Gustavo Petro quería que su toma de posesión fuese una fiesta popular y lo consiguió. La tarde del domingo 7, horas antes del inicio del acto, ríos de personas marcharon por las calles vacías de coches hacia la plaza Bolívar de Bogotá, donde tuvo lugar la ceremonia de investidura. La fiesta se extendió por todo el centro de la ciudad, con 70 eventos culturales y musicales, en un ambiente que recordaba más a un carnaval que a un acto institucional. También hubo celebraciones en plazas de otras ciudades, como Medellín y Cartagena, pero a Bogotá llegó gente de todo el país.
El entusiasmo que desbordó el domingo las calles de Bogotá está más que justificado: es la primera vez que un candidato de izquierdas llega a la presidencia y la primera también que la vicepresidencia es ocupada por una mujer afrocolombiana y de origen popular. Las excepciones históricas se acumulan en un país donde para un líder social progresista es más probable morir asesinado que llegar a una posición de alta responsabilidad en el Estado. Solo este año han muerto más de 90, a manos de diversos grupos armados. Paz es una de las palabras más repetidas, tanto en el discurso del nuevo presidente como entre los asistentes a la celebración. Luis David, miembro de la Guardia Campesina del Catatumbo, espera que «Petro ayude a los campesinos en el proceso de paz». La esperanza de acabar con el conflicto también ha sido una de las razones para votar al Pacto Histórico de Leslie, bogotana de 19 años.
Petro ha concedido a formaciones como el Partido Liberal y la Alianza Verde la presidencia de destacadas comisiones parlamentarias y ha nombrado a algunos ministros de perfil técnico que en principio son más próximos al centro que a la izquierda. Estos nombramientos, entre los que destaca el del reputado jurista Iván Velásquez como ministro de Defensa, le han valido a Petro el apoyo de personas que no votaron por él. Este arreglo pragmático con el centro político debería proporcionarle a Petro un año o dos de «luna de miel» parlamentaria, explica el politólogo Esteban Salazar, de la fundación Paz y Reconciliación, al menos hasta las municipales de 2023. Una mayoría necesaria para impulsar el ambicioso programa del Pacto Histórico.
El primer gran proyecto será la reforma tributaria, que Petro pretende presentar este mismo lunes, con el objetivo de paliar la falta crónica de recursos del Estado después de décadas de gobiernos neoliberales, más amigos de poner alfombra roja a las multinacionales que de realizar las inversiones públicas necesarias en el segundo país más desigual de América Latina. Como recordó el nuevo presidente en su primer discurso, «el 10 por ciento de la población colombiana concentra el 70 por ciento de la riqueza». Petro quiere que los ricos paguen más, en un país que hasta ahora tiene un nivel récord de exenciones fiscales para las multinacionales. El nuevo gobierno necesitará amplios recursos para hacer frente a la emergencia social que sufre el país desde la pandemia –casi 13 millones de personas no pueden permitirse comer tres veces al día– y a la vez impulsar cambios estructurales, especialmente la transición ecológica y la reforma de los sistemas de salud y educación.
Reducir la dependencia de Colombia de los combustibles fósiles y el extractivismo será una de las tareas más difíciles del gobierno, ya que el petróleo es la principal exportación del país y la minería de carbón sigue siendo un sector muy destacado. La continuidad del extractivismo fue uno de los puntos ciegos del ciclo progresista latinoamericano de los años 2000; está por ver si será diferente en esta nueva ola de izquierdas que se abre paso en el continente. Un reto que tiene mucho que ver con la capacidad del gobierno de «poner coto» a la dependencia respecto del capital extranjero, como advierte el investigador del Observatorio de Multinacionales en América Latina Gorka Martija. Por lo pronto, el programa del Pacto Histórico prevé prohibir el fracking y la minería a cielo abierto, y suspender las nuevas exploraciones de hidrocarburos.
Mejorar el acceso a los sistemas de salud y educación fueron dos de las grandes demandas de los movimientos sociales que sacudieron Colombia en 2019 y 2021, que debilitaron al gobierno conservador de Iván Duque y allanaron el camino para la victoria del Pacto Histórico. La deuda del nuevo gobierno con estas movilizaciones es incontestable. La principal exigencia del Paro Nacional del 2021, fuertemente reprimido por el gobierno de Duque, era detener una reforma fiscal regresiva… y ahora la primera prioridad de Petro es aprobar una reforma de signo opuesto. Los jóvenes fueron los protagonistas de las protestas de 2019 y 2021, en las que la exigencia de más inversión en la universidad pública ocupó un lugar central, y fueron precisamente los jóvenes uno de los colectivos que decantaron la balanza electoral del lado de la izquierda en las elecciones. El mismo Petro reconoció en su discurso el día de la victoria que se la debía a los jóvenes y a las mujeres, movilizadas en gran parte por la figura de su compañera de fórmula. Márquez también fue la principal responsable del incremento de la participación electoral de sectores populares de regiones empobrecidas, sobre todo en las costas pacífica y caribeña, donde Petro y Francia obtuvieron entre el 60 y el 80 por ciento de los votos.
Petro tiene, además, la difícil tarea de acelerar la aplicación del acuerdo de paz firmado con las FARC en La Habana en 2016 e iniciar conversaciones de paz con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional –al que durante el acto de toma de posesión el presidente del Senado pidió directamente que dejase las armas– e incluso con el Clan del Golfo, un poderoso grupo criminal formado por residuos de los grupos paramilitares desmovilizados en 2004 y 2006. En definitiva, la rueda de la violencia que provocó alrededor de 800 mil muertes y más de 6 millones de desplazados en las últimas décadas en Colombia aún no se ha detenido del todo. El dueto Petro-Francia, que ha llenado de esperanza a millones de colombianos, tiene por delante el difícil reto de cerrar el negro capítulo de la guerra en la historia de Colombia y conseguir que la nueva era de paz también traiga justicia para un país desgarrado por las desigualdades.
Una tarea titánica que se encontrará con muchas resistencias, y que seguramente solo podrán llevar adelante con el apoyo activo de los millones de personas que derrotaron al gobierno de Duque en el Paro Nacional de 2021. Una de ellas es Valentina, una joven de 20 años que fue al acto de posesión de Petro acompañada de una amiga, con una bandana de la bandera colombiana y una vuvuzela en la mano. Tiene mucha esperanza de que el nuevo gobierno traiga un cambio real, pero advierte: «Si el man no cumple, igual saldremos a protestar contra él». Ahora Petro tiene la enorme responsabilidad de cumplir las expectativas de sus bases, que el domingo celebraron en las calles de Colombia el inicio de una nueva época para el país.
(Publicado originalmente en CTXT. Brecha publica fragmentos, por convenio.)