Ni Pepita ni El dirigible convocaron a seguidores, ni se constituyeron en una tendencia. Pero su sola existencia elevó el cine uruguayo a un nivel de exigencia que al menos las futuras películas aspirarían a igualar. El “problema” con Dotta –por qué, teniendo todos los elementos a mano, no se convirtió en el genial joven modelo, cuya poética del cine había que imitar– fue la discontinuidad de su obra, y el hecho de que, por su propia personalidad y la ausencia de mecanismos de promoción, su ejemplo y figura siguió siendo individual y aislada. El “problema” con Flores Silva, pese a su voluntad de integrarse con energía al mundo del cine, y dirigir la Escuela de Cine de la Cinemateca, fue la resistencia de una industria que, por pequeña que fuere, había estado en manos de hombres. Y la vocac...
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