Viene a los campamentos de refugiados saharauis para “sentir alivio”, pero regresará pronto al lugar donde vive, los territorios ocupados por Marruecos. Volverá para “luchar desde dentro por la autodeterminación” a pesar de los episodios de tortura que denuncia por parte de las autoridades marroquíes. El último hace tres meses: “Me detuvieron cuando me dirigía a mi casa y me secuestraron durante 24 horas utilizando técnicas de tortura”, dice mientras señala sus manos, con marcas de quemaduras de cigarrillos.
El miércoles 29 se enteró de que el Consejo de Seguridad de la ONU prorrogó su misión en el Sahara occidental (MINURSO) sin incluir el control de los derechos humanos en la zona y sin atisbo alguno de solucionar el conflicto que obliga a esperar en la nada a entre 100 mil y 200 mil refugiados.
“Estamos muy frustrados y preocupados. Estamos escandalizados porque ni siquiera se hayan tomado en cuenta los informes de diferentes organismos internacionales que documentan los abusos marroquíes en los territorios ocupados”, añade el activista saharaui, que prefiere no dar su nombre.
La ONU ha vuelto a retrasar la vigilancia de los derechos humanos, una labor encomendada a todas sus misiones excepto a esta. Las presiones marroquíes calan principalmente en Francia, cuyo derecho a veto frena cada amago de ampliación de la MINURSO. España por el momento ha optado por el silencio.
José Taboada, presidente de la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sahara (CEAS), de España, dijo esperar que la apertura de las causas judiciales haga volver las miradas hacia este territorio, donde los ciudadanos saharauis encadenan 40 años de frustración en la búsqueda de la independencia de su tierra. “Hay delitos que siguen ocurriendo, la represión, la tortura, el trato en las cárceles. Eso sigue ocurriendo hoy”, afirmó.
El activista saharaui suscribe las palabras del militante humanitario español. El “acoso” se multiplica sobre los activistas que, cuatro décadas después del inicio de la ocupación de su país, continúan luchando por recuperarlo.
Enumera de forma calmada los casos en los que asegura haber sido torturado, secuestrado o amenazado. Retorna a 2005. “Fue en el inicio de la primera Intifada por la independencia. Fuimos duramente reprimidos y acabé inconsciente. Estuve en coma cerca de seis meses.”
Está aquí, en Dajla, el campamento de refugiados saharauis que acoge durante estos días el festival internacional de cine Fisahara, para aprovechar la cobertura mediática y denunciar “las constantes violaciones de derechos humanos” que sufre su población, aún hoy. También para descansar y visitar a su familia en otra de las wilayas levantadas en el desierto argelino. El muro construido por Marruecos para dividir la zona ocupada de la liberada lo aleja de muchos de los familiares, que viven al otro lado.
También viene a recibir un tratamiento médico que Marruecos le niega por ser saharaui, además de activista.
La violencia no siempre se manifiesta en golpes. “A las agresiones a los activistas se une que el conjunto de la población está marginada. Esto no puede seguir así. A un lado del muro, la gente está abandonada en el desierto. Al otro lado, reprimida. Si no reacciona la ONU, habrá que cambiar la vía pacífica”, concluye.
(Tomado de eldiario.es, por convenio.)