La representación de los cuerpos y las corporalidades ha sido una constante en la historia de la humanidad, un hecho de cultura que a veces expresa las tensiones y los mecanismos de poder presentes en el entretejido social. El poder, por lo tanto, se manifiesta también en los modos en que los cuerpos llegan a ser representados y en el universo simbólico que los respalda.
Si bien Las chicas doradas, de Manuel Soriano,1 es una ficción, la perspectiva y el distanciamiento del autor favorecen la configuración de imaginarios intervenidos por los debates de la coyuntura sociopolítica y cultural. El hilo narrativo, tejido con distintas tramas, dibuja una sociedad surcada por contradicciones feroces: mientras ensaya escenarios florecientes, denuncia lugares oscuros y perturbadores de la condición ...
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