En la primera línea del prefacio a Eminent Victorians, título legendario del género biográfico en lengua inglesa, Lytton Strachey vaticina que “nunca se escribirá la historia de la era victoriana” y explicita la razón: “la conocemos demasiado”. Descubre que en la ignorancia –Borges dirá mejor, “en el olvido”– está el primer requisito del historiador y también del biógrafo, ese historiador reconcentrado. Porque la ignorancia “simplifica y aclara, elige y omite, con una plácida perfección que es inaccesible al arte más elevado”. Los lectores afectos a las biografías conocemos el aplastamiento que la acumulación de datos es capaz de perpetrar en la historia de una vida. El exceso de información no sólo entorpece el fluir de la narración, sino que impide dibujar un destino entre la espesura in...
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