El plebiscito invisible - Semanario Brecha
Después de la debacle inventada

El plebiscito invisible

«¿Sabes que acaso te está hablando un muerto?/ Eco callado soy que resucito/ Única voz que se atigró en cien soles/ No bronce o mármol, frágil cera guarda/ esta inmortalidad que estás oyendo/ […]/ Yo soy la realidad/ sombras vosotros/ que con ser solo un aire estremecido,/ yo he de vivir aún más que quien me dijo// […]/ En vano sobre mí pondrán los hombres/ leve silencio o densidad de olvido/ Vendrá una mano y volaré de nuevo/ Diré otra vez lo que te estoy diciendo.»

* * *

Con este bellísimo y muy hondo y alto «Poema para ser grabado en un disco de fonógrafo»1 Eduardo Darnauchans nos conmovía y alumbraba muchas de nuestras tristes noches bajo la dictadura, en pleno año 1978. Entonces los tiranos civiles militares daban por muerto al pueblo uruguayo, alejados como estaban de él y menospreciando nuestra capacidad de resistencia civil y pacífica, sin prever que apenas dos años después iban a recibir la gigantesca cachetada del no y que su fin llegaría el 1 de marzo de 1985 con la democracia recuperada (a pesar de importantes carencias y heridas que todavía siguen sin sanar).

La trinchera de la alegría

El proceso previo a la desilusión de la noche del 27 de octubre deja muchas enseñanzas hacia dentro del campo popular social, y también para quienes detentan el poder o ejercen el gobierno. Hacia dentro, la recuperación para la lucha de muchos cientos, tal vez miles, de compañeras y compañeros que se habían alejado producto del desencanto con la política partidaria, o incluso sindical, implica una nueva realidad en la que se consolidaron o emergieron jóvenes dirigentes sindicales (Nathalie Barbé, Sergio Sommaruga –ya avizorado en la discusión de la Ley de Urgente Consideración– y Karina Sosa, por nombrar las figuras de mayor relieve). Esto a su vez permite reforzar la confianza en el PIT-CNT, a veces alicaída en algunos sectores, y proyectar hacia el futuro a partir de la pasión renovada, la alegría de militar, una capacidad de estudio permanente, actitud crítica y promoción educativa como hacía tiempo no veíamos.

Esa acumulación de fuerzas y talentos en verdad no tiene techo, y el casi millón de votos alcanzados a pesar de la feroz y poderosa oposición reunida (la económica con el capital financiero nacional e internacional a la cabeza, la político-partidaria casi en su totalidad, la de los think tanks enteros e incluso la de algunas organizaciones sociales claudicantes) son un nuevo punto de apoyo a partir del cual seguir desplegando las movilizaciones –no solamente en materia de seguridad social, sino también en otros aspectos de la vida nacional que también reclaman soluciones urgentes.

Algo que los gobernantes tendrían que aprender

Cada vez es mayor el reclamo de que muchos abandonen sus privilegios y que deberían ponerse a trabajar muy activamente dando participación al pueblo en la toma de sus decisiones. Guste o no guste, hay un conjunto de tecnócratas convertidos en políticos que están en las gateras esperando que les lleguen sus futuros cargos y hay unos cuantos dirigentes que conciben nuestra realidad más como una aristocracia o una burocracia trasnochadas que como verdadera democracia.

No son pocas las señales de alerta que los de abajo les estamos dando. Si muchos políticos se pasan en sus cuentas de X chusmeando sobre lo que nos pasa, sin ponerse el mameluco y dedicarse a trabajar en serio en lo que nos pasa, el descontento y el desencanto ya visibles en estas elecciones seguirán en aumento sin que sepamos en qué pueden terminar.

Detrás del temor y la incertidumbre

Si uno recuerda los persistentes resultados de opinión pública con relación a cada uno de los tres puntos principales de la reforma constitucional que promovimos, las respuestas sistemáticamente eran por demás claras y contundentes. Uno: un 80 por ciento estaba a favor de aumentar las pasividades mínimas; dos: un 70 por ciento estaba en contra del aumento de la edad jubilatoria, y tres: un 65 por ciento manifestaba desconfianza en las AFAP (administradoras de fondos de ahorro previsional). ¿Qué pasaría si hoy se volviera a hacer las mismas preguntas por separado?

A la justicia de nuestros reclamos se le opuso la invención de una debacle de Uruguay vaticinada por casi todos los dirigentes partidarios, incluido el propio presidente de la república, en violación de la Constitución, y, de esa manera –con la ayuda de casi todos los medios de comunicación montevideanos–, se instalaron dos de los peores venenos para el ejercicio libre de una verdadera democracia: el miedo profundo y la duda encendida (llevados al extremo por Lacalle Pou cuando dijo en Melo: «Si la gente aprueba el plebiscito, yo no me voy a hacer cargo»).2

Con la verdad y la lucha se puede conquistar lo lejano

En lo que vengo conversando desde el 27 de octubre y lo que me cuentan decenas de personas conocidas, por esas causas y artimañas se concretó en los hechos el objetivo de nuestros adversarios (y, por supuesto, de los enemigos que hay entre ellos) y se dio como resultado la ausencia del sí blanco en los sobres. Ello fue por distintas razones: «Mire, honestamente, tuve muchas dudas, por eso terminé sin poner la papeleta»; «la verdad que tuve miedo de lo que podría pasar y entonces no voté el sí»; «no puse la papeleta porque tengo la esperanza de que, si gana el Frente Amplio, estas cosas se solucionen con el diálogo social» (entre tantas respuestas parecidas y otras que nos marcan que hubo un apoyo en general, pero que debe hacerse de otra manera).

Obviamente, hubo quienes sencillamente no votaron por no estar de acuerdo, y están en todo su derecho, cuyo libre ejercicio defenderé siempre. Pero si todo lo anterior tuvo que ver efectivamente con la causa del no voto de algunos cientos de miles que nos faltaron, el próximo gobierno debería escuchar esta multiplicidad de voces.

Aprender de lo mejor de nuestra historia

Un cambio de paradigmas y una refundación del sistema3 están esperando ser hechos por unos representantes que, con rendición de cuentas permanente, pongan manos a la obra y hagan realidad la erradicación de la pobreza en la vejez y en los hogares con niños, niñas y adolescentes, mediante un régimen jubilatorio verdaderamente digno y sin lucro,4 contemplando así los intereses de una clara mayoría de nuestro pueblo, que o bien apoyó el sí o bien entendió que había otros caminos para alcanzar los mismos fines –o bien optó por callar, pero sin otorgar nada, ya que en modo alguno dijo estar de acuerdo con la reforma del gobierno, sino que pensó que las soluciones que promovíamos para escribirlas en la Constitución debían hacerse por la vía de una ley.

Si no estoy demasiado equivocado, con la intersocial fortalecida, debemos mantener la iniciativa, adecuándola a una propuesta que de veras dialogue con quienes vivimos encima de esta tierra y queremos una solución más justa y solidaria.

Un tal vez y unas aspiraciones a un futuro que no se rinde

A partir de la mayor amplitud, humildad y unidad de las organizaciones sociales, los que promovimos el plebiscito con convicción acaso debamos volver permanentemente al poema del inicio, afinando nuestras voces. La verdadera reforma es necesaria desde hace más de 30 años y por ella pelearemos pacífica y democráticamente, con una actitud que debe ser necesaria y serenamente combativa, enfocando los ojos en el futuro próximo y en el más lejano, blindando las obligaciones de estos tiempos y las del futuro.

Es tan grande, promisorio, bueno y más humano lo que perseguimos con amor sincero que –mal que les pese a los poderosos– no hay rendición posible.

* Expresidente de la Asociación de Trabajadores de la Seguridad Social.

  1. De Eduardo González Lanuza. ↩︎
  2. Esta barbaridad, esta afirmación temeraria y profundamente antidemocrática, no mereció ninguna respuesta de nadie del sistema político partidario. ↩︎
  3. En el que coexistan, retroalimentándose en un círculo virtuoso, el método del reparto y la solidaridad intergeneracional con la capitalización colectiva (nunca individual) de los aportes. ↩︎
  4. La desafiliación de las AFAP por parte de los trabajadores y las trabajadoras que, sin más trámite, lo deseen es algo que puede hacerse sin dificultad alguna. ↩︎

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