No es sencillo escribir esta nota. Entre otras muchas, quiero destacar dos razones principales: la primera, el dolor que supone despedir a un maestro; la segunda, porque me resulta difícil despojar este comentario de mi inmensa gratitud al profesor Carlos Machado en razón de las muchas enseñanzas que nos legó a quienes asistimos a sus clases. Es curioso esto último, pues, en mi proceso formativo –cumplido en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación–, jamás pude disfrutar de su participación. De hecho, menuda fue la sorpresa cuando comencé los estudios: aquel historiador, cuya Historia de los orientales había contribuido significativamente a empujar una incipiente vocación por la disciplina, jamás aparecía entre la bibliografía de estudio. Una escueta mención obtuve luego de un...
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