Hasta hace unos años, lo primero que uno conocía de Bloom era una teoría poética: la de la angustia de las influencias. Más tarde, su nombre se hizo conocido por haberse propuesto establecer el canon occidental de la literatura. Un poco más adelante, uno ya escuchaba hablar de Bloom con familiaridad en cualquier radio o revista, en las que se quejaba por el Nobel otorgado a Doris Lessing o se peleaba con los lectores de Harry Potter y Stephen King. Porque, si bien no todos lo confesaban, nadie dejaba de leerlo. Harold Bloom ha muerto y es improbable que el mundo vuelva a dar un crítico literario que logre ser tan carismático y popular.
Era divertido que Harold Bloom anduviera en la
vuelta: al menos existía la posibilidad de escuchar hablar de literatura. Desde
su trono en Yale podía partir...
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