El uso de un guion atrasado - Semanario Brecha
Con el profesor y presidente de Factum, Oscar Bottinelli

El uso de un guion atrasado

En opinión de Oscar Bottinelli, el equipo presidencial tiene un libreto de ortodoxia liberal prepandemia, que ya abandonaron los principales líderes mundiales. En cuanto al combate del covid-19 y las medidas de restricción de la movilidad, el presidente ha quedado prisionero de una dicotomía ideológica entre libertad y autoritarismo que no se corresponde con la realidad del presente. También desconoce las recomendaciones científicas, al punto de que el GACH ha desaparecido de la escena.

Magdalena Gutiérrez

—Ante el aumento exponencial de los casos de coronavirus, ¿cómo ve la situación del país?

—No soy economista ni sanitarista, pero lo que uno observa, por la información de quienes manejan el tema de la salud –incluyo a quienes dirigen las mutualistas–, es que estamos en una situación de muy alto riesgo. Si bien se pueden tener camas libres, estas no pueden ser ocupadas, porque si entra gente a un CTI, no la pueden poner junto a alguien que tiene covid. Entonces, el tope es un poco más bajo que la suma de las camas. Lo otro es el tema del personal, que se va agotando, que se va contagiando, y no es tan fácil el reemplazo. Pero que opinen quienes saben de temas sanitarios. Por otro lado, tengo la percepción de que la situación es también altamente preocupante desde los puntos de vista económico y social. Lo cierto es que tenemos un número impresionante de gente que está corriendo un riesgo grande en el empleo, que está sin trabajo o haciéndolo por su cuenta con un bajo nivel de ingresos. Esto es creciente, aunque haya oscilaciones. Y se viene el invierno, que agrava las cosas.

—Respecto a las medidas para paliar los efectos económicos y sociales, ¿piensa que hay tozudez o una concepción doctrinaria atrás?

—El gobierno, entendido como elenco presidencial, tiene una convicción muy nítida, firme e inamovible de que el mantenimiento del grado inversor es fundamental y de que se logra con el menor gasto posible, el menor déficit posible, el menor endeudamiento del Estado. Bueno, eso lleva a que Uruguay no aplique las políticas que se aplican en Europa, por ejemplo, que hacen posibles los confinamientos y las restricciones, con un derrame de dinero, con la postergación de los impuestos y las contribuciones y con una ayuda en el pago de los alquileres, como están haciendo muchas comunidades españolas y otros países. Son, claramente, diferencias doctrinarias.

La visión del elenco presidencial es muy dura, muy coherente en esa línea. Es la ortodoxia liberal predominante prepandemia. Ha habido un cambio notorio en el pensamiento mundial. Citaba en mi nota de El Observador a tres personajes muy importantes: Angela Merkel, Mario Draghi y Christine Lagarde, que en 2011 fueron la ortodoxia que hablaba de austerity. Esa fue la receta durísima que sí se aplicó, casi en su totalidad, en Grecia, que quedó acogotada. Intentaron aplicarla y algún efecto tuvo en Italia, España, Portugal e Irlanda. Bueno, hoy Merkel, Draghi y Lagarde son pioneros del gran endeudamiento y del reparto de dinero, y en diez años hicieron un giro de 180 grados. Lo interesante es que las mismas personas, de altísimo nivel político y económico, pasaron de un pensamiento al otro y cambiaron la cabeza de los líderes europeos. Entonces, el gobierno uruguayo piensa exactamente igual que pensaban Merkel, Draghi y Lagarde hace diez años. Y hace dos también, porque el giro se produjo a partir de la pandemia. El presidente uruguayo usa un guion atrasado.

—¿Existe la misma rigidez en la línea sanitaria?

—Creo que el gobierno –dejando de lado las obstinaciones y otras cosas menores– está convencido de varias cosas. Primero, de que llegamos a la inmunidad rápidamente con una alta tasa de vacunación, más allá de que en la última conferencia de prensa [el ministro de Salud Pública] Daniel Salinas dijo: «No podemos hacer un cronograma. No sabemos si vienen vacunas a fines o a principios de mayo». No hay una certeza absoluta. Covax tiene una postergación importante. Creo que la convicción del gobierno es que llegamos con mucha rapidez a una sociedad globalmente inmunizada o aceptablemente inmunizada, lo que, a su vez, va a coincidir con un repunte económico en el mundo, donde va a haber mucho dinero, lo que se va a reflejar en una fuerte recuperación de la economía acá. Además, ante la posibilidad de una cuarentena u otras medidas restrictivas, el presidente ha establecido una dicotomía en términos ideológicos entre libertad y autoritarismo. Y si es una cuestión de principios, no tiene la posibilidad de modificar las medidas ante la pandemia.

—¿Piensa que ya no se recuesta en el pensamiento científico?

—Lo preocupante es la desaparición de la escena del GACH [Grupo Asesor Científico Honorario] después de las medidas del 7 de febrero y el comunicado del 16 de marzo. El elemento insignia en el cual el gobierno respaldaba sus acciones el año pasado –especialmente en los primeros cuatro meses– hoy está ausente. Evidentemente, porque el gobierno no atendió sus recomendaciones. Y no es menor que el otro día saliera un artículo periodístico muy duro contra los conceptos científicos en general. El tema es el siguiente: creo que el gobierno está haciendo una apuesta que sale del presidente y que a él le corresponde por sí solo tomar las decisiones. No siente que deba buscar un amplio acuerdo nacional, lo cual ayuda a crear un clima de confrontación e impide que un diálogo tenga resultados.

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