El mapa de los sueños - Semanario Brecha

El mapa de los sueños

Arte indígena de Australia.

MAPI, Tiempo de sueños: arte indígena de Australia.

Llegan noticias de Australia que no son incendios. Esta interesante exposición desembarca por primera vez en Montevideo, luego de una gira por nueve ciudades de Brasil.1

El brasileño Clay de Paula, curador de la muestra junto con los australianos Adrian Newstead y Djon Mundine, informa que Tiempo de sueños ofrece una selección de obras de artistas contemporáneos: “De un acervo de más de 2 mil piezas seleccionamos las más significativas, [obras] que ya fueron publicadas en numerosos catálogos de arte y citadas en textos de doctorado, y que participaron de numerosas exposiciones en Australia e, internacionalmente, en Europa y América del Norte”. Han sido realizadas con técnicas diversas, tales como la pintura sobre tela, la escultura en madera, la litografía sobre papel y el bark painting (pintura sobre corteza de eucalipto). Típico, este último, del norte de Australia, constituye una de las expresiones artísticas más antiguas del mundo, con 40 mil años de antigüedad (pertenecen al acervo de Cooee Art Gallery). Se destacan los trabajos de Emily Kame Kngwarreye (1910‑1996), cuyas obras se presentaron en la Bienal de Venecia, y Rover Thomas (1926‑1998), artista de fama internacional.

El diseño del montaje es muy didáctico, provee abundante información con el cometido de contextualizar las obras según las regiones en las que se produce tradicionalmente, los nombres de los artistas, las fechas y los detalles técnicos. Esto es importante porque, si bien en muchos casos son métodos y reglas compositivas que se remontan a la antigüedad, los artistas que los trabajan son contemporáneos y han actualizado los recursos materiales y los procedimientos tanto técnicos como simbólicos, resignificándolos, pero sin perder la esencia de su creación.

Visualmente atrapante, la muestra presenta, sin embargo, dificultades para una correcta apreciación. La tentación de analizar las obras según las categorías occidentales –arte abstracto, expresionismo, arte naíf, etcétera– es muy grande, pero no les haría justicia: estamos ante una forma de expresión utilitaria y básicamente comunicativa, en un sentido práctico y ritual a la vez. “Los artistas pintan sobre sus sueños, pero no con la idea junguiana de soñar asociada al inconsciente. Para ellos, pintar o ‘soñar’ (dreaming, en inglés) es volver a contar historias que son eternas, para mantenerlas vivas y transmitirlas a las generaciones futuras. Estas pinturas contienen información vital, como dónde encontrar ‘agua viva’ permanente. Mantener ese ‘soñar’ vivo es la motivación fundamental para los artistas indígenas australianos.” De modo que los habituales abordajes occidentales de las motivaciones simbólicas profundas de los sueños tal como nos las presenta la psicología moderna tampoco nos son de gran ayuda.

Para entender la motivación de estos artistas, se ha colocado un panel en sala en el que se reproducen diferentes íconos –espirales, rayas con semicírculos, flechas…–, que representan en estas pinturas a la mujer y al hombre, la lluvia, huellas de animales, un campamento, pozos de agua, etcétera. Se entiende ahora por qué este medio pictórico, tan fuertemente codificado, no se relaciona con los conceptos estilísticos de las vanguardias europeas, pese a tener, visualmente, una parecida carga expresiva. Pensemos estas representaciones oníricas como mapas para lograr una travesía que se da a través del espacio (locaciones concretas, prácticas sagradas) y el tiempo (se transmiten de una generación a otra).

Por otra parte, no todas las obras corren por esta vía onírica. Las hay también figurativas con una función política, de denuncia del avasallamiento perpetrado por el hombre blanco, como la perturbadora pintura Masacre del arroyo Horso, de Queenie McKenzie (1930‑1998), y Camino Packhorse, de Jack Dale (1922‑2014). En muchos casos, el artista aborigen se ha servido del arte para reelaborar su relación con el hombre blanco, buscando revertir una situación de desigualdad histórica. Por ello, reconocer el trabajo del artista indígena como un producto cultural original de su entorno es un reclamo que se repite en varios textos de sala. Las distancias y las diferencias culturales son grandes, pero nada que no se pueda superar con un poco de empatía e intuición. Tal vez, alcance con estar advertidos y dejarse llevar.

1.   Mapi, Tiempo de sueños: arte indígena de Australia.

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