¿Y qué decir? Qué decir, si antes de que la herida aceptara su existencia ya los bordes se estaban agrandando. Porque la herida es la misma. La de Graciela Paraskevaídis en febrero, Lucio Muniz en abril, el lutier Hilario Barrera en mayo, Washington Benavides en setiembre, Coriún Aharonián a comienzos de octubre, y ahora Daniel. Una de las cosas que tenían en común es que ninguno de ellos hubiera creado nada “digno de Disneylandia”,1 nunca hubieran hecho algo para adornar el dolor de los demás.
Yo no pensaba escribir sobre Daniel. No sabía cómo iba a permitirme buscar frases certeras o jugar con el lenguaje. Pero me acordé de los ojos rojos de Coriún que se había quedado sin dormir para escribir a la muerte de Jorge Lazaroff. Y me imaginé los ojos rojos de Daniel cuando tuvo que escribir s...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate