Una flamante edición ilustrada es la excusa para volver a Charles Darwin, ante cuyas ideas no sólo la ciencia, sino el avance de la humanidad toda –en sus millones de contingencias– no son ajenos en el inefable discurrir de los años. Más de un siglo y medio después de haber sido expuestas, argumentadas y fijadas en papel, las bases de la selección natural de las especies tienen mucho para seguir aportando.
La clave está en entender el secreto orden que aletea a través del caos del mundo. Pero para comprender ese orden preciso, casi divino, hay que tener en cuenta los millones de mecanismos de destrucción, lucha y supervivencia que ocurren segundo tras segundo, a nuestro alrededor. La clave la fijó Darwin en el primer párrafo de su tratado: “Contemplamos la imagen radiante de la Naturaleza ...
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