Es notable que los editores de Loco Rabia y Belerofonte hayan resistido la tentación de utilizar la palabra “rioplatense” en el texto de resumen argumental en la contratapa de Los canillitas y que la coedición –esta sí, rioplatense– no haya arrasado con esa línea que afirma que en sus páginas “se cuenta el día a día en el quiosco de Rodolfo y su socio Chelo, de sus clientes y amigos, en un barrio que podría estar situado en cualquier ciudad argentina”.
Y es que hay algo eminentemente “occidental del río Uruguay” en esta historieta de Agrimbau-Baldó, algo que los uruguayos podemos entender perfectamente pero que no nos es propio. Una dicción, un comportamiento, unos personajes reconocibles pero a la vez diferentes. Es el mundo que comenzó a llegarnos con las telenovelas de Levrino-Satu...
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