Nada vistoso hallará el lector en sus libros, y esta es la razón que más se esgrime a la hora de explicar por qué Elizabeth Taylor nunca termina de afianzarse entre los grandes escritores británicos del siglo XX. Que su literatura se confunde con esas novelitas de coser, planchar y cuidar a los niños; que su logro más evidente es describir a la perfección la vida suburbana de la clase media-alta de la Inglaterra de mediados del siglo pasado; que la suya es una literatura técnicamente muy lograda, pero sin grandes aspiraciones. Sin embargo, hay algo raro en esta explicación. A Taylor no le faltaron ni lectores ni buenas reseñas y, con frecuencia, contó con el apoyo contundente de más de una figura del ambiente literario. Para Kingsley Amis (en estas playas es difícil valorar el peso que tie...
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