La muerte embellece, dicen, mejora, idealiza. Porque en esa circunstancia opera un sentimiento de piedad y un compromiso con el buen gusto. Es impropio mencionar las manchas oscuras de un personaje que acaba de fallecer. Así, perduran y se asientan las virtudes, cuando existen, y el tiempo las amplifica, las santifica. Solo cuando las aberraciones son inocultables, como pasa con Venancio Flores, con Stalin o como pasará con Netanyahu, la revisión histórica blande el cortafierro para eliminar la gruesa capa de mampostería. Pero eso, en todo caso, ocurre cuando la distancia entre la realidad y la idealización es notoriamente obscena. En general, con la mayoría de los personajes relevantes, especialmente los políticos, se produce un inacabable contrapunto entre lo impúdico y lo recatado, entr...
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