La inclusión parece estar hoy tan en auge como en riesgo. Hay un auge que viene de procesos de cambio en el marco legal y también en las miradas hacia lo diferente o disidente. Y hay también un riesgo que no es sino de abuso, para decirlo con toda la polisemia que tienen las cosas.
Por un lado, la palabra inclusión aparece y reaparece en conversaciones, en discursos políticos, en proyectos, en propuestas institucionales. Oímos hablar con frecuencia (y, muchas veces, con evidente ligereza) acerca de la necesidad de tener comportamientos «inclusivos». Esta manera de proponer la inclusión del lado de la corrección parece difícil de distinguir de lo que no sería más que una nueva obligación (moral, obviamente) envuelta, muchas veces, en el colorido celofán de la empatía.
La empatía también se ...
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