Entre la ventriloquía y la ausencia de autocrítica - Semanario Brecha

Entre la ventriloquía y la ausencia de autocrítica

CLACSO versión 2018

La inauguración del Foro de Pensamiento Crítico de Clacso 2018 fue lo más parecido a una postal “consignista” detenida en el tiempo. La falta de autocrítica de los progresismos fue total, respaldada por la solidaridad incondicional que atravesaba las emocionadas voces de los y las presentadoras, que alternaban a conocidos periodistas y académicos, claramente identificados con los progresismos.

El discurso de Cristina Fernández de Kirchner fue políticamente autocentrado, sin reflexión autocrítica alguna. Aunque lo primero no es novedad, sorprende que la ex presidenta crea que lo inventó todo, ¡hasta los movimientos sociales! (“en el año 2001 había piqueteros en las calles, no había movimientos sociales, ¡hoy hay organizaciones sociales!, que son las hijas de nuestro propio gobierno”, se atrevió a decir, sin que se le moviera una pestaña). El único que se animó a cuestionar a los progresismos desde la izquierda fue el colombiano Gustavo Petro, cuyo discurso incorporó el nuevo lenguaje de la crítica a los neoextractivismos y planteó claramente la encrucijada civilizatoria y la necesaria opción por la vida que deben hacer las izquierdas.

En el segundo día del foro se oyeron las voces críticas de algunos intelectuales. En esa línea, la del colega venezolano Edgardo Lander, que propuso una reflexión autocrítica sobre lo que sucede en Nicaragua y Venezuela, fue la más descollante, aunque también fue una voz bastante solitaria.

Aunque esbozó un tímido análisis de los “límites” del progresismo, el discurso del vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, pareció depositar las expectativas en una próxima “oleada progresista”, antes que en la propia experiencia política.

En todo caso, durante esos dos días del megaforo, que fue trasmitido en directo por Youtube, poco y nada se dijo que explicara el ascenso de derechas o extremas derechas, en un contexto del fin del ciclo progresista. Poco y nada se dijo sobre la cuestión de la corrupción a gran escala, ni de la desigualdad y concentración económica con la que terminó el ciclo progresista, tampoco de la fabulosa concentración de poder político en los líderes y lideresas. Para muchos, el problema está siempre en el otro, el neoliberalismo, los medios de comunicación hegemónicos, las derechas tout court.

Aunque Clacso integre centros y grupos de trabajo muy heterogéneos, durante estos años su línea política fue la del apoyo incondicional y acrítico a los progresismos. Esto le hizo mucho daño a Clacso como institución, le quitó credibilidad, pues lejos de convertirse en una usina de pensamiento crítico, diverso, plural, desde la secretaría ejecutiva se tendió a homogeneizar miradas y visiones, convirtiendo a la institución en un ventrílocuo de los líderes y lideresas del progresismo. El cuestionable arte de la ventriloquía se combinó con la expansión de una suerte de comisariado político regional, que algunos ex secretarios de Clacso ejercen todavía hoy con particular vehemencia, ante las críticas que se han venido realizando desde dentro del espacio de las izquierdas (al neoextractivismo, a los gobiernos crecientemente autoritarios de Venezuela y Nicaragua, e incluso al cierre de los canales del pluralismo en Bolivia).

En el plano político, creo que en la región necesitamos más voces críticas como la de Gustavo Petro y menos discursos autocomplacientes como el de Cristina Fernández, si en verdad aspiramos a recrear las izquierdas y enfrentar el avance de la derecha y la ultraderecha.

En cuanto a Clacso, espero que la nueva gestión sea abierta y plural y que el cambio de escenario político (la preocupante derechización) no termine por imponer una lectura única de lo sucedido todos estos años.

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