Extremos de convivencia - Semanario Brecha

Extremos de convivencia

Tres obras en cartel: “Lúcido”, “Supermercado” y “Algo de ruido hace”.

Lúcido.

El sueño de una familia que comparta el mismo techo, el grupo de compinches en tren de maquinar una audaz incursión y dos huraños hermanos que reciben a una prima de regreso dan motivo a un terceto de espectáculos que, de una u otra manera, revelan, entre otras cosas, que el deseo de estar juntos no siempre trae consigo el mejor entendimiento entre los implicados.

Lúcido (Victoria), del argentino Rafael Spregelburd, a cargo del grupo Real Visceralismo Teatro, con dirección de Marcel Sawchik, en el contradictorio terreno donde los sueños se mezclan con la realidad, toma como punto de partida a una madre que, junto a su hija e hijo, celebra el cumpleaños del muchacho, un hecho que el texto reiterará más tarde en otras instancias, a lo largo de un desarrollo en el cual la alusión a la lucidez del título se entrelaza con los deseos no realizados de un personaje, la intromisión de la mismísima muerte, el transcurso del tiempo y la repetición de circunstancias en las que la cordura permite que suceda lo imposible. Con inspirada mano, el autor desgrana un planteamiento fascinador que, en primera instancia, luce tan intrigante como complejo, para que, poco a poco, gracias a la inspirada puesta de Sawchik, la platea vaya recogiendo los datos y las vivencias que le permitan llegar a una explicación inesperada y tan provechosa como para ser compartida con amigos a la salida del teatro. Vale así la pena seguir la pista de lo que Spregelburd tiene para compartir en este trabajo donde cabe apreciar los afinados rendimientos de Adriana Ardoguein en el papel de la madre, de Joaquín Mauad y Natalia Sogbe como sus hijos, no en vano llamados Lucas y Lucrecia, así como de Pablo Isasmendi, un cuarto personaje en discordia, en un espacio inteligentemente resuelto por el escenógrafo Julio Tabárez, quien junto a Sawchik diseñó, además, un vestuario que se integra a la trama con justificada precisión. Un verdadero equipo –Diego Cotelo, en la banda sonora, no se les queda atrás–, entonces, al servicio de un espectáculo diferente y provocador.

Supermercado (del Anglo, sala William Shakespeare), escrita y dirigida por Pablo Dive, observa muy de cerca a tres muchachos y dos chicas que, unidos por la vocación teatral, comparten un apartamento vecino al supermercado del título, una experiencia que, por distintos motivos, en compañía de una tercera presencia femenina que llega del exterior, los llevará a maquinar un plan descabellado que conviene no revelar y que los pondrá a todos a prueba. Una trama ocurrente, bien definidos personajes y una puesta que el propio Dive conduce con imparable ritmo se dan cita para probar que el absurdo, muchas veces, se abre camino en la realidad cotidiana. Los verdaderamente graciosos Javier Más, Fernán Moliv, Florencia Salvetto, Florencia Colucci, Juan Hernández y Patricia Fry se encargan de demostrarlo en un espacio donde se aprecia la contribución de Lucía Godoy, en escenografía, vestuario e iluminación. El resultado, sin duda, divierte.

Algo de ruido hace (Museo Torres García), de la argentina Romina Paula, con dirección de Cecilia Fernández, se inspira en el relato “La intrusa”, del también argentino Jorge Luis Borges, para mostrar la relación de dos hermanos que conviven de manera harto solitaria en una zona rural. A pesar de la escasa comunicación que mantienen entre ellos, existe, sin embargo, una especie de código entre los dos que refleja un mutuo entendimiento, el cual parece resquebrajarse al recibir la visita de una prima –vieja compañera de andanzas de la niñez y adolescencia de los dos– con planes de quedarse con ellos. Los altibajos del reencuentro sugieren la indecisión, las dudas, los celos y, por cierto, la atracción que hace de las suyas entre los miembros de este trío tan particular que la puesta retrata en sucesivas instancias, a veces, muy breves y casi siempre tensas, de modo de empujar al espectador a formular su juicio, teniendo en cuenta no sólo las palabras de unos y otra sino también lo que cada uno omite expresar. La acertada dirección de Fernández se concentra, como era de esperar, en la labor actoral, un compromiso que la susodicha y los jóvenes Fernando Rosas y Washington Ferrari encaran prestando especial atención a los opuestos matices sugeridos por el intrincado texto.

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