En el boletín de esta nueva edición del festival, el editorial inicial señala con acierto: «La pandemia tuvo y todavía tendrá un enorme impacto sobre el cine y sobre los cines. No solamente fue el virus el que nos metió en nuestras casas, sino la propia industria del entretenimiento, con su profusión de plataformas de streaming, que son, a la vez, una solución y un problema. Pero por más que los televisores se agranden ninguna experiencia doméstica se acercará nunca a ver una película en una sala. Así, traer cine nuevo y mostrarlo en una sala es reclamar un espacio amenazado». Es que la resistencia que supone seguir yendo al cine es, en este caso, singularmente disfrutable: implica asistir a una curaduría excelente como la que ofrece la programación del festival de Cinemateca, no sin antes degustar uno de los mejores cafés de Montevideo y conversar e intercambiar impresiones con otros cinéfilos locales que pueblan el hall del complejo cinematográfico situado detrás del Solís. No hay mejores mundos que los festivales de cine. Ninguna experiencia hogareña puede hacerles sombra.
Esta edición nos depara muchas singularidades, especialmente un buen número de películas cuyo visionado supone el reencuentro con cineastas de los que hace tiempo que no escuchábamos hablar. El otro Tom es la nueva película del uruguayo radicado en México Rodrigo Plá; esta vez codirige junto con su esposa y habitual libretista Laura Santullo, con un planteo enfocado en la temática de la hiperactividad y el déficit atencional en niños. El filmador es el último documental de Aldo Garay, en el que se detiene en la figura del escritor José Pedro Díaz y en dos diarios, uno cinematográfico y otro literario, ocultos desde 1950. El gran director camboyano y sobreviviente a los jemeres rojos Rithy Panh ofrece, con Irradiés, una recopilación documental de horrores y atrocidades de un sinnúmero de guerras. Nicolás Prividera es, por su parte, un argentino hijo de madre desaparecida que sabe cómo incomodar y transgredir, y esperamos que vuelva a hacerlo en Adiós a la memoria. Otra cara conocida es la de María Álvarez, quien hace unos años sorprendió con su documental Las cinéphilas y ahora vuelve con El tiempo perdido, una aproximación a un singular grupo de lectura. La sal de las lágrimas es la última película de un maestro entre maestros, el veterano francés Philippe Garrel, quien nos sabrá contar una (otra) historia de amores y desamores parisinos, colmada de sugerencias y relieves psicológicos.
Hay también, claro está, nombres conocidos que son habitués del festival desde hace años y que nunca podrían sorprendernos con una nueva película, básicamente porque nunca han parado de filmar. En este paquete entran el controversial director israelí Nadav Lapid (La profesora de kindergarten, Sinónimos) con su nueva película La rodilla de Ahed; Christian Petzold, uno de los más sólidos directores alemanes (Bárbara, Ave fénix), con su notable Undine; el canadiense Denis Côté (Curling, Bestiario) y su Higiene social; el rumano Radu Jude (Tipografía mayúscula, No me importa si pasamos a la historia como bárbaros) con el título Sexo desafortunado o porno loco; el notable cineasta español Jonás Trueba (Los exiliados románticos, La virgen de agosto), que parece superase año tras año y ahora presenta Quién lo impide, una docuficción de casi cuatro horas.
Este cronista recomienda efusivamente la película argentina 36 horas, de Néstor Mazzini –primera parte de la trilogía Autoengaño–, que se completará más adelante con los títulos Cuando oscurece y La mujer del río y que tiene en un protagónico absoluto a nuestro César Troncoso en una de las interpretaciones más exigidas y logradas de su carrera. Otra indispensable es la española Josep, centrada en un campo de concentración francés habitado por españoles republicanos que huyen del franquismo, una muestra más de que la animación viene siendo la nueva y mejor herramienta para hacer cine histórico.
Podríamos seguir acumulando más y más párrafos enumerando títulos, y eso es lo bueno de un festival tan sustancioso y nutrido de buen cine. Pero digamos nomás que merecen especial atención el estreno de la uruguaya Mateína, de Joaquín Peñagaricano y Pablo Abdala Richero, la argentina Las siamesas, de Paula Hernández, la brasileña Ana sin título, de Lucía Murat, Zumiriki, de Oskar Alegria, Zahorí, de Marí Alessandrini, Dieciséis primaveras, de Suzanne Lindon, A tiempo completo, de Eric Gravel, La noche de los reyes, de Philippe Lacôte, Qué será del verano, de Ignacio Ceroi, y 9, de Martín Barrenechea y Nicolás Branca.
1. Del 4 al 12 de diciembre en el Complejo Cinemateca.