En noviembre de 2017, movimientos conservadores anunciaban la llegada a Brasil del mal de todos los males: una “mulher porca”, “assassina das crianças” y “destruidora das familias”. Estos apelativos, que bien podrían haber sido clamados en la Edad Media, se repetían como un mantra, proferidos por un pequeño grupo de manifestantes que perseguía a Judith Butler por el aeropuerto de San Pablo, mientras ella y su pareja, la teórica política estadounidense Wendy Brown, intentaban embarcar. Invitada a dar una conferencia organizada por las universidades de San Pablo y Berkeley (California), la filósofa estadounidense dio una charla sobre la democracia, y no sobre género, pero eso no impidió que se recogieran firmas para prohibir su visita, se la acusara de bruja y pedófila y se quemara una efigi...
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