La vida del escritor español, fallecido a los 86 años, que huyó del nacionalcatolicismo franquista en 1956 para exiliarse en Francia, se resume muy bien en esa inhumación entre marginales, asomado a Genet y junto a las fosas de soldados españoles caídos en las lejanas guerras coloniales con Marruecos. Una vida de trasterrado, en huida de los nacionalismos: del citado franquismo españolista, del eurocentrismo excluyente luego, del expansionismo panserbio que denunció como testigo urgente desde el cerco de Sarajevo en la guerra balcánica de finales del siglo XX. Y en decidida escapada de la religión católica bajo palio, opresiva e inciensaria, heterocéntrica y castradora. Aunque eso no le impidiera acompasar su pálpito creativo con su devoción por la poesía de Juan de la Cruz o por una rebos...
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