo demás no es sino información distorsionada presentada «por una clase política que quiere el caos». En el mensaje, esgrime una defensa confusa. «¿Les parece poco creíble?», se pregunta. «Pero es verdad», se contesta. Si algunos crédulos quedaban todavía, fueron menos aún cuando el exmandatario anunció que también su hermano mayor, César, fue vacunado en aquella oportunidad: «Le comenté a mi esposa y a mi hermano mayor mi intención de participar de esa fase experimental y ellos formaron también parte del mismo proceso».
Para confirmar su rol de voluntario, Vizcarra exhibió una cartilla del ensayo clínico en la que, extrañamente, no figura el imprescindible código de barras que la caracteriza. Según declaró para la comisión fiscalizadora del Congreso Cynthia Castillo, la enfermera que vacunó al entonces presidente y a la primera dama, se trata, en realidad, de una simple cartilla con el fin de anotar cuándo fue administrada la primera dosis, en la que figura la abreviación NA (por no aplica, en referencia a su calificación como parte del ensayo clínico). Lo cierto es que Vizcarra y su esposa fueron vacunados por el expreso pedido del entonces presidente al investigador principal de los ensayos por la Cayetano Heredia, el doctor Germán Málaga, quien fue citado en el Palacio de Gobierno el 2 y el 29 de octubre, y así lo declaró ahora frente el Congreso. Ese último día también habría recibido la primera dosis el hermano de Vizcarra.
LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS
«Como corresponde, un capitán es el último en abandonar el barco», declaró el 10 de este mes en una conferencia de prensa la hasta entonces todavía en funciones ministra de Salud, Pilar Mazzetti. De acuerdo a la jerarca, recién una vez que todas las personas que trabajan en el sistema de salud estuvieran vacunadas, ella haría lo propio. Al día siguiente, cuando ya se sabía de la vacunación de Vizcarra, la ministra fue citada al Congreso para dar su versión de los hechos. Afirmó que ni el expresidente ni ningún otro funcionario de alto nivel estaban habilitados para participar de los ensayos clínicos del inmunizante, por tener «nivel de decisión». Debían someterse a la inyección, dijo Mazzetti, cuando su seguridad y su efectividad estuvieran comprobadas.
La ministra renunciaría el viernes 12, tras una moción de censura presentada por la oposición debido a su criticado manejo de la pandemia. Su dimisión fue aceptada a regañadientes por el Ejecutivo. El presidente interino, Francisco Sagasti, declaró que durante su gestión Mazzetti había hecho «un esfuerzo extraordinario». «Ha sido extraordinario contar con ella, sobre todo en esta etapa, en la que hemos iniciado con éxito la vacunación», agregó. El mandatario interino ordenó, además, publicar en el diario oficial El Peruano un agradecimiento a la ministra por sus servicios.
Para entonces ya era conocido que Sinopharm había entregado 2 mil dosis «de cortesía» por fuera del ensayo clínico y que altos funcionarios del gobierno actual, asumido en noviembre, también habían sido vacunados antes de la campaña nacional de inoculación, que comenzó el 9 de febrero. El sábado, la canciller Esther Astete confirmó que había sido una de ellos y debió renunciar. «No podía darme el lujo de caer enferma», escribió en su carta de dimisión, así que se dio el lujo de vacunarse antes que el resto de los peruanos, quienes lamentan ya la muerte por covid-19 de 44 mil personas (según cifras oficiales, es probable que sean muchas más). El viceministro de Salud y epidemiólogo Luis Suárez Ognio fue otro de los renunciantes: no sólo se vacunó tres veces –la primera, en setiembre, cuando ni siquiera se había firmado el contrato peruano con Sinopharm–, sino que hizo vacunar a seis de sus familiares y a su chofer.
DE CAYETANO
Pero la lista con los nombres de 487 vacunados tempranamente de forma irregular, entregada esta semana por la Universidad Cayetano Heredia al presidente Sagasti y difundida por varios medios peruanos, escondía una sorpresa: la exministra Mazzetti, quien iba a ser la última en vacunarse, recibió la primera dosis de la vacuna el 12 de enero y la segunda el 2 de febrero, siete días antes del comienzo de la campaña nacional. Junto con Mazzetti, dos de sus colaboradoras cercanas y su chofer fueron vacunados. El capitán había abandonado el barco. En un breve mensaje a la nación este lunes, Sagasti se declaró indignado, víctima de «un profundo dolor», y anunció que ninguno de los involucrados tendría lugar en su gobierno. A la mañana siguiente, en un hecho excepcional, una norma en el diario oficial dejaba sin efecto las gracias que se le habían otorgado a la exministra de Salud.
El miércoles, la primera ministra Violeta Bermúdez anunció que el 25 por ciento de la lista eran funcionarios públicos que ya han sido despedidos. Otros personajes vacunados irregularmente son Alejando Aguinaga, médico de cabecera de Alberto Fujimori; el nuncio Nicola Girasoli, representante diplomático del papa, quien aseguró haber participado en los ensayos como «consultor en temas éticos» a pedido de la universidad responsable de las pruebas; el conocido dueño de un chifa (restaurante de comida china), quien, según el científico Málaga, interactuaba con los representantes chinos de Sinopharm, a quienes proveía de comida –porque se habían cansado de la comida de Burger King, afirmó–, y el vicedecano del Colegio Médico del Perú, Ciro Maguiña.
También figura la abogada Cecilia Blume, una conocida lobbista que el 9 de febrero, cuando empezaba oficialmente la inoculación masiva, escribió en su cuenta de Twitter: «En el mundo entero se vacuna primero o un anciano o personal de salud. Adelante, vacunemos al personal de primera línea ya! Día que pasa es más riesgo». Para entonces, Blume ya había recibido tres dosis, en noviembre, diciembre y enero. Por su parte, Málaga ha sido apartado de su cargo. Se conoció recientemente que hizo viajar a su hija de 22 años desde Alemania, donde reside, para ser vacunada en Perú. El mismo día que recibió la segunda dosis, la joven regresó a Europa. Según Málaga, su hija Ariana viajó a Perú porque quería ver a sus abuelos.
Si bien todo lo ocurrido tiene ribetes de comedia, encierra el drama expresado por Jesús Valverde, presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva, en una entrevista con el diario El Comercio: «He sentido una gran puñalada que ha atravesado mi alma al enterarme de que habían sido vacunados, mientras que nosotros, los intensivistas, seguíamos expuestos a este maldito virus todos los días». Según Sagasti, «a la crisis de salud, a la crisis económica, a la crisis social, a la inestabilidad y a la crisis política que hemos vivido durante los últimos meses, se ha unido una crisis ética y moral». Con más de 1,24 millones de infectados desde que comenzó la pandemia, Perú es uno de los países más afectados por esta crisis.