El «caso Spektorowski» y sus derivaciones: Cuestión de límites - Semanario Brecha
El «caso Spektorowski» y sus derivaciones

Cuestión de límites

Autoridades de la Universidad de la República y de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación en la Comisión de Educación de la Cámara de Representantes, el 15 de mayo. RODRIGO VIERA AMARAL

La invitación a un profesor uruguayo-israelí que relativiza el genocidio en Gaza para que dicte un curso en la Facultad de Humanidades provocó una serie de reacciones y contrarreacciones, y planteó, entre otras cosas, debates en torno a los principios y la misión de la Universidad de la República.

«Se trata de ver dónde se ponen los límites, dónde los ubicamos nosotros, dónde los ubica nuestra facultad», dice una estudiante que participa en las movilizaciones en el Instituto de Ciencias Políticas de París (Sciences Po). Hace ya varias semanas que un grupo de alumnos de este «sitio simbólico de la fábrica del poder» en Francia, como lo define el portal Mediapart, ocupa intermitentemente el establecimiento. Otros acampan en las afueras. No son mayoritarios en su centro de estudios, como no lo son tampoco sus compañeros en otras universidades del resto del país que sienten que en Palestina se está jugando algo demasiado importante como para permanecer al margen; o los estudiantes españoles que también han decidido movilizarse; o los estadounidenses, que fueron los que encendieron la mecha. Un alumno de filosofía de la Universidad de Valencia, la primera en movilizarse en España, piensa a su vez que la universidad como tal debería ofrecer canales a la expresión de la rebelión por un tema «tan acuciante como este. Así estaría cumpliendo verdaderamente con su misión, que es involucrarse con la sociedad, alentar el pensamiento crítico». Máxime, apunta una parisina de Sciences Po, cuando en Gaza ya ha ocurrido «un escolasticidio: las 12 universidades de la Franja han sido destruidas por los bombardeos israelíes. Solo eso debería bastar para que todos en el medio universitario, estudiantes y docentes, reaccionemos». «Nos enseñan valores, el respeto al derecho internacional y a los derechos humanos. Tienen que aplicarlos. Si no lo hacen, la universidad estaría quedando por fuera de su misión.» Otros denuncian la campaña de terror lanzada desde los gobiernos, desde los aparatos mediáticos e, incluso, en algunos casos, desde las propias autoridades universitarias contra quienes claman por el cese de la masacre en Gaza y son acusados sin prueba alguna de fomentar el antisemitismo.

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Varios de estos elementos –fundamentalmente el de los fines y la misión de la universidad, pero también el de las campañas del miedo, el del supuesto antisemitismo de los movilizados– están presentes en los debates que por aquí han salido a luz a raíz de lo que algunos han comenzado a llamar el «caso Spektorowski». Caso que, por la dimensión que ha tomado, trasciende en mucho el espacio de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE), donde tomó cuerpo.

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El origen del caso remonta a la decisión de dos docentes de Humanidades, Antonio Romano y Andrea Díaz, de invitar al politólogo uruguayo-israelí Alberto Spektorowski a dictar un par de clases sobre «la laicidad como problema» como parte de la grilla obligatoria de la Maestría en Ciencias Humanas, opción Teorías y Prácticas en Educación, según precisó a Brecha el decano de la FHCE, Pablo Martinis. Como se trataba de un profesor invitado, lo que suponía un gasto extra, el asunto debía ser tratado por el Consejo de la facultad. «Rápidamente la noticia se ventiló por redes sociales», señala Martinis, y un grupo de estudiantes perteneciente a la agrupación 21 de Junio cuestionó duramente la iniciativa. La facultad estaba contratando a un docente conocido por avalar el genocidio en Gaza, dijeron esos estudiantes, y citaron declaraciones recientes de Spektorowski. Basándose en el «clima de hostilidad» que se creó, Romano y Díaz resolvieron suspender el curso –«suspender, no anular», remarcó el primero a Brecha– y el punto de la contratación del profesor fue retirado del orden del día del Consejo la semana pasada. Previamente, ambos docentes habían manifestado en una carta su «solidaridad» con el colega cuestionado.

La decisión de la suspensión le valió al órgano directivo de la facultad, y a la Universidad de la República (Udelar) en su conjunto, otros cuestionamientos. Algunos de ellos, esperables. Por ejemplo, los provenientes de instituciones como el Comité Central Israelita o la B’nai B’rith, que defendieron la trayectoria de Spektorowski, sostuvieron que se lo estaba «silenciando» «por el solo hecho de ser judío» y hablaron de «antisemitismo». O las de dirigentes de partidos de la coalición de gobierno, como el colorado Felipe Schipani o la blanca Graciela Bianchi, alineados si los hay con las políticas del Estado de Israel. Pero hubo también fuego amigo: un centenar de académicos provenientes en su gran mayoría de las ciencias sociales, entre ellos los historiadores Gerardo Caetano y José Rilla, el politólogo Daniel Chasquetti, el economista Marcel Vaillant y la lingüista Lisa Block de Behar, difundieron una carta fustigando a sus colegas de Humanidades por ceder a la «cultura de la cancelación» promovida por «un grupo de estudiantes». «La universidad se niega a sí misma cuando censura, prohíbe y cancela a personas por sus conocimientos y opiniones», decían en su declaración.

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En la facultad de Uruguay y Magallanes la carta cayó mal. «En el fondo del asunto estamos de acuerdo: no debe haber espacio para la censura en la universidad», le dijo Romano a Brecha. Lo mismo afirmaron Martinis y el antropólogo Marcelo Rossal, docente también en la FHCE. E igualmente Gregory Randall, que hasta este martes fue integrante del Consejo Directivo Central (CDC) de la Udelar y forma parte del Ejecutivo de ADUR (Asociación de Docentes de la Universidad de la República).

«No contribuye que un grupo de universitarios salga a hacer una nota hablando de una cancelación que no es tal», dijo Rossal a Brecha, mientras Martinis habló de «desconocimiento» y de «injusticia». En declaraciones a Brecha desde Francia, Randall calificó a su vez de «escandaloso» que se hable de cancelación y «se monte una campaña en torno a eso» cuando Humanidades simplemente postergó la contratación de Spektorowski para analizar el tema y buscar «algún foro más equilibrado».

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El miércoles 15, Martinis y el rector de la Udelar, Rodrigo Arim, comparecieron ante la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Diputados, a petición de Felipe Schipani, preocupado por la «censura» y el «antisemitismo» que podrían estar corroyendo a la Udelar. En ese punto situó el problema el diputado colorado. Y en ese punto parecen haberlo situado sus colegas del resto de los partidos representados en la Cámara Baja y también Rodrigo Arim, quien, de acuerdo a Schipani, habría admitido ante la Comisión que la controversia «tiene su raíz en el antisemitismo» de un «grupo minoritario» de estudiantes de la FHCE que habría querido «cancelar a un profesor». Arim aseguró que el curso sobre laicidad se hará este mismo semestre, con participación de Spektorowski, que los estudiantes que «acosaron» al politólogo israelí serán investigados y que la Udelar respetará a rajatabla el artículo 3 de su carta orgánica, que consagra la libertad de cátedra. Haciéndose eco de la noticia, el Comité Central Israelita lo consideró ayer jueves prácticamente como un triunfo político.

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¿La de la supuesta censura no concretada es la única dimensión del «caso Spektorowski»? ¿Solo al artículo 3 de su carta orgánica debe ajustarse la Udelar? Como la estudiante parisina de Sciences Po que planteaba que la cuestión residía en dónde poner los límites, Alma Bolón, docente grado 5 en la FHCE, destaca que «antes del artículo 3 hay en la carta orgánica de la Udelar un artículo 2, que se refiere a los fines de la universidad y que la obliga, entre otras cosas, a “defender los valores morales y los principios de justicia, libertad, bienestar social, los derechos de la persona humana”». Ese es un punto clave de la discusión, dice. «Cuando uno lee los dichos del señor Spektorowski relativizando la magnitud de la masacre de palestinos por Israel, o hablando del asesinato de mujeres y niños como de “daños colaterales”, ¿está la Udelar cumpliendo con su cometido al invitarlo a dictar unas clases? ¿Está cumpliendo con su misión de “propender a la comprensión pública de los problemas de interés general”, como también le fija el artículo 2, cuando le abre las puertas a alguien que se ha hecho eco de todas las mentiras del Estado de Israel? ¿Hay que darle espacio en la universidad a un señor que ha actuado siempre como un funcionario de un Estado sobre el cual hay cada vez más convicción de que está cometiendo un genocidio que él niega?» En una línea similar a Bolón se expresaron Ana María Araújo, grado 5 en Ciencias Sociales y docente en Psicología, en declaraciones a Brecha, y, a través de una carta abierta dirigida a Martinis, el director de la carrera de Letras en la FHCE, Francisco Bustamante. «El señor Spektorowski es libre de expresar lo que quiera, pero, a mi juicio, el tenor de sus opiniones justificando la descomunal matanza que realiza el Estado de Israel lo descalifica claramente», escribió Bustamante, apelando a otra disposición interna de la universidad pública, la del Estatuto del Docente, que en su artículo 7 dispone que «para desempeñar funciones docentes se requiere capacidad probada e idoneidad moral». «La libertad de cátedra y de libre pensamiento tienen un límite cuando se involucra la apología de hechos aberrantes», apuntó, y aclaró que a Spektorowski no lo cuestiona por judío, por israelí, por sus conocimientos o simples opiniones, ni siquiera por sionista, sino por «carecer de idoneidad moral» al apañar un genocidio.

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«Esta sería una discusión fascinante si yo no estuviera directamente involucrado», dijo a Brecha Antonio Romano, subrayando su «gran incomodidad» por ser blanco, a la vez, de acusaciones de antisemitismo, por unos, y de complicidad con las posturas del politólogo uruguayo-israelí, por otros. «Ni soy antisemita ni comulgo con Alberto, de cuyo pensamiento sobre lo que ocurre en Gaza estoy en las antípodas», dijo. Y admitió que, «si estuviera analizando la realización del seminario ahora» y hubiera escuchado lo que Spektorowski declaró por estos días en medios de comunicación en Montevideo, «no lo habría invitado». «Su posición puede ser vista como la defensa de un genocidio», efectivamente, dijo, y señaló que la invitación fue cursada debido a las posturas «abiertas» del politólogo sobre el tema del curso, el de la laicidad. «Lo otro, honestamente, lo ignoraba», afirmó, a pesar de que Spektorowski ya había hecho declaraciones de un tenor similar a las que hizo en Uruguay a medios como el digital español El Confidencial, en diciembre. ¿Por qué no desinvitarlo una vez que se estuvo al tanto del tenor de esas declaraciones?, le preguntó Brecha a Romano. La posibilidad se descartó de plano. «Lo que resolvimos fue armar un escenario en el que aparezcan otras voces complementarias, por ejemplo, la de algún académico que pueda analizar los procesos de secularización en los países donde la presencia del islam es dominante.»

«Tal vez haya sido inoportuna la invitación, eso sí», coincidieron Romano y Rossal.

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Romano admitió que la defensa irrestricta de la libertad de cátedra puede tener límites. El de la promoción del antisemitismo, por ejemplo, reconocido como un delito y penalmente castigado, dijo. ¿Y el de la promoción o el ocultamiento de un genocidio? «No hay un consenso establecido sobre el genocidio en Gaza como sí lo hay con relación al Holocausto. Yo pienso que sí se trata de genocidio, pero el consenso todavía no está, aunque se esté marchando hacia allí. Distinto sería si la Corte Internacional de Justicia de La Haya lo dictaminara.» ¿Hay que esperar, entonces, a que no queden palestinos vivos en Gaza o la universidad tiene ya elementos suficientes como para disponer que «opiniones» como la de Spektorowski no tienen cabida en sus muros?, se indignó, por su lado, Bolón y coincidió Araújo.

Para justificar su postura, Romano evocó otro «caso extremo»: lo sucedido muchos años atrás en la propia FHCE cuando el marino Jorge Troccoli,1 alumno del centro y exagente de la dictadura, se presentó a defender su tesis. Docentes que estaban designados para integrar la mesa desistieron de hacerlo, pero el Consejo de esa facultad resolvió que era obligación de la universidad respetar los derechos del alumno Troccoli y constituyó una mesa especial. Bolón piensa que la comparación no es de recibo. «Troccoli era estudiante. Spektorowski es un docente al que se lo está invitando voluntariamente a dictar un curso. Similar hubiera sido el caso si a Troccoli se lo convidara ahora a dar clases.»

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Tanto Rossal como Romano subrayan, por otra parte, su coincidencia con los estudiantes de la 21 de Junio respecto a la situación en Palestina. «El FHCE y el Consejo Directivo Central de la Udelar se pronunciaron institucionalmente con resoluciones que condenan las masacres.2 Lo que pasa es que la 21 de Junio instrumentaliza ese tema, como podría instrumentalizar otros, para atacar a las autoridades de la facultad», señala Rossal. «No les interesa Palestina», dice. Y evoca, como su colega, las «prácticas discriminatorias» (antisemitismo real incluido, afirman), la violencia, el acoso, la descalificación, a los que integrantes de esa agrupación someterían de larga data a quienes se les oponen en algún tema.3

Además de no coincidir con esas apreciaciones, Bolón y Araújo sostienen que el tema aquí es otro y que trasciende las actitudes de la 21 de Junio. «Es más grande el asunto», dice Araújo, aludiendo otra vez a la cuestión de los límites, a «dónde uno pone la frontera». Y menciona también la campaña de miedo que se desató en su facultad, la de Psicología, cuando los estudiantes comenzaron tímidamente a movilizarse en favor de Palestina. «Chiquilines de 20, 21 años recibieron amenazas anónimas, del mismo tono que las que han recibido los jóvenes e intelectuales movilizados en Europa, en Estados Unidos. De ahí están proviniendo hoy, fundamentalmente, las campañas de amedrentamiento, en todo el mundo, solo que pocos se atreven a denunciarlo.»

1. Desde 2021, Troccoli está preso en Italia, donde un tribunal lo condenó a cadena perpetua por su participación en el Plan Cóndor.

2. Gregory Randall relató a Brecha el proceso («tal vez demasiado largo», pero respetuoso de «la democracia universitaria») que le insumió al CDC de la Udelar tomar una resolución respecto a la situación en Oriente Medio. «Había un consenso general sobre la necesidad de pronunciarse en contra de los horrores, en favor del cese el fuego y de la paz», pero no «sobre la letra chica» del texto, «en concreto sobre el uso de palabras como genocidio, apartheid, crímenes contra la humanidad», dijo. Finalmente, en abril, el CDC emitió una declaración en la que «se condenan los actos terroristas del 7 de octubre de 2023 cometidos por Hamás y otros grupos palestinos, y, por supuesto, las acciones terroristas genocidas del gobierno de Israel. Fue una declaración del conjunto del demos universitario a través de los representantes de sus colectivos. Esa es su fuerza».

3. A uno de los integrantes de esa agrupación, el estudiante Nicolás Bonilla, el Consejo de la FHCE le instruyó el año pasado un sumario y lo sancionó con seis meses de prohibición de ingreso a la facultad por supuestos actos de antisemitismo. Bolón, Araújo y Bustamante están entre los firmantes de una carta que rechaza esa decisión en el fondo y en la forma (Brecha, 15-XII-23).

Con Gregory Randall

Genocidio, más allá de las cifras

A Alberto Spektorowski se lo cuestiona en especial por haber dicho que los muertos en Gaza por los ataques de Israel pueden ser «muchos», pero que no se ha configurado un genocidio. «No hay una voluntad deliberada de matar mujeres y niños», dijo por ejemplo esta semana en el programa Desayunos informales de Canal 12.

Respecto al tema de si genocidio sí o no, afirmó a Brecha el docente universitario Gregory Randall desde París: «Se discute sobre si lo que está sucediendo en Gaza es o no genocidio con base en cifras, pero los genocidios tienen un montón de componentes. Aquí se trata de la destrucción total de un pueblo y de sus posibilidades de vida: infraestructuras civiles, universidades, escuelas, hospitales. Esa destrucción sistemática tiene que ver con la idea de genocidio: hacer imposible la vida de un pueblo en su tierra. Hay además una ofensiva francamente terrorista de Israel en los territorios que ocupa en Cisjordania. Por otra parte, se ha configurado un cambio cualitativo en la manera en que son percibidos el proyecto israelí y los derechos del pueblo palestino. En Israel hay una catástrofe moral. El proyecto basado en el apartheid, la exclusión del otro, la primacía de un sector por razones étnicas hasta hace poco estaba invisibilizado a los ojos de gran parte de la opinión pública internacional. Se hablaba de Israel como de la única democracia de la región, se admiraba su desarrollo tecnológico, la rodeaba todavía la aureola heroica de los primeros tiempos, la de los kibutz socialistas. Hoy la imagen de Israel está asociada con la noción de genocidio».

Movilizaciones e ignorancias

En una de sus múltiples declaraciones mediáticas en Montevideo (Canal 12, lunes 13), Alberto Spektorowski ironizó sobre los estudiantes uruguayos que se están movilizando por Palestina. «Imitan» a europeos y estadounidenses, dijo, y están «importando» teorías «como el pensamiento decolonial».

«Este señor no debe saber que el estudiantado uruguayo tiene una vieja tradición de movilización y tampoco que las teorías decoloniales tienen una fuerte raigambre en esta región y exponentes latinoamericanos, desde el peruano Aníbal Quijano hasta la brasileña Edna Castro, pasando por el colombiano Arturo Escobar o el mexicano Enrique Leff», le dijo a Brecha la docente de la Facultad de Psicología Ana María Araújo. «Además de encubrir un genocidio, descalifica y dice cosas sin saber.»

Desde París, el exprorrector de la Universidad de la República e integrante de la dirección de la Asociación de Docentes de la Universidad de la República Gregory Randall rescató la importancia de las movilizaciones estudiantiles en el mundo en un contexto como el actual, de «despolitización de la sociedad». «El fenómeno que se está viviendo en Estados Unidos es realmente histórico. Me atrevería a compararlo con el enrome movimiento universitario de los años sesenta de solidaridad con el pueblo vietnamita en su lucha contra la agresión de Estados Unidos, que años después llevó a que una generación fogueada en esas luchas ingresara a la vida política y provocara otros cambios. Estamos viviendo un momento similar, que puede llevar a cambios en la forma en que Estados Unidos se relaciona con Israel, lo que puede tener consecuencias muy importantes en el propio conflicto», le dijo Randall a Brecha.

Laicidad

Uno de los argumentos en que se basaron en la FHCE para mantener la invitación al profesor Alberto Spektorowski es que su curso, sobre laicidad, nada tiene que ver con el llamado conflicto israelí-palestino. Así se lo remarcó a Brecha Antonio Romano, uno de los dos docentes en el origen de la iniciativa. «Él no es antimusulmán. Lo invitamos porque anteriormente había dicho que el problema de la laicidad en Europa había resurgido en un contexto de islamofobia. La posición de Alberto era que la defensa de la racionalidad republicana en Europa por los gobiernos escondía una postura antiislamista, islamofóbica. Nos parecía una postura amplia. Y eso es lo que sabíamos», señaló Romano. Lo avalaba una trayectoria, señaló: «se definía como alguien de izquierda liberal y contrario al gobierno de Benjamin Netanyahu. Había estado en las negociaciones de Camp David [en el año 2000], defendiendo la postura de dos Estados. Viene del laborismo». Al recordarle Brecha que el laborismo ha estado mayoritariamente alineado con Netanyahu en todas sus políticas en relación a Gaza, y ha avalado incluso los bombardeos a la Franja, el docente sostuvo: «Sí, han quedado alineados, pero es algo de ahora, de esta coyuntura, no sabía que esa era la postura actual de Alberto». Spektorowski ya había estado dictando cursos sobre educación el año pasado en Humanidades. «Fue ahí que nos conocimos”, dijo Romano. «Algunas cosas que afirmó en aquel momento me hicieron ruido, es cierto, pero nada tenían que ver con lo que dijo ahora».

Alma Bolón, profesora también en la FHCE, objeta que se haya querido escindir al Spektorowski «experto en laicidad» y al Spektorowski justificador de un genocidio, como si no hubiera relación alguna entre sus posturas en uno y otro asunto. «Cuando uno ve el desglose del curso en el que iba a participar este señor como único invitado» (Bolón lee: «La laicidad y la cultura», «El vínculo estrecho entre la laicidad y la política», «La laicidad en Europa y Medio Oriente», «Judíos y musulmanes frente a la laicidad») «y lo relaciona con sus declaraciones, no sólo de ahora sino anteriores, sobre los palestinos de Gaza, mayoritariamente musulmanes ellos, a los que engloba dentro de la calificación de «terroristas» que le asigna a Hamás, no puede esperar otra cosa que posturas discriminatorias, colonialistas que van en sintonía con lo que dijo sobre las matanzas» en la Franja. Y remarcó: «Cuando se invita a alguien externo es porque se sabe lo que ha hecho y dicho».

La posición de los estudiantes

«Si hay una postura censurada, es la nuestra»

Francisco Claramunt

«Los mecanismos de debate de las organizaciones estudiantes y los espacios de cogobierno hacen que muchas veces sea difícil bajar a la acción un montón de ideas», afirmaron a Brecha desde el colectivo Universitarixs por Palestina, conformado por estudiantes, docentes y funcionarios de la Universidad de la República (Udelar) que se catalogan como «autoconvocados» y llaman a la ruptura de los vínculos con el Estado de Israel ante el genocidio que está teniendo lugar en Gaza. La semana pasada comenzaron con una serie de acampadas simbólicas frente a la Facultad de Artes, que este miércoles se trasladó a la explanada de la Facultad de Derecho. Vienen de Artes, de Psicología, de Humanidades y de otros servicios de la Udelar; también se han sumado estudiantes de algunos colectivos de Secundaria, como el gremio estudiantil del liceo Dámaso.

Entre los debates que Universitarixs por Palestina considera que las instancias tradicionales de representación en la Udelar no están dando está el de los vínculos de esa casa de estudios con Israel. «La universidad tiene vínculos comerciales y académicos» con ese país, dijo una de las integrantes del grupo, que puso como ejemplo una tecnología utilizada en la Facultad de Odontología que, según afirma, pudiendo ser adquirida en otro país, es traída de Israel. El grupo dijo que lamenta que la Udelar y sus agremiaciones no hayan pasado hasta ahora, en el mejor de los casos, de expresiones declarativas sobre el conflicto, en vistas de la hegemonía mediática de posiciones proisraelíes y de los silencios ante el genocidio palestino.

Desde la acampada esperan que los gremios estudiantiles nucleados en la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU), así como ADUR y AFFUR (las agremiaciones de docentes y funcionarios universitarios), se sumen a la iniciativa. Hasta ahora no han tenido éxito. Desde la federación estudiantil, la secretaria de Relaciones Internacionales, Daniela de Polsi, sostuvo a Brecha que la federación no planea adherirse a una instancia autoconvocada, aunque ve con buenos ojos que muchos estudiantes se hayan sumado a la iniciativa a título personal.

La FEUU participa en la Coordinación por Palestina, un colectivo de organizaciones sociales y sindicales que, entre otras actividades, ha organizado las marchas que se hacen con frecuencia por 18 de Julio –la última fue este miércoles, cuando se conmemoraron 76 años de la Nakba–, en las que también está participando Universitarixs por Palestina. Desde la FEUU participaron en las comisiones en las que se redactó la declaración del 16 de abril del Consejo Directivo Central de la Udelar, instancia en la que se condenó «enfáticamente» el ataque perpetrado por Hamás el 7 de octubre de 2023 y también el «bombardeo indiscriminado» sobre la población civil de Gaza.

«Quizás no es la declaración que la FEUU hubiera sacado como tal, pero es la que se logró mediante acuerdo», explicó a Brecha De Polsi, y recordó que, según la posición de la federación –ya expresada en otra declaración–, «Israel está cometiendo un genocidio contra un pueblo, usando todo el aparato militar que tiene para seguir creciendo territorial y económicamente y también utilizando el hambre como medida de guerra». Declaraciones similares han sido publicadas por varios centros de estudiantes que conforman la federación.

El próximo lunes el Consejo Federal de la FEUU discutirá los hechos que desembocaron en la postergación del curso que tiene a Alberto Spektorowski como docente invitado. Hasta ese momento, la organización se limita a decir que está contra «todo tipo de discriminación» y a recordar su histórica posición de apoyo a la causa palestina. La federación tampoco tiene definida una postura sobre si la Udelar debería o no cortar vínculos con Israel, como sí exigen –y de hecho han conseguido en algunos casos– estudiantes de otras partes del mundo.

De Polsi también comentó que a fines del año pasado se acercaron a la FEUU estudiantes judíos que estaban comenzando a organizarse para plantear su preocupación porque entienden que algunas posiciones abonan al antisemitismo. Preguntada sobre si ha tenido noticias de este tipo de discriminación en la Udelar, De Polsi sostiene: «Nosotros no lo vimos. Muchas veces se acusa antisemitismo frente a las denuncias de lo que está haciendo el Estado de Israel. Nosotros entendemos que eso no es antisemitismo, sino que es denunciar un hecho concreto que está sucediendo, que es el genocidio del pueblo palestino. Tenemos una posición política y eso no tiene que ver con cuestiones religiosas».

De antisemitismo también han sido acusados, en los medios y en el Parlamento, los estudiantes de la agrupación 21 de Junio, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Fue desde esa agrupación que comenzó una campaña con afiches y en redes contra la contratación de Spektorowski, una vez que los estudiantes supieron que el punto estaba a estudio del Consejo de la Facultad. «Es un disparate. Si hay alguien censurado y perseguido, somos nosotros», afirmaron a Brecha desde esa agrupación, al tiempo que denunciaron que actualmente están siendo objeto de sumarios e investigaciones administrativas por las autoridades de Humanidades. Los estudiantes afirman que es «absurdo» pensar que ellos «cancelaron» a un docente, ya que quienes decidieron bajar el curso fueron los propios docentes que invitaron a Spektorowski, en conversación con el decano Pablo Martinis. Recordaron, además, que la contratación del profesor uruguayo-israelí, cuestionado por sus declaraciones sobre las atrocidades israelíes en Gaza, nunca llegó a votarse en el Consejo de la facultad, en el que los estudiantes tienen apenas tres votos de un total de 12, y que la campaña contra la presencia de Spektorowski en un curso de Humanidades es parte de su legítimo derecho a la libertad de expresión. Sobre las declaraciones de esta semana de Martinis y del rector de la Udelar, Rodrigo Arim, en el Parlamento, consideran que «es una claudicación de la autonomía universitaria ante la presión lamentable de algunos políticos».

En Humanidades existe desde hace algunos años una profunda división entre los estudiantes, con la 21 de Junio reclamando para sí el nombre de Centro de Estudiantes, en oposición a otro colectivo estudiantil que ganó algunas de las últimas elecciones universitarias y que se articula en torno a las asambleas de carrera y otras instancias similares. Brecha también conversó con integrantes de esas listas, que han sido acusados de «sionistas» por la 21 de Junio. Desde allí no solo rechazan ese mote y consideran que Israel comete un genocidio en Gaza, sino que apuntan contra la mencionada agrupación por actitudes que consideran antisemitas contra dos estudiantes de la facultad. A pesar de estas y otras «diferencias importantes» con la 21 de Junio por sus métodos y sus formas organizativas, estos estudiantes también se oponen a la contratación de Spektorowski, por las mismas razones que sus rivales en la interna estudiantil. En su caso, explicaron a este semanario, optaron por agotar la disputa en las instancias cogobernadas antes de pasar a una acción de escrache, pero también consideran que el docente no cumple con el artículo 7 del Estatuto del Docente, el que reza sobre la «capacidad probada e idoneidad moral» necesarias para desempeñar funciones docentes.

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