Las historias y los fantasmas que estallaron por los aires en el anochecer del 2 de setiembre de 2018 son demasiadas. Este edificio monumental que recorrimos con las cabezas protegidas por cascos, calzado rígido y obligatorios pantalones largos –aun en una tarde calurosa de Río de Janeiro– es una cáscara de entrañas ajadas que guarda rastros de los últimos dos siglos. De residencia de la familia imperial portuguesa –al instalarse en Brasil la Corona desde 1808 huyendo de Napoleón– a sede del Museo Nacional –la institución científica más antigua del país– pasaron dos siglos de reyes, emperadores y emperatrices, pero también meteoritos, esqueletos, dinosaurios, rocas e investigación científica.
Sin embargo, todo eso se hizo humo en cuatro horas.
2 DE SETIEMBRE, PERO DE 1822
Aquella mañana de...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate