De las distintas explicaciones que se manejan en torno a la brevedad de febrero con respecto a los demás meses, apenas compensada cada cuatro años, la última novela de Amir Hamed insiste en una que pone a los césares como responsables de la mutilación del mes con la intención de filtrar sus nombres imperiales en el calendario, es decir, en la historia. Esta insistencia en la mencionada explicación sobre la apropiación de días por parte de Julio, y luego Augusto, no intenta, sin embargo, poner énfasis en la consabida ambición de ambos personajes, sino más bien recala en la imagen de la mutilación del mes como metáfora de la mutilación del cuerpo, de la cirugía al tiempo como desesperada manera de ganar más tiempo.
Del laberíntico entramado de historias –más bien temas, pero ya hablaremos de...
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