«Alza» del antisemitismo en Uruguay: organizaciones judías plantean al gobierno la necesidad de estrategias», tituló en agosto Búsqueda y replicó Caras y Caretas, que informaron que, «en Uruguay, casi un tercio de los comentarios en portales digitales es antisemita». El Observador, El País y Montevideo Portal compartieron la noticia, y varias radios alertaron de una «reactivación en Uruguay de las expresiones de antisemitismo, sobre todo en redes sociales», con un auge «por encima del promedio regional», según un conductor de Del Sol. Dos canales de tevé señalaron que «en medios digitales uruguayos hay más del doble porcentual de contenido antisemita que en medios de otros países». Todos los reportes refirieron al último informe del grupo Observatorio Web (OW). Ninguno advirtió, sin embargo, que OW considera «antisemitas» los comentarios críticos hacia el sionismo y a Israel, que son más del 80 por ciento de las expresiones que registra como «antisemitismo».
OW es un programa conjunto del Congreso Judío Mundial (CJM), el Congreso Judío Latinoamericano (CJL) y las organizaciones argentinas Asociación Mutual Israelita Argentina y Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas. Según su web, «desde el año 2010 trabaja contra la discriminación en internet y por un uso responsable de las tecnologías […] en conjunto con gobiernos, empresas ligadas a internet y otras oenegés monitoreando la web, elaborando informes y promoviendo acciones de concientización».
Desde 2020, la organización publica informes sobre antisemitismo online en Latinoamérica, con gran repercusión en medios argentinos y uruguayos. En febrero, tras una reunión con el entonces presidente electo Yamandú Orsi, el director de Asuntos Políticos de la B’nai B’rith Uruguay y secretario general de la Organización Sionista del Uruguay, Javier Galperín, les dijo a los medios que entre los objetivos del encuentro estuvo plantear «algunas de nuestras preocupaciones, especialmente vinculadas al enorme aumento del antisemitismo que se está viviendo en Uruguay». Esto, según Galperín, «se refleja sobre todo en redes sociales: un reciente estudio desarrollado por el CJM muestra que Uruguay es el país donde hubo el mayor aumento de antisemitismo de la región». El directivo de la B’nai B’rith indicó que los antisemitas están «amparados por la falta de respuesta a nivel de Fiscalía, a nivel de la Justicia».
Los informes de OW también fueron destacados el 11 de marzo en un encuentro regional en Santiago de Chile en el que se lanzó la iniciativa Alianza Latinoamericana contra el Antisemitismo (ALAS). Allí, Uruguay estuvo representado por los diputados Pedro Jisdonian (Partido Nacional), Felipe Schipani (Partido Colorado) y Carlos Varela (Frente Amplio). ALAS, patrocinada por la Liga Antidifamación y el CJL, dice ser «una plataforma de cooperación entre legisladores de la región» que tiene como objetivo «promover medidas legislativas y políticas públicas para combatir el antisemitismo en toda América Latina».
El 14 de agosto, el último informe de OW fue presentado en Montevideo en el Edificio Mercosur, con apoyo de la Organización de Estados Americanos y la participación de Schipani, Valeria Ripoll y el director de la Institución Nacional de Derechos Humanos, Marcos Israel, entre otras figuras.
MÁS DE 80 POR CIENTO DE ANTISIONISMO
La metodología de los informes de OW no es consignada en la prensa, pero sí aparece comentada en la web del observatorio. Allí se indica que los contenidos a analizar se recopilan mediante social listening y herramientas de inteligencia artificial. El último informe dice que evaluó «más de 126 millones de posteos en X, comentarios en Facebook, videos y comentarios en YouTube, resultados de búsqueda en Google y comentarios en medios digitales». La selección de contenidos se hace a partir de las siguientes palabras claves: Israel, judío, holocausto, sionismo. En el apartado metodológico, los informes del observatorio aclaran que para definir antisemitismo «se utiliza la definición elaborada por la IHRA (International Holocaust Remembrance Alliance)». Desde el inicio, los autores indican que al evaluar el antisemitismo presente en un contenido consideran las palabras judío y sionista como sinónimos.
El último informe reporta que en 2024 hubo, en X, un 19,6 por ciento de mensajes «antisemitas», «el mayor nivel de odio desde 2020». Pero, cuando se desagrega el total de tuits «antisemitas» por «tópico», se señala que el 87,63 por ciento son «de carácter antisionista», seguidos por un 12,76 por ciento de «mensajes que establecen relaciones entre Israel y el sionismo, y que equiparan sus políticas con las de exterminio del régimen nazi». Un 9,54 por ciento, en tanto, tienen contenido de «antisemitismo tradicional e insultos» y un 4,24 por ciento son tuits que mezclan contenido «antisionista» y de «antisemitismo tradicional». Apenas un 0,39 por ciento incluye «contenido de negación, banalización y distorsión del Holocausto».
El informe de este año reproduce, entre los ejemplos de tuits «antisemitas» relevados, «Israel es la Alemania nazi del siglo XXI». En el informe del año pasado, los ejemplos incluían tuits del presidente de Colombia, Gustavo Petro, como este: «Pueden poner a todos los sionistas a hablar en la prensa, pero aquí voy a hacer otra comparación histórica. Gaza aparece hoy tan destruida o más que el gueto de Varsovia después que la insurrección judía y socialista en ese campo de concentración fue destruida por la barbarie nazi».
La historia se repite en las demás plataformas. En Google, «por primera vez desde 2021 […] se recopila un incremento en el nivel de antisemitismo» que pasa de 2,78 por ciento del total de los contenidos relevados en 2023 a 4,31 por ciento en 2024. Pero, al desagregar esta cifra «según concepto asociado», más del 80 por ciento de los contenidos «antisemitas» se relacionan con la palabra clave sionismo y menos del 20 por ciento con judío y holocausto. En el análisis de los comentarios en YouTube, se dice que «los términos más utilizados por los usuarios que escriben posteos de carácter antisemita» son pueblo palestino, gente inocente, niños y mujeres, Estados Unidos, Viva Palestina, y entre los ejemplos de «comentario antisemita» aparece este: «Ayer fue víctima del holocausto alemán y hoy es víctima del holocausto palestino. Qué tristeza». En Facebook, «el antisemitismo representa el 11,52 por ciento del contenido total», advierte el informe, pero aclara que, «dentro de esta categoría, la mayoría de los mensajes antisemitas se centran en discursos antisionistas». Más precisamente, el 82,11 por ciento de los posteos supuestamente antisemitas son de contenido «antisionista» y solo un 17,65 por ciento son «de corte antisemita tradicional». Y en la categoría de comentarios «antisemitas» en portales de medios, en la que Uruguay tendría el récord regional, qué comentarios son antisemitas es algo determinado por la definición de la IHRA.
Esa definición, adoptada por Uruguay en 2020, incluye entre sus «ejemplos guía» para detectar antisemitismo casos clásicos de odio a los judíos, pero también estos: «Denegar a los judíos su derecho a la autodeterminación, por ejemplo, alegando que la existencia de un Estado de Israel es un empeño racista», «aplicar un doble rasero al pedir a Israel un comportamiento no esperado ni exigido a ningún otro país democrático», «establecer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los nazis», «usar los símbolos y las imágenes asociados con el antisemitismo clásico (por ejemplo, las calumnias como el asesinato de Jesús por los judíos o los rituales sangrientos) para caracterizar a Israel o a los israelíes».
Estos ejemplos son considerados improcedentes por organizaciones de derechos humanos y de defensa de la libertad de expresión, como Human Rights Watch, y han hecho que la definición de la IHRA sea rechazada por referentes internacionales del estudio del antisemitismo, como David Feldman, profesor de la Universidad de Londres y director del Instituto Pears para el Estudio del Antisemitismo, y Amos Goldberg, director del Instituto de Investigación Avraham Harman sobre la Judería Contemporánea de la Universidad Hebrea de Jerusalén, entre varios otros (véase «Diccionario orwelliano», Brecha, 5-IX-25).
EL «NUEVO ANTISEMITISMO»
La IHRA, el CJL y la B’nai B’rith adhieren a la noción de «nuevo antisemitismo». En su libro Off White, la investigadora judía israelí Rachel Shabi recuerda que la idea surge en el seno de los gobiernos de Israel en los años setenta, como respuesta a críticas internacionales por la ocupación de territorio palestino. «En lugar de echar un vistazo franco a la ocupación y entender por qué provocaba tanto enojo, […] autoridades, académicos y think tanks israelíes comenzaron a desarrollar una nueva teoría: que las críticas a Israel se debían a que el antisemitismo había cambiado, de un ataque al judío como individuo a un ataque al judío como colectivo encarnado en el Estado de Israel». Esta conveniente interpretación fue inaugurada así, en 1973, por el canciller israelí Abba Eban: «El antisionismo es simplemente el nuevo antisemitismo».
La noción tropieza con inconvenientes: mientras el judaísmo es una identidad etnorreligiosa y cultural con más de 2.000 años, el sionismo es una ideología política nacida a fines del siglo XIX. Multitudes de judíos en el mundo no se consideran sionistas, y muchos se identifican como antisionistas o se oponen a Israel, incluso en Uruguay (véase «Desobediencia debida», Brecha, 15-VIII-25). El grupo judío estadounidense Voz Judía por la Paz (VJP), con más de 30 mil militantes activos, define antisemitismo como «discriminación, persecución, violencia y estereotipos deshumanizantes dirigidos a los judíos porque son judíos» y antisionismo como «oposición a la ideología política del sionismo, que resultó en la expulsión de 750 mil nativos palestinos de sus tierras y hogares. Antisionismo significa oponerse a la creación de un Estado nación con derechos exclusivos para los judíos por encima de los demás habitantes de esa tierra».
Como VJP, o el argentino Judíes por Palestina, investigadores como Shabi y expertos como Goldberg y Feldman coinciden en que la idea de «nuevo antisemitismo» y su confusión con antisemitismo y antisionismo entrañan peligros. El primero es la censura de voces por los derechos palestinos, extendida en Occidente y que ya ha tenido consecuencias en Uruguay (véase «El disciplinamiento», Brecha, 11-VII-25). El otro es el riesgo de separar la lucha contra el antisemitismo de la lucha contra otras formas de racismo, al tiempo que se resiente la capacidad de abordar el asunto seriamente: «Tantos partidarios de la causa palestina están acostumbrados a ser acusados de antisemitismo de forma tan irrazonable, brutal y, a veces, con serias consecuencias a nivel laboral, que se empieza a extender el reflejo de tratar cualquier acusación de antisemitismo con sospecha o burla», apunta Shabi. VJP denuncia que «en un momento en que el autoritarismo y los supremacistas blancos aprovechan para sembrar confusión y promover el antisemitismo, la islamofobia y el racismo, distorsionar qué es el antisemitismo perjudica la búsqueda de justicia y pone en peligro real a nuestras comunidades».
El filósofo judío británico Brian Klug, profesor de la Universidad de Oxford, advirtió hace 20 años que «cuando el antisemitismo está en todas partes, no está en ninguna. Si todo antisionista es un antisemita, ya no podemos reconocer el problema real: el concepto de antisemitismo pierde su significado».
El informe de OW reseña al pasar un crecimiento de lo que llama antisemitismo tradicional. Muchísimos menores en número que las críticas a Israel y al sionismo, los contenidos en internet con agresiones y prejuicios contra los judíos por ser judíos, que acusan a los judíos por las acciones de Israel o que reivindican el nazismo, sí parecen ir en ascenso, pero en los informes del observatorio los casos de este tipo aparecen mezclados con posteos antisionistas y sin mayor destaque. El tema no parece generar el rédito político buscado por los difusores de la noción de «nuevo antisemitismo».





