Hace un año que esperamos el momento, ese que sucederá cuando las páginas terminen de correr por la rotativa, los pliegos se junten y el nuevo diseño de Brecha por fin haya nacido.
Un nuevo diseño es como la muda de piel de los animales: no altera la esencia de lo que son, pero es la expresión tangible de un cambio. Al semanario le pasa lo mismo. Uno de los cambios más evidentes (y, a la vez, más significativos) es la consolidación del recambio generacional iniciado hace muchos años. Brecha ya no es la de nuestros fundadores, aunque el hilo invisible que une pasado y presente no se romperá nunca. Hoy la edad promedio en la redacción es de 40 años, y buena parte de los periodistas son más jóvenes que la democracia… mucho más jóvenes que la democracia. Si bien ser joven no es ningún mérito («Todos somos el viejo de mierda de alguien», avisó uno de los nuestros durante un intercambio sobre las tensiones generacionales en la redacción), lo cierto es que su presencia sacudió varias de las estanterías en las que se guardan las certezas o, al menos, ciertas costumbres. Entre ellas, la de que se debe guardar prudente distancia de la preocupación por las apariencias.
Para financiar este cambio, en 2019 aplicamos al fondo Prodiseño, del Ministerio de Industria, Energía y Minería. Una vez obtenido, nuestro proyecto comenzó a funcionar como un pequeño motor. Durante varios meses los diseñadores nos desafiaron con preguntas de las que no podíamos escapar: ¿por qué hacemos lo que hacemos?, ¿nos gusta lo que hacemos?, ¿qué función cumple esto?, ¿por qué jerarquizamos aquello?, ¿cuán conservadores somos y cuán rupturistas queremos ser? Bucear en el mar de posibles respuestas implicó para el Consejo de Redacción cuestionar su trabajo cotidiano y el del resto de los compañeros, establecer acuerdos, admitir los desacuerdos, discutir hasta zanjarlos o hacer pactos de paciencia sobre aquello que fuera imposible conciliar. Ese ejercicio de introspección institucional nos dio el impulso para dar un paso más y proponer al resto de la cooperativa un espacio para repensarnos en profundidad. Ese era el camino que ansiábamos transitar en 2020.
A cuenta del debate más profundo, el proyecto inicial de rediseño quedó enmarcado en una apuesta más ambiciosa, como lo es la del reposicionamiento del semanario. Seguimos manteniéndonos en nuestras trece, pero había algo en la forma de comunicar nuestra existencia que no estaba siendo del todo efectivo, sobre todo con las nuevas generaciones, que, aunque interesadas en acceder a información de calidad, por diversos motivos no atracan en este puerto. La Comisión Directiva recogió el guante y profesionalizamos el trabajo en las redes y en el área de suscripciones y comunicación con los lectores, que hasta ahora había estado a cargo de compañeros de la redacción o la administración. «Qué tarde», dirán algunos con sorna mientras chanflean la boca con aires de superioridad. Pero tampoco habíamos estado precisamente perdiendo el tiempo.
Estos últimos cambios los hicimos gracias al fondo Procoop, que obtuvimos del Instituto Nacional del Cooperativismo. El fondo Pro-Digital, de la Agencia Nacional de Desarrollo, nos permitió comenzar la digitalización del archivo, nuestro único patrimonio importante. Para ello tenemos un acuerdo con el Archivo General de la Universidad de la República, que se hará cargo de digitalizar textos y fotos, incluido el emblemático archivo fotográfico de Archivo Chelle, del que somos propietarios, un deseo que llevaba décadas postergado.
Es curioso cómo gira esta rueda: hacía años que no había tantas ideas y tantos proyectos avanzando como los hay este año. Hacía años que Brecha no crecía de la forma en la que lo está haciendo ahora. Sin embargo, en 2019 comenzamos a transitar una (otra) crisis económica que amenazó con complicar en exceso nuestra siempre complicada existencia. Hacía años que la crisis no era tan profunda. No contábamos con que el garrote vil de la pandemia intentaría aniquilarnos.
¿Que si bajaron las ventas? Claro que bajaron. Las primeras semanas muchos quioscos estuvieron cerrados, mucha gente tuvo miedo de salir de su casa, y eso provocó una disminución importante en las ventas del formato papel, que lentamente vamos recuperando. Para salir de esta doble crisis hubo que dar un golpe de timón importante: postergar el debate interno, postergar la organización de los festejos por nuestros 35 años, volcarnos de lleno a pensar estrategias que nos permitan sacar la cabeza del agua. Si estamos vivos es por eso y por aquella apuesta al crecimiento y a la incorporación de nuevos compañeros en áreas claves, que ya comenzó a dar frutos. Nos falta un montón, porque si antes de marzo debíamos crecer dos, ahora tendremos que crecer cuatro. No es sencillo sortear la tormenta, pero la emprendemos guiados, como siempre, por aquel hilo invisible que viene del pasado y al oído nos dice: «Navigare necesse est».