El amor demodé - Semanario Brecha

El amor demodé

1. Nicolas Bedos. Francia/Bélgica, 2017.

1. Nicolas Bedos. Francia/Bélgica, 2017.

Doria Tillier y Nicolas Bedos son pareja en la vida real. Encararon la escritura de este guion juntos y luego lo transformaron en la ópera prima del actor, aprovechando la química que tienen entre ellos para contar una extensa y rebuscada historia de amor. Sin embargo, en Monsieur & Madame Adelman1 todo está muy mediado y metaforizado; la ficción sirve para disfrazar cualquier atisbo de realismo que nos acerque, de modo más documental, a lo que verdaderamente pasa entre esas dos personas que se encuentran frente a cámara.

El procedimiento para contar el amor es entonces el horror al vacío y al silencio: creación afectada y clásica de personajes (mucho maquillaje, pelucas y transformaciones), momentos de intensidad construidos en largas secuencias de acción dramática, relato en off, abundancia de decorados y un marco de clichés románticos provenientes de la vasta cuna del cine francés. Él, un artista burgués bohemio y seductor, ella, joven y osada, encuentro histérico y dificultoso que deriva en felicidad transitoria, hijos conflictivos, caída inevitable. El montaje es muy bueno; en términos rítmicos la película tiene sus méritos. El presente se sitúa en el velorio de Victor Adelman, esposo de Sarah, quien contará su historia de amor a un periodista testigo que sirve para dar rienda suelta a ciertas ironías sobre la representación cinematográfica. Cuando la película termina y él le pregunta a Sarah por qué le ha contado su historia, ella responde que le daba placer ver la expresión de su cara mientras escuchaba. La cita es pertinente porque la película procede así, intentando conseguir una manipulación emocional vinculada con ideas conservadoras sobre cómo el destino nos junta a una única persona amada, o cómo es deseable mantener los vínculos a pesar del dolor y el desprecio. No obstante el uso de la sátira y el cinismo tan propios de la comedia francesa, se está lejos de esbozar una confesión profunda o renovadora sobre lo que supone el amor en nuestro tiempo.

Pero revisemos un poco más. ¿Será que no es sólo el amor lo que pretende narrarse desde el personaje femenino de Sarah? La investidura de afectación dramática, de carácter sentimental empieza a verse claramente hacia la mitad. Las escenas de conquista en los setenta son por lejos la parte más vital y valiosa. Ella es casi una muchacha de ahora situada en otra época: eran los años setenta y todo parecía posible, dice, estableciendo una continuidad entre aquel feminismo de la liberación sexual y el de ahora. Es ella quien se lo levanta: se acuesta con el mejor amigo y con el hermano de Victor para llegar hasta él, y lleva adelante un deseo neurótico que, en cuanto se concreta, deja de tener sentido. Hasta ahí la película está viva y propone una idea de feminidad sofisticada, transgresora. Pero luego cae en la trampa de un juego de roles que ya hemos presenciado hasta el hartazgo, y su potencial originalidad se va diluyendo en obviedades que dan la sensación de una mirada vieja sobre las relaciones humanas. No hay un trabajo sobre los detalles o sobre los tiempos muertos del amor, sino sucesiones de hechos importantes, previsibles, vinculados a una lectura básica de cada época: en los setenta está de moda la cultura, en los ochenta se vive en mansiones y se toma merca, en los noventa se resigna la coherencia intelectual y se asume que la modernidad del pensamiento está en la informática, en los dos mil se intenta recuperar un humanismo que ya está jodido, y cuya única esperanza es sacrificarse en el abismo. Voilà.

Ahora, si se la piensa así, y a la luz de una revelación final en el guion que cambia el signo de la narración, tal vez la película intente justamente tirar a la basura de una vez por todas el estereotipo del intelectual francés varón, culto, fracasado y bohemio, y reivindicar un potencial del pensamiento femenino que sobrevive a la miseria de la episteme académica. Pero si esa era la intención, el tratamiento algo burdo del vínculo amoroso juega en contra de una emoción genuina. Una película muy ambiciosa, a la que reírse un poco más de sí misma le hubiera venido muy bien.

 

Artículos relacionados

Cultura Suscriptores
Con el cineasta argentino Ariel Rotter

Dejar de ser un boludo

Maravillas del 42.o Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay

Ejercicios de resistencia

Cine argentino en el 42.º Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay

En la tierra de Borges, Favio y Martel

42.º Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay

Fortalezas y promesas