Las extensas campañas electorales uruguayas resultan tediosas para buena parte de la población, pero este sentimiento crece significativamente en determinado grupo social: la familia de Rafael Michelini. Es que, sin demasiado esfuerzo, uno puede ponerse en el lugar del entorno íntimo del dirigente, quien seguramente no se despega del celular, abocado a la tarea de escuchar y responder los audios de Whatsapp que recibe cada día. Aunque el público, en lugar de consultarle sobre la guerra comercial entre China y Estados Unidos, sólo le pregunte, no sin malicia, si Puglia, acaso, no quedaba mejor gordo que así de flaco.
A lo que Rafael, no sin ingenuidad, responde que gracias por escribirme, que es cierto que muchos gordos cuando adelgazan quedan mal, pero que Puglia quedó bárbaro, que es un buen ciudadano, que paga los impuestos, y que hay que respetar a todo el mundo. Que (de nuevo) gracias por escribirme, y un abrazo para vos y toda tu familia, creyendo el senador que con ello acaba de cosechar ni más ni menos que un voto, cuando no muchos; ignorando que su empresa no sólo no le representa ningún rédito político, sino que, además, lo aleja de sus seres queridos. Porque ahora su esposa y sus hijos lo contemplan con ternura y algo de lástima, mientras él, al tiempo que come, deja el celular sobre la mesa y escucha un audio de 11 minutos, en el que un hombre de Cerro Largo le cuenta que su perro se perdió, si puede hacer algo. Y el líder del Nuevo Espacio se limpia los dientes con la lengua, apoya el tenedor en el plato y luego graba que muchas gracias por tenerme en cuenta, que el perro es el mejor amigo del hombre, que él tuvo un perro y que un día se murió, cree que de la joven edad y que, bueno, que lo siente mucho, que así es la vida, que (otra vez) gracias por grabarme, y un abrazo grande para vos y tu familia.
Vuelve a comer. Se siente feliz. Feliz como si acabase de brindar un brillante discurso ante la Asamblea General de la Onu. Pero no. Nada más lejos. Suena el celular. Recibe otro mensaje. Se acomoda en la silla, excitado. Lo lee: “Hola, este mensaje es para el senador Rafael Michelini. Somos su familia. Queremos saber cuándo carajo va a dejar de contestarle a gente que le toma el pelo, en lugar de aprovechar los pocos momentos que tiene con su mujer y sus hijos. Gracias”. Él, afectado, la mira a ella, los mira a ellos y luego al celular, y hace lo que cualquiera de nosotros: se dispone a responder el audio de un tal Elver Galarga.