En la Biblioteca Nacional, Daniel Balderston estuvo acompañado por el director, Valentín Trujillo, y la investigadora y crítica literaria Ana Inés Larre Borges. Los anfitriones presentaron al investigador enumerando sus credenciales académicas y destacaron su vínculo con Uruguay. Balderston es Mellon Professor de Lenguas Modernas, director del Borges Center y director de la revista Variaciones Borges en la Universidad de Pittsburgh. Además, es académico correspondiente de la Academia Argentina de Letras. Tanto Trujillo como Larre Borges le recordaron al «distraído Uruguay» que la relación con el investigador data de 1997, a través del trabajo que Balderston emprendiera con los manuscritos de Juan Carlos Onetti, labor que resultó en la edición crítica de las Novelas cortas en la Colección Archivos del Centre De Recherches Latino-Americaines y Alción Editora, en 2009, de la que fue coordinador. Desde los años noventa hasta ahora, las visitas se han repetido al punto de olvidar el número de regresos.
Sin dudas, fue Borges el imán que lo atrajo al sur; en 1974, cuando aún estudiaba en Berkeley, tomó un curso con Luis Andrés Murillo que abordaba la ficción dentro de la ficción en Cervantes, Unamuno y Borges. Desde ese momento, no ha cesado su fascinación con la obra del argentino, a la que aborda de múltiples maneras.
BIBLIOTECAS, LIBROS Y LECTURAS
Esta tríada de palabras intenta cifrar la conferencia «Borges y el lugar de los libros», título significativo si tomamos en cuenta que se dictó en una biblioteca. Es importante señalar que, a partir de 2009, Balderston comenzó a trabajar sobre los manuscritos de Borges, y esta aclaración tiene una doble finalidad: por un lado, encuadrar la conferencia en el estudio de los procesos de creación y escritura que plantea la crítica genética y, por otro, destacar la titánica y audaz tarea de trabajar con un archivo inexistente físicamente. Los papeles de Borges están dispersos por el mundo, en parte por decisión del autor –que muchas veces obsequió sus manuscritos– y en parte por la avidez de coleccionistas y especuladores que subastan de manera fraccionada originales, en procura de un mayor rédito económico. Indicaba el investigador que su trabajo cobró impulso a partir de Borges, libros y lecturas (2010), de Laura Rosato y Germán Álvarez, libro que recopila el sistema y el repertorio de citas de Borges a partir de las anotaciones marginales en sus libros. Recordemos que la biblioteca de Borges fue donada a la Biblioteca Nacional argentina, pero la colección fue integrada al resto del inventario de libros, lo que insumió cinco años de trabajo por parte de los investigadores argentinos (véase «La letra que faltaba, la recóndita clave», de Ana Inés Larre Borges, Brecha, 16-XII-16). Estos escollos son los que el Borges Center comenzó a subsanar con la creación de un archivo digital, mediante el trabajo colectivo de distintos equipos de investigadores.
El 13 de julio la Sala Varela de la Biblioteca Nacional alojó a un público expectante que, de la mano de Balderston, ingresó a la biblioteca, los libros y las lecturas de Borges a través de los manuscritos del ensayo «Del culto de los libros». El ensayo, que fue publicado en La Nación el 8 de julio de 1951 y recogido en Otras inquisiciones (1952), inicia de la siguiente manera: «En el octavo libro de la Odisea se lee que los dioses tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que cantar; la declaración de Mallarmé: El mundo existe para llegar a un libro, parece repetir, unos 30 siglos después, el mismo concepto de una justificación estética de los males. Las dos teleologías, sin embargo, no coinciden íntegramente; la del griego corresponde a la época de la palabra oral, y la del francés, a una época de la palabra escrita» (p. 713).2
De este modo comienza la reflexión sobre la oralidad y la escritura, la invención de la lectura silenciosa, el vínculo entre la escritura y la memoria, sobre los libros sagrados, la naturaleza como libro posible de interpretar, el poder de los signos para los cabalistas, la escritura y el registro de la historia, el mundo como un libro incesante del que somos signos. Estas reflexiones se encadenan a partir de citas referenciadas. Sin embargo, el estudio de los manuscritos revela la consulta de muchísimas más fuentes por parte del escritor.
Balderston exhibió imágenes de dos manuscritos del ensayo. El primero, compuesto por cuatro folios, deja ver que en el margen izquierdo Borges registraba las fuentes consultadas. Por lo tanto, hoy podemos saber que a la larga lista declarada en el texto publicado se suma la consulta de los siguientes autores: Theodor Gomperz, el Evangelio de Mateo, Vernon Bourke sobre san Agustín, cuatro artículos de la undécima edición de la Enciclopedia británica, H. R. Rose sobre la literatura griega, Miguel Asín Palacios sobre Al-Ghazali, George Saleas, traductor y comentador del Corán, Gershom Scholem, Henri Sérouya, Erich Bischoff y Paul Deussen sobre la cábala, Walter Frost sobre Bacon, Antonio Favaro sobre Galileo y Arthur Schopenhauer. La extensa enumeración provoca vértigo. La cantidad añadida de referencias y la variedad de lenguas y temas son asombrosas: alemán, francés e inglés; filosofía, literatura e, incluso, aspectos técnicos sobre las primeras ediciones de Homero.
El arduo trabajo de reconstrucción de las fuentes permite imaginar no solo la nutrida biblioteca, sino comprender qué y cómo leía Borges, cómo se documentaba, el rigor con que verificaba los datos para sus trabajos. Así, dimensiona el lugar de la lectura como generadora de escritura. Este tipo de estudios refuta el mito de las citas apócrifas.
El segundo manuscrito de «Del culto de los libros», al igual que en otros casos, contiene menos marcas y se debe a que estos segundos escritos funcionan como copias para la imprenta; en este caso, lo indican la leyenda «Para La Nación» y el nombre del autor. No obstante, acotó Balderston, Borges no daba por concluidos los textos y lo prueba el caso de un ejemplar de la revista Sur con el cuento «La lotería de Babilonia» prácticamente reescrito.
EL MÉTODO BORGES
El día 14 la cita fue en Escaramuza. Pablo Silva Olazábal presentó a Balderston y recordó la generosa participación del académico en el congreso internacional «Borges, una geografía imaginaria», celebrado en noviembre de 2016. Leticia Hornos Weisz habló, a partir de una atenta lectura, de El método Borges, libro que recoge y sistematiza los trabajos de Balderston llevados adelante durante más de 40 años. Destacó la solidez y la inteligencia con las que son presentados los trabajos e hizo énfasis en la secuencia de operaciones para lograrlos: rastreo de manuscritos, transcripción, estudio de variantes, rastreo de referencias anotadas en los manuscritos. A estas tareas se suma un gran trabajo de análisis, interpretación y selección.
En ambos encuentros, Balderston hizo gala de su conocimiento, simpatía e incesante labor, ya que entre la publicación de How Borges Wrote en 2018 y la reciente traducción al español publicó, junto con María Celeste Martín, tres libros facsimilares: Poemas y prosas breves (2018), Ensayos (2019) y Cuentos (2020). Además, acaba de salir de imprenta Lo marginal es lo más bello. Borges en sus manuscritos (2022), libro que está en estrecha relación con El método Borges.